Aunque
en la mente del recién convertido la posibilidad de caer en el nuevo camino
pueda antojarse casi como imposible, la misma Escritura nos indica que mientras
militamos en esta carne las caídas de los elegidos, fieles y justos, están al
orden del día.
Esto
puede parecer desmoralizante pero sólo es así cuando uno deja de lado las promesas
del Padre que no sólo señalan hacia Su trabajar en nosotros para desarrollar Su
carácter sino que nos ha proveído, no sólo de un rescate por nuestros pecados a
través del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesus, sino que a través de Él
ha establecido el medio para la intercesión ante nuestras caídas.
La
diferencia entre las caídas del justo y las del que es del mundo, es que el
primero, el justo, no las procura, es
más, le duele cuando cae, mientras que el segundo, no solo las procura, sino
que las disfruta. Es por eso que el primero puede caer siete veces pero las
siete veces se levanta.
Pablo
señala esto al referirse a los santos como “perseguidos, pero no abandonados;
derribados, pero no destruidos”. La expresión “derribados, pero no destruidos”
implica, si, caer, pero no quedar derrotados en el suelo sino, como la misma Escritura
señala, ser levantados por la misma mano del Señor.
Ahora
bien, esta infinita misericordia del Padre no debe ser considerada como una
libertad para pecar, Pablo es muy claro en esto al preguntarse y responderse “¿Qué,
pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En
ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en
él?”
Ahora
bien, el justo al caer es dolido, eso está bien pues ese dolor produce
arrepentimiento, y ese arrepentimiento nos lleva a confesar nuestros pecados y
obtener así del Padre, por mediación de nuestro Señor Jesucristo, el perdón de
las faltas cometidas.
Pero
“si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.
Aquí voluntariamente se refiere a una forma reiterada de hacer el mal, algo que
ya forma parte de nuestra conducta habitual la cual procuramos y en la cual nos
regocijamos.
De
nuevo: si bien el dolor por las caídas es bueno pues nos lleva a arrepentimiento,
nuestra mirada no debe quedarse fijada en eso sino en las promesas que se nos
han hecho, como Pablo dice “olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo
que está delante”, es así como tus metas
son alcanzables; veras: extiende tu mano a ellas, ¿ves cómo es que ya están más
cerca?
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios 24:16; 2 Corintios 4:9; Salmos
37:24; Romanos 6:1-2; 2 Corintios 7:10; 1 Juan 1:10; Hebreos
10:23-29, 35-39; Filipenses 3:13; Hebreos 6:1