miércoles, 14 de noviembre de 2018

No hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!



Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, cuando se repasa la lista de los frutos del Espíritu, ¿cuántos de nosotros podrá poner una marca de logrado o cumplido en todos? Tal vez algunos tenga un, dos, tres frutos del Espíritu, pero ¿habrá quien tenga todos?, y peor aún: ¿habrá quien los tenga de manera perfecta y santa?

Viendo lo anterior, siendo honestos: ¿cuantas veces nos hemos sentido frustrados, deprimidos, por no dar el ancho debido en nuestro llamamiento, por no ser perfectos y santos?, yo creo que cada que caemos sentimos ese pesar, nos sentimos abrumados. Y está bien, es señal, como decía Pablo, que en nosotros hay dos leyes: la de la carne contra la que luchamos y la de Dios la que procuramos.

Ante esto la Escritura nos da palabras de aliento pues nos dice de Dios que Su poder se perfecciona en nuestra debilidad, ¿cómo es esto? ¡haciéndonos perfectos y santos!

De esta forma el cristiano tiene muy en claro que es Dios quien obra en nosotros el querer y el hacer, que todo lo que llegamos a lograr es por su luz y fuerza en nosotros, que finalmente a Él es la gloria.

Pero lo anterior no implica que de nuestra parte no se dé esfuerzo alguno, Dios ha puesto ante nosotros la vida y la muerte y espera escojamos la vida, pero la elección es de nosotros.  De igual forma se nos insta a pelear la buena batalla, a esforzarnos y no desmayar, a correr y alcanzar la corona que se nos ha sido prometida. El creer y el hacer van de la mano, no sólo se trata de decir “Señor, Señor” sino de creyendo,  hacer en consecuencia, la voluntad de Dios

Pero entonces, ¿qué pasa con esos frutos del Espíritu que no tenemos o aunque tengamos no los tenemos de manera perfecta y santa? Seguirnos esforzando por desarrollarlos, tenerlos y mostrarlos en nuestra vida pero entendiendo que no es nuestro esfuerzo el que los consigue sino sólo el que evidencia ante Dios que queremos lograr eso siendo que de esa forma Él obra en nosotros.

Los Evangelios son muestra de gente ciega, coja, leprosa, que se acercaba al Señor, Cristo les preguntaba qué querían y ellos al expresar su deseo de ser sanados eran limpiados de sus males y dolencias por Jesús.

Nuestros esfuerzos por mostrar los frutos del Espíritu son ese grito que lanzamos a Dios para ser transformados en lo que Él desea para nosotros. Nosotros no lo logramos, pero debemos mostrar con nuestro esfuerzos lo queremos para que Él cumpla Su voluntad en nosotros.

Misterio de misterios pero una esperanza real: Dios mismo trabaja en nosotros, con nuestras debilidades, para desarrollar en cada uno su carácter perfecto y santo, conforme a Su voluntad y para Su mayor gloria en Cristo Jesús, así que no hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Gálatas 5:22-23; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Romanos 7:22-25; 2 Corintios 12:9; Filipenses 2:13; Deuteronomio 30:19; 1 Timoteo 6:12; 2 Crónicas 15:7; 1 Corintios 9:24-27; Mateo 7:21-23; 15:21-28; 8:5-13; 9:27-31; Lucas 5:12-16

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