Desde
la desobediencia de nuestros primeros padres, la humanidad siempre ha tratado
de quitar de sobre sí las responsabilidades que sus actos acarrean. Adán ante
Dios señalaba a la mujer como responsable de haberle dado el fruto del árbol
prohibido. De igual forma cada uno de nosotros puede de una manera u otra
tratar de hacer responsable a los demás de nuestras decisiones y por lo tanto
exonerarnos de sus consecuencias.
Pero bueno, una cosa son los pensamientos de los
hombres y otra muy distinta los pensamientos de Dios y en este sentido la Escritura
es muy clara en que cada quien responderá de sus propios actos, de sus propias
decisiones, y por ende, las consecuencias
que de ellos se acarree.
La noción anterior puede verse desde tres
perspectivas. La primera, la más evidente, tiene que ver con nuestra salvación.
Debemos mantenernos ocupados en nuestra salvación con temor y con temblor. Temor
para hacer el bien y odiar el mal, y temblor para no dejar que nada ni nadie
nos arrebate las promesas.
La segunda es para no andarnos metiendo en la
vida de los demás ni como jueces, ni como maestros, ni como preceptores, nadie
es más que los demás, nadie tiene la verdad última y perfecta, todos estamos
siendo edificados, y a todos se nos ha
dispensado la infinita misericordia y el eterno amor del Padre al habernos sido
llamados a salvación.
La tercera, y tal vez la más sutil y que deviene
de las otras dos, es que debemos ejercer misericordia hacia el hermano y siendo
testimonio de Aquel que nos ha llamado a salvación, ayudar al más débil en la
fe, sin ser piedra de tropiezo, para su propia corrección, edificación y salvación,
siempre con caridad y con extrema humildad.
Es así como esa responsabilidad que sobre
nuestras decisiones y nuestras acciones tenemos no debe ser egoístamente
entendida como pretexto para convertirnos en una isla y desatendernos de los
demás, todos somos responsables de todos, pero no con un sentido de
superioridad unos con otros sino de humildad y fraternal caridad.
Siguiendo la enseñanza de nuestro Señor Jesús,
debemos primero trabajar en las vigas que tengamos en nuestros ojos y luego
ayudar al hermano con la paja que pudiera tener en el suyo, después de todo hay
algo que nadie nunca te podrá quitar y es la capacidad y responsabilidad de
tomar tus propias decisiones. Nadie más que tú eres responsable de tu vida.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Génesis 3:12; Isaías 55:8; Romanos 14:12; Gálatas
6:5; Eclesiastés 12:14; Filipenses 2:12-16; Revelación 3:11; Lucas
6:37; Mateo 7:1; Mateo 23:8,10; Colosenses 2:7; Efesios 2:20; Judas 1:20; Efesios
2:4-5; 1 Pedro 5:10; Tito 2:11-12; 2 Timoteo 1:9; Ezequiel 3:19; Lucas 17:3; Santiago
5:19; Mateo 18:15; Mateo 7:5; Lucas 6:42
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