Generalmente
cuando se oye hablar de personajes bíblicos como Noé, Abraham, Moisés o David,
entre otros, uno tiende a idealizarlos como sin error alguno poniéndolos casi
casi fuera del alcance de nuestra comprensión su vida misma.
Dado
que toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instruir en justicia, si uno lee en ella la vida de todos
los personajes bíblicos, incluso de aquellos que podríamos llamar ejemplares,
podrá darse cuenta que eran gente como nosotros, con defectos y virtudes, con
debilidades y fortalezas, pero con un deseo de responder al llamado que Dios había
hecho en su vida.
Cuando uno tropieza en esta vida, cuando uno cae,
tiende a ser sumamente estricto con uno mismo al grado, en ocasiones, de verse
y considerarse indigno del llamamiento del que uno ha sido objeto,
contrariamente a este pensamiento la Escritura nos dice que Dios no ha escogido
ni a lo sabio, ni a lo fuerte, ni a lo estimable de este mundo, sino que
escogió a lo necio, a lo débil, a lo vil, para que nadie pueda jactarse en su
presencia.
Si tú, como yo, te consideras dentro de los elegidos
como parte de este segundo grupo, entiende que sólo los llamados que sean
elegidos, y los elegidos que sean fieles, son los que llegando al final de la
carrera obtendrán la corona que Dios mismo ha prometido.
Pero volviendo a las ideas iniciales, ¿un justo
nunca tropieza, un justo nunca cae? Si pensamos eso vamos contra la Escritura
pues la misma señala que no una, ni dos, ni tres veces cae el justo sino
incluso siete, pero la diferencia con el pecador es que el justo se levanta esa
misma cantidad de veces que cae.
De igual forma, Juan haciendo eco de esto, en su primer
carta deja claro que si bien los consejos dados por la Escritura son con el fin
de que nos mantengamos en perfección y santidad, si llegamos a pecar –con lo
cual reconoce que incluso los llamados, los elegidos y los fieles pueden pecar- señala que Cristo,
nuestra propiciación, actúa como nuestro abogado ante el Padre para obtenernos
perdón.
El claro entendimiento de esto permite quitar del
cristiano una carga imposible de llevar: la de su misma imperfección, pero de
igual forma debe verse desde la correcta perspectiva pues lo anterior, como
señala de igual forma la Escritura, no implica una licencia para seguir
pecando. Como Pablo señala al escribir a los Romanos “¿Qué concluiremos? ¿Qué vamos a persistir en
el pecado, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos
muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?”
Cuando leamos sobre los grandes héroes de la
Biblia fijémonos que como nosotros, a pesar de que todo tenían en contra,
estaba a su favor algo mayor: Dios, de esta forma si ves a un triunfador, verás
una persona que se ha levantado tantas veces como se ha caído, y sigue de pie.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2 Timoteo 3:16-17; 1 Corintios 1:27-31; Revelación
17:14; 1 Corintios 9:24; 2 Timoteo 4:8; Proverbios 24:16; Romanos 6:1-2; Romanos
8:31
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