Cuando
uno habla de la vida cristiana, generalmente se viene a la mente un contexto
espiritual casi casi desvinculado del devenir de este mundo, pero una realidad
patente es que el cristiano sigue aquí y que debe, entre otras cosas, afanarse
por cubrir sus necesidades, claro, sin perder la prioridad en sus metas.
Considerando
esto, uno no puede ver la vida material separada de la vida espiritual, ya que
como un todo, ambas deben avanzar por el mismo camino al cual Dios nos ha
llamado.
El
cristiano sabe que incluso sus proyectos temporales deben ser puestos en manos
del Señor para que se cumplan conforme a Su voluntad, de igual forma sabe que
su labor debe desarrollarla de buena gana pues finalmente uno no dará cuenta al
mundo de sus actos sino a Dios mismo.
Este trabajar la Escritura
lo define como diligente señalando que el mismo trae bendiciones a quien lo
hace con amor. Sobre esto último, es curioso como Pablo señala que todo debe
hacerse con amor, no sólo las cuestiones de la iglesia o las que podríamos
denominar espirituales, sino todo.
Para mayor énfasis en lo
anterior, y para tener las cosas en una correcta perspectiva, la Escritura nos
insta a hacer todo –de nuevo: todo- en el nombre del Señor Jesús dando gracias
a Dios por medio de Él.
Estos afanes necesarios para
cubrir nuestras necesidades temporales, deben poner en primer lugar a Dios y
saber, confiadamente, que es Él quien finalmente suplirá lo que incluso
materialmente necesitemos y que nos permitirá disfrutar de ello.
Ahora bien, si bien el
trabajo es algo que el cristiano sabe como parte integral de su vida, ante esto
siempre debe tener en su mente un correcto orden de prioridades. Nuestro Señor
Jesús nos insta en la Escritura a ver las aves del cielo que sin tanta
preocupación son alimentadas por nuestro Padre Dios, y nos pone delante la
premisa de que nosotros somos de mayor valor, por lo que debemos esperar mayor
cuidado de Dios para con nosotros en cuanto a nuestras necesidades, para en ese
orden de ideas, buscar primero el reino de Dios y su justicia.
El cristiano no es alguien
indolente que con desidia espera el Reino de Dios sino alguien que busca en perfección
y santidad trabajar para suplir sus necesidades temporales con una correcta
perspectiva del orden de las prioridades pues extranjeros y peregrinos somos de
este mundo y entiende, de esta forma, que solo
un trabajo honesto es productivo, solo un servicio solidario es fructífero, y
solo una calidad que exceda lo esperado es justa.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios 16:3; Colosenses 3:23-24; Proverbios
12:24, 10:22; 1 Corintios 16:14; Colosenses 3:17; 2 Corintios 9:8; Eclesiastés
3:12-13; Mateo 6:26; Mateo 6:33; 1 Pedro
2:12
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