martes, 28 de diciembre de 2021

No se trata de tomar las riendas de tu vida sino de convertirte en el caballo que te llevará a tu destino

 


La vida secular plantea la norma del desarrollo personal con aquella máxima que señala que uno debe ser capaz de tomar las riendas de la propia vida, esto, si bien también aplica para la vida espiritual, no puede quedarse en simplemente tomar las riendas de la vida sino que debe avanzar incluso para cambiar esa vida antes que solo tomar las riendas de la misma.

 

Supongamos tienes un automóvil defectuoso, está mal de la transmisión y le fallan los frenos, siguiendo la máxima secular de tomar las riendas de la vida esto sería equivalente a ser tú y nadie más quien manejara aquel automóvil pero, dado que ya se indicó que el mismo está defectuoso, mortalmente defectuoso podríamos decir, ¿tendría esto sentido?, claro que no, estaría bien ser uno el que manejase el automóvil pero si está defectuoso hay que arreglarlo, cambiar lo que está mal e incluso, por qué no, cambiar de auto. Esto es lo mismo para la vida espiritual.

 

¿Cuál es el inicio de aquella respuesta al llamamiento del Padre para venir a salvación al que todo elegido ha respondido? Esto podemos responderlo viendo la parte inicial de la predicación de Jesús: “Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

 

¿Te fijas? El primer paso, sin el cual no pueden darse los demás en el camino a las promesas que se nos han dado, implica conversión, es decir, cambiar, no quedarse igual, no comenzar a construir sobre lo malo y dañado, sino cambiar.

 

Dicho cambio, dicho arrepentimiento, si bien es requerido para iniciar el andar por el Camino, no es algo que se dé única y exclusivamente en un momento dado sino algo que continúa a lo largo de toda la vida, pero de nuevo: es el requisito sin el cual no pueden darse los demás pasos para avanzar en el Camino y por ende sin el cual no se pueden alcanzar las promesas que se nos han dado lo cual es expresado por Pablo en su carta a los hebreos cuando les dice que sin santidad nadie verá al Señor.

 

Pablo en su primera carta a los de Corinto señala la idea anteriormente expuesta cuando les escribe diciendo “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. Cuando en esta cita Pablo señala “y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” implica un cambio, convertirse, o al menos iniciar la conversión para ser algo completamente diferente de lo que se era.

 

De igual forma en su carta a los de Éfeso de nuevo Pablo retoma esta idea cuando les señala “pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.  No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz  (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor”. De nueva cuenta en esta cita Pablo ha referencia aquel cambio, a aquel arrepentimiento requisito para vivir la vida cristiana cuando dice “en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz “.

 

Este cambio, este arrepentimiento, como ya se comentó, si bien es el paso inicial para andar en el Camino a las promesas que se nos han dado, es un proceso continuo que debe darse durante toda la vida del cristiano, ¿hasta cuándo?, como dice la Escritura “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

 

¿Y cuál va a ser el resultado de todo esto? Juan responde esto en su primer carta cuando señala “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

De esta forma, la vida cristiana no se trata simplemente de ahora comenzar a tomar otras decisiones haciéndonos dueños de nuestro destino sino que, basados en aquel arrepentimiento inicial y en una conversión continua durante toda la vida, dejar que opere en nosotros un cambio profundo, cambio que si bien puede durar toda la vida, hará que lleguemos a ser algo diferente de lo ahorita somos permitiendo esto alcanzar las promesa, después de todo no se trata de tomar las riendas de tu vida sino de convertirte en el caballo que te llevará a tu destino.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

Mateo 4:17; Marcos 1:15; Hebreos 12:14; Romanos 6:22; 1 Corintios 6:9-11; Gálatas 5:1921; Efesios 5:3-10; Colosenses 3:5; Efesios 4:13; Gálatas 4:19; 1 Juan 3:2; 2 Corintios 3:18


martes, 21 de diciembre de 2021

El mejor proyecto es tu vida, la mejor inversión es tu tiempo, y los mejores rendimientos son tus sueños

 


El responder al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo literalmente nos ha cambiado la vida, como dice la Escritura “porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado”.

 

De esta forma se nos ha dado un nuevo proyecto basado en una nueva vida con promesas que exceden lo que podamos imaginar “como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman”.

 

Ese nuevo proyecto de vida implica el destinarle al mismo lo más valioso que tenemos que es el tiempo que Dios nos ha concedido. Sobre esto Pablo, escribiendo a los de Colosas, les dice “andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo”.

 

Una manera de hacer esto último es caer en cuenta de nuestra propia mortalidad, es decir, de que nuestra vida terminará, de que el tiempo que se nos ha concedido es relativamente, más bien: infinitamente poco comparado con la eternidad que tenemos por delante y que por lo mismo debemos aprovecharlo, como en su momento escribió el Rey David “enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.

 

Si bien todo lo anteriormente señalado implica esfuerzo, ese esfuerzo, como se comentó de inicio, tiene la expectativa de una retribución que excede con mucho lo que en el presente siglo se tenga que padecer, como Pablo escribe a los de Roma cuando les dice “tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

 

En el mismo sentido de igual forma Pablo, en su segunda carta a los de Corinto, reitera lo anterior cuando les señala “pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación”.

 

En ese sentido, toda la Palabra nos previene para no desperdiciar la oportunidad que ahorita tenemos, como en su momento Salomón escribió: “No ames el sueño, no sea que te empobrezcas; abre tus ojos [y] te saciarás de pan”, y “la pereza hace caer en profundo sueño, y el alma ociosa sufrirá hambre”, así como “la mano de los diligentes gobernará, pero la indolencia será sujeta a trabajos forzados”

 

Todo lo anterior apunta a saber aprovechar la oportunidad que en la actualidad se nos ha dado para crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo y poniendo por obra esa fe que se dice profesar, después de todo el mejor proyecto es tu vida, la mejor inversión es tu tiempo, y los mejores rendimientos son tus sueños.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Colosenses 1:13; Hechos 26:18; 1 Corintios 2:9; Isaías 64:4; Colosenses 4:5; Efesios 5:15; Salmos 90:12; Deuteronomio 32:29; Romanos 8:18; Colosenses 3:4; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 5:10; Colosenses 1:10; Tito 3:14; 2 Pedro 3:18; Santiago 1:22-27; 2 Pedro 1:2; Proverbios 20:13; Romanos 13:11; Proverbios 19:15; 1 Corintios 15:34; Proverbios 12:24; Efesios 5:14


martes, 14 de diciembre de 2021

En la vida, cuando el camino es largo, los sueños deben ser grandes

 


Cuando uno responde al llamamiento del Padre para venir a salvación debe tener muy en cuenta que ha iniciado un andar no solo que llevará tiempo, en ocasiones y desde nuestra perspectiva mucho tiempo, sino que incluso puede llegar a ser pesado.

 

Nuestro Señor antes de partir le dijo a los suyos, y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos, “en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”, de igual forma Pablo escribiendo a Timoteo, en su segunda carta, le dice “también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.

 

La vida, desde la perspectiva humana, puede llegar a ser larga, no hablamos de años, sino de décadas, ahora imaginemos en ese contexto lo anteriormente dicho, es decir: no solo mucho tiempo militando en este mundo sino padeciendo incluso tribulación.

 

Si solo se tuviera esa parte de la ecuación sin duda que los elegidos no tendríamos más para fundar nuestra esperanza, pero la misma Palabra nos da ánimos cuando pone las cosas en perspectiva. Sobre esto, Pablo escribiendo a los de Roma les dice: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

 

La cuestión de nuestra carnalidad pesa cuando en cuanto alcanzar las promesas espirituales se trata, máxime en las condiciones anteriormente señaladas, Cristo era consciente de ello por eso en su momento señalo “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” aconsejando ante ello “velad y orad, para que no entréis en tentación”, es por ello que ante la perspectiva comentada, aquel consejo de nuestro Señor adquiere mayor relevancia: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”.

 

De nuevo, la mirada debe estar en aquello que se nos ha prometido, no tanto en lo que ahorita padecemos lo cual es nada comparado con lo que alcanzaremos lo cual es expresado muy claramente por Juan en su primer carta cuando señala “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

Con este entendimiento la clave para poder avanzar en el Camino es tener puesta la mirada en las promesas que se nos han concedido, es decir, tener la mirada puesta en la meta no tanto en los obstáculos que en el camino encontremos, después de todo en la vida, cuando el camino es largo, los sueños deben ser grandes

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Juan 16:33; Hechos 14:22; Romanos 8:37; 2 Timoteo 3:12; Juan 15:20; Hechos 14:22; Romanos 8:16-18; Juan 1:12; 2 Corintios 6:18; Mateo 26:41; Marcos 14:38; Lucas 21:36; 1 Juan 3:2; 1 Corintios 13:12; 2 Corintios 3:18


martes, 7 de diciembre de 2021

El camino a la excelencia tiene dos condicionantes: controlarse a uno mismo y liberar a los demás

 


El haber respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo conlleva para los elegidos un andar por el Camino en dos vertientes: una referida a sí mismo y otra referida a los demás.

 

Sobre uno mismo la Palabra es clara y se refiere al control que el Espíritu en nosotros debe ejercer sobre la carne. Pablo escribiendo a los de Galacia explica esto cuando señala “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

 

Ahora bien, en cuanto a los demás, el mismo llamamiento al que se ha respondido ha establecido a uno la  responsabilidad de liberarlos, ¿liberarlos de qué?, precisamente del pecado. Pablo escribiendo a los de Roma les dice “pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia”.

 

En cuanto a lo primero, a saber: controlar la carne, es necesario aclarar y aceptar que dicho control excede nuestras capacidades, más sin embargo en Cristo tenemos victoria. Pablo aborda esto en su carta a los de Roma cuando les dice “porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.

 

En cuanto a lo segundo, es decir liberar a los demás, esto se hace mediante la proclama de las verdades divinas, tal cual estableció nuestro Señor en lo que se conoce como la Gran Comisión “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”, siendo aquella proclama completamente indispensable para alcanzar la liberación de aquellos que en este siglo habrán de ser salvos, como también Pablo escribiendo a los de Roma les señala cuando escribe  “¿cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído?, ¿y cómo creerán en aquel de quien no han oído?, ¿y cómo oirán sin haber quien les predique?, ¿y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”.

 

Estamos llamados a ser perfectos y santos, pero ese andar a las promesas conlleva alcanzar el dominio de nuestras pasiones mientras al mismo tiempo liberamos a los demás de ellas, después de todo el camino a la excelencia tiene dos condicionantes: controlarse a uno mismo y liberar a los demás.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Gálatas 5:16-21; Efesios 2:3; Romanos 6:17-19; 2 Corintios 2:14; Marcos 16:15-18; Mateo 28:19-20; Romanos 10:14-15; Tito 1:1-3; Mateo 5:48; Levítico 19:2; 1 Pedro 1:16; Levítico 20:7


martes, 30 de noviembre de 2021

Un maestro se vuelve líder y un líder se vuelve maestro, cuando es capaz de iluminar la mente y encender el corazón

 


El andar por el Camino como resultado del llamamiento al que se ha respondido, no es algo que se hace en soledad sino que lleva una interacción muy dinámica con los demás integrantes del Cuerpo de Cristo. Pablo escribiendo a los de Éfeso lees dice “y él mismo [Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

 

Lo anterior tiene una finalidad muy concreta como claramente Pablo lo señala ahí mismo: “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,  de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.

 

De esta forma aquella maestría, aquel liderazgo, tiene que ver tanto con las verdades de salvación es decir los principios doctrinales, las verdades de comprensión que es el entendimiento adicional de la Palabra, y las verdades de motivación, que es todo lo relacionado con el aliento que debemos darnos unos a otros.

 

De esta forma existe en el elegido un espíritu de caridad, de fraternidad, que impele a aquel a ayudar en esos tres aspectos a los demás hermanos y hermanas en la fe, pero como todo en la vida cristiana, si uno se muestra indolente en ello, el mismo Pablo admoniciona al respecto cuando señala: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.  Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño;  pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.

 

Así como no es natural, materialmente hablando, que un niño nunca crezca, no es natural, espiritualmente hablando, que un elegido no avance de las verdades de salvación, a las verdades de comprensión y a las verdades de motivación, y, peor aún: que no haga partícipe a los demás de ello.

 

La cuestión de la maestría, del liderazgo de los elegidos necesariamente tiene que considerar los tres aspectos comentados: crecer en las verdades de salvación, en las verdades de comprensión y en las verdades de motivación, y hacer partícipes a los demás de ello, después de todo un maestro se vuelve líder y un líder se vuelve maestro, cuando es capaz de iluminar la mente y encender el corazón.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Efesios 4:11-13; 1 Corintios 12:28; Romanos 12:7; Efesios 4:15-16; 2 Corintios 4:2; Hebreos 5:12-14; 1 Corintios 4:5; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:11; Juan 16:12


martes, 23 de noviembre de 2021

Si quieres árboles de libertad, siembra semillas de justicia

 


En la Escritura, el término árbol o árboles aduce a los hombres o a la humanidad. Cuando Jesús curó a aquel ciego, al principio éste señaló “veo los hombres como árboles, pero los veo que andan” para luego ser restablecido completamente.

 

De igual forma Jesús, en su momento, refiriéndose a las personas señaló “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.  Así que, por sus frutos los conoceréis”.

 

En ese mismo orden de ideas en Revelación, poco antes de iniciar el derramamiento de las plagas referidas a las siete trompetas, un ángel les dice a los otros cuatro dispuestos a esto “no hagáis daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro Dios”.

 

De esta forma, aquella instrucción de Dios en el Jardín de Edén adquiere mayor comprensión: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”, refiriéndose a la manera en que alimentándose el hombre de la información llegaría a ser perfecto: a través de prestar atención a la instrucción de  Dios, representado por el árbol, el hombre, de la vida, o a través de su propia experiencia basada en el acierto y error, representado por  el árbol, el hombre, de la ciencia del bien y el mal.

 

Dado que Dios es santo y perfecto, la plena libertad se alcanza cuando uno refleja su carácter, lo cual es representado, como señala Pablo escribiendo a los de Éfeso, como alcanzar la estatura perfecta de Cristo; pero esto implica un crecimiento y dicho crecimiento está condicionado a lo que previamente se ha sembrado por lo que para alcanzar aquello se requiere estar sembrando constantemente en uno y en los demás semillas de justicia, y ¿qué es justicia?, “todos tus mandamientos son justicia” escribió en su momento David en uno de sus salmos, y, en ese sentido, también dejó al respecto consignado el resultado de ello: “Tengo más discernimiento que todos mis maestros, porque tus testimonios son mi meditación. Entiendo más que los ancianos, porque tus preceptos he guardado”.

 

Lo anterior lo dejó muy claramente establecido nuestro Señor en aquel intercambio discursivo con aquel joven: “Y he aquí se le acercó uno y dijo: Maestro, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna? Y Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Sólo Uno es bueno; pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos”, así que ya lo sabes si quieres árboles de libertad, siembra semillas de justicia.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Marcos 8:24; Mateo 7:16-21; Revelación 7:3; Génesis 2:16-18; 1 Pedro 1:16; Mateo 5:48; Efesios 4:13; Salmos 119:172; Salmos 119:99-100; Mateo 19:16


martes, 16 de noviembre de 2021

Qué curioso, el camino al destino "Éxito" necesariamente pasa por la estación "Caída"

 


Cuando uno viene a salvación respondiendo al llamamiento del Padre una de las ideas que puede tener en mente es que a partir de ese momento ya no se pecará, después de todo uno ha adquirido conciencia de lo que es pecado y ha recibido al Espíritu Santo mediante la imposición de manos después del bautismo, pero la realidad es que en el andar por el Camino uno sigue tropezando, cayendo, vamos: pecando, lo cual puede generar un sentimiento adverso que, si no se mira con la correcta perspectiva, puede desanimarnos de alcanzar las promesas que se nos han dado.

 

Primeramente hay que tener claro que el hecho de venir a salvación, de saber lo que es pecado y de tener el Espíritu de Dios no es garantía de que no se volverá a pecar, ¿por qué?, porque seguimos militando en la carne y, como escribe Pablo a los de Galacia, “el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis”. Luego entonces los tropiezos, las caídas, son parte de aquello en que la carne contiende contra el Espíritu.

 

En segundo lugar, si las condiciones señaladas anteriormente respecto del llamamiento al que se ha respondido fueran garantía de ya no pecar, la misma Palabra no señalaría que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”. ¿Te fijas?, no es justo quien no cae sino aquel que cayendo se vuelve a levantar.

 

En tercer lugar, si al venir a salvación uno ya no pudiese pecar, Juan, escribiendo, no a los gentiles y paganos, sino a la iglesia, no hubiera señalado que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” para señalar más delante “y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, lo cual implica, para los elegidos, la posibilidad casi cierta de que se tropezará, de que se caerá, vamos: de que se pecará, pero que ante ello debe uno procurar el perdón ante el Padre por medio de Jesucristo.

 

La explicación de todo lo anterior debe ser clara para los elegidos como Pablo les expone a los de Roma cuando les dice “porque Dios ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos”, y cuando dice a todos no se refiere solo a los gentiles o paganos sino incluso a los elegidos.

 

Pero de la misma forma en el Padre nos tiene misericordia ante los tropiezos, las caídas, los pecados que uno comete en el andar en el Camino, de igual forma uno debe tener misericordia para con los demás, sean hermanos en la fe o no, como se relata en la parábola de los dos deudores donde a uno se le perdona mucho pero ese a su vez no perdona al que le debe poco concluyendo con aquel “así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.

 

De esta forma es claro que en nuestro andar por el Camino experimentaremos tropiezos, caídas, vamos: pecados, pero que si nos mantenemos fieles hasta el final, levantándonos, buscando el perdón y siguiendo nuestro andar,  alcanzaremos las promesas que se nos han dado, pues, qué curioso, el camino al destino "Éxito" necesariamente pasa por la estación "Caída".

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Gálatas 5:17; Romanos 7:15; Salmos 19:12,13; Proverbios 24:16; 2 Corintios 4:9; Job 5:19; 1 Juan 1:8; Proverbios 20:9; Romanos 3:10; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Corintios 4:14; Mateo 18:23-35; Marcos 11:26; Santiago 2:13

 


martes, 9 de noviembre de 2021

En la vida, carga lo que te hace mejor y deja lo que no, ¡ah!, y no olvides que al revés no funciona

 


La conciencia con la que Dios nos ha dotado, sobre todo en cuanto al andar en el Camino, tiene su ventaja pero también una desventaja. La ventaja es del lado divino, en cuanto al correcto andar, ya que si nos apartamos, si nos desviamos, la conciencia nos redarguye; la desventaja es del lado de nuestra carnalidad ya que en ocasiones esa conciencia puede ser tan quisquillosa que nada la satisfaga y constantemente nos esté recriminando.

 

Sobre esto, Pablo escribiendo a los de Roma les dice, “bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba”. Fijémonos como es que Pablo hace hincapié en que aquella condena puede provenir de uno mismo pero en lo que uno mismo aprueba, es decir, apunta a esa conciencia escrupulosa que puede sernos de tropiezo, es por eso que en la primera parte de esa misma cita señala “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios”, de esta forma no es nuestra conciencia la que debe guiarnos por sí y para sí, sino conforme a la Palabra, escrita y hecha carne, sin permitir que aquella nos ponga o nos quite respecto de la misma.

 

¿Y cómo lograr esto?, la verdad no es fácil, si lo fuera no implicara un reto para el cristiano, pero en ello tenemos primeramente al Espíritu de Dios que hemos recibido el cual nos va guiando a toda verdad, y en segundo lugar tenemos a la Palabra, tanto escrita como hecha carne, en la cual nos vamos ejercitando.

 

Sobre esto último Pablo les dice a los hebreos “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”, de esta forma primeramente debe uno pasar del alimento líquido, las verdades de salvación, los principios doctrinales pues, a las verdades de comprensión, pero —y esto es muy importante— no quedándose meramente en la cuestión cognitiva, del entendimiento, sino pasar a la acción y poner por obra esa fe que se dice profesar.

 

Sobre esto Jacobo, el medio hermano de Jesús, es más que claro: “Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno oye la palabra, y no la pone por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.  Porque él se consideró a sí mismo, y se fue, y luego se olvidó qué tal era.  Mas el que hubiere mirado atentamente en la perfecta ley, que es la de la libertad, y perseverado en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este tal será bienaventurado en su hecho”.

 

Por último, y siendo reiterativo en esto, el redargüir de la conciencia es necesario para nuestra corrección, edificación, perfeccionamiento y santificación, pero eso debe ser acorde a la Palabra, no a nuestros pensamientos o sentimientos, por eso Juan en su primer carta señala “amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios”, así que ya lo sabes en la vida, carga lo que te hace mejor y deja lo que no, ¡ah!, y no olvides que al revés no funciona.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Romanos 14:22; Santiago 3:13; Juan 16:13; 1 Corintios 2:10-13; Hebreos 5:14; 1 Corintios 2:6; Santiago 1:22-25; Mateo 7:24-27; 1 Juan 3:21; Efesios 3:10-12


martes, 2 de noviembre de 2021

Grandes sueños implican grandes sacrificios pero traen grandes satisfacciones

 


Cuando uno responde al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo debe tener muy en cuenta que esto no implica que la vida ha quedado resuelta, al contrario, muy claramente Jesús dijo a los suyos, y en su figura a todos nosotros, “en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

 

De esta forma aquellas promesas que hemos recibido, las cuales podemos señalar como sueños, pero no en el sentido onírico sino como la meta que deseamos alcanzar, llevan de por medio sacrificio para ello.

 

Sobre esto, Pablo escribiendo a los de Corinto les dice en su primera carta “¿no sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.  Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.

 

Esta presentación de ideas implica una prioridad en lo que uno desea. Existen las metas temporales pero los elegidos vamos por la atemporales, por las metas eternas, siendo que, en el símil que maneja Pablo, existe una lucha que debemos estar dispuestos a dar.

 

Y más aún, en su segunda carta a Timoteo le aclara “tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.  El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero”.

 

En el mismo sentido de lo dicho, quien desea algo que es de mayor valor, debe ser capaz de hacer los sacrificios necesarios para ello incluso aunque eso implique perder aquello que es de menos valor, y ¿qué hay de menos valor que las promesas que se nos han dado?, pues nada menos que “la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida”, ¿y por qué es de menos valor?, pues simple y sencillamente porque “el mundo pasa, y también sus pasiones” siendo que las metas eternas son de mayor valor pues  como señala la Palabra “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

 

En la misma línea de pensamiento, en el sello del testimonio, el libro de Revelación, Jesús mismo señala “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”, así que no lo olvides grandes sueños implican grandes sacrificios pero traen grandes satisfacciones.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Juan 16:33; Hechos 14:22; Romanos 8:37; 1 Corintios 9:24-25; Filipenses 3:14; Hebreos 12:1; 2 Timoteo 2:3-6; 2 Timoteo 2:9-10; 2 Corintios 1:6; 1 Juan 2:16-17; Romanos 13:14; Efesios 2:3; Revelación 2:10; Mateo 10:28; Lucas 21:12


martes, 26 de octubre de 2021

Trabajar en equipo no es solo que todos reman hacia una dirección sino que incluso todos construyen el barco

 


La vida cristiana, contrariamente a lo que algunos creen, no es una vida en soledad. Es cierto que cada quien responderá de sus actos ante el tribunal divino, pero eso no quiere decir que uno sea completamente apático respecto de los demás, sean del mundo como de la iglesia.

 

Si lo anterior un fuese así, respecto del mundo nuestro Señor no nos hubiera instruido diciendo “id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado” o también “que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”, y en cuanto a los miembros del Cuerpo de Cristo, Pablo de manera inspirada no los hubiera exhortado diciendo “alentaos los unos a los otros, y edificaos el uno al otro, tal como lo estáis haciendo” o también señalando “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”.

 

Sobre esto último, después de equiparar al Cuerpo de Cristo con el cuerpo humano, Pablo cierra el discurso expositivo señalando “antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.  De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”.

 

Sobre todo lo anterior, es interesante que de los Diez Mandamientos, los primeros cuatro marcan una relación personal entre Dios y uno, pero los otros seis restantes tienen que ver con la relación de uno con los demás, de nuevo: sean del mundo o sean de la iglesia de Dios.

 

El resultado de todo esto es, en cuanto a los del mundo que respondan al llamado del Padre para venir a salvación en el presente siglo,  acrecentar la familia de Dios, y en el caso de los miembros del Cuerpo de Cristo, crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo, como escribe Pablo a lo de Éfeso: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,  en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;  en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”, después de todo trabajar en equipo no es solo que todos reman hacia una dirección sino que incluso todos construyen el barco.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

Romanos 2:6; Job 34:11; Marcos 16:15-16; Isaías 2:3; Lucas 24:47; Hechos 17:30; 1 Tesalonicenses 5:11; Judas 1:20; Hebreos 10:24-25; Romanos 15:1,2; 1 Corintios 12:22-27; 2 Corintios 1:11; Efesios 2:19-22; Filipenses 3:20; Colosenses 1:10; 2 Pedro 3:18; Efesios 2:12; Isaías 14:1