martes, 25 de agosto de 2020

Detener tu andar no mantiene la distancia entre tú y tus sueños sino que la incrementa

 

Generalmente, sobre todo en el pensamiento del mundo, se tiene la idea de que la vida cristiana es fácil, que no implica mayor problema, pero la realidad es que esto es más bien al revés ya que los cristianos no batallamos solamente con lo que los del mundo batallan sino que adicionalmente nos esforzamos por vivir según los estándares de Aquel que nos ha llamado a salvación.

 

Esto es cansado, frustrante, y en ocasiones a más de uno puede haberle pasado por la mente el dejar de luchar, el detener su andar. Entendamos algo: somos carne y, como dijo  nuestro Señor, “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”, es por ello que es válido, de hecho es recomendable, en ocasiones descansar de nuestro andar.

 

En una ocasión, en el trajín de sus idas y venidas, Jesús les dijo a sus discípulos “venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun tenían tiempo para comer”, de esta forma está más que claro que incluso en nuestro caminar es recomendable, es necesario en ocasiones descansar.

 

Pero ese descansar no debe confundirse con dejar de luchar, dejar de esforzarnos por alcanzar las promesas que se nos han sido dadas. Mira como presenta ese claudicar la Escritura: “El perezoso mete la mano en el plato, pero se fatiga de llevársela a la boca”, ¿te fijas?, espiritualmente en la persona del perezoso se tiene alguien que si bien tiene hambre espiritual su propia desidia le impide saciarla.

 

Pablo, escribiendo a los de Filipo, los exhorta en su misma persona para que no se confíen diciendo “no que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. ¿Te fijas como dice “por ver si logro asir aquello”?, de esta forma deja más que claro que mientras andemos por el Camino, en tanto no lleguemos a las promesas que se nos han sido dadas, no debemos dejar de alcanzar aquellas so pena de no conseguirlas, como dijo nuestro Señor Jesús: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.

 

Las promesas que se nos han dado no son cosa menor: la salvación, la vida eterna, el llegar ser parte de la familia de Dios, eso excede con mucho cualquier cosa que en este mundo pudiéramos imaginar, pero de igual forma se requiere de nosotros ese esfuerzo por alcanzarlas, descansando, sí, cuando este andar nos fatigue, pero nunca dejando de avanzar en el Camino, después de todo detener tu andar no mantiene la distancia entre tú y tus sueños sino que la incrementa

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

Mateo 26:41; Lucas 21:36; Marcos 6:31; Proverbios 19:24; 26:15; Filipenses 3:12; 1 Corintios 9:24; Mateo 7:13-14; Lucas 13:24; 1 Pedro 1:8-9; 2 Corintios 4:18; 1 Pedro 5:10; 2 Corintios 4:17; Efesios 2:19; Filipenses 3:20


martes, 18 de agosto de 2020

¿Qué no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!

 

Si tuviéramos que hablar de una característica en común en cuanto a todas las personas ésta bien podría ser la constante insatisfacción que permanentemente se tiene ante la vida. En el caso del cristiano esto es igual, lo cual es entendible pues no estamos llamados a menos que a ser santos y perfectos, lo cual, mientras no se logre, nos hará sentir incompletos.

 

Ante esta insatisfacción relacionada con nuestro actual vivir hay dos opciones: ceder ante la imposibilidad de lograr en esta vida esa satisfacción deseada o bien hacer algo para cambiar esa situación.

 

Frente a esta disyuntiva el mundo, si bien constantemente está tratando de cambiar esa situación, lo hace por un camino que trae más insatisfacción y, lo que es peor, que en muchos de los casos conduce a aquello que no se desea, ya que como bien se sabe hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.

 

En el caso de los elegidos lo anterior debería ser radicalmente opuesto, es decir, a sabiendas que no es nuestro esfuerzo el que logra se concreticen las promesas del Padre recibidas, se tiene muy en claro que solamente poniendo por obra esa fe que se dice profesar puede cambiarse en parte nuestra actualidad pero de manera total nuestra eternidad.

 

Esto pareciera ser una contradicción, es decir, ¿para que esforzarnos si no depende de nosotros alcanzar aquello que se nos tiene reservado?, pero la realidad es que ese esfuerzo es requerido primero para que el Padre forme en nosotros, a través de Su Santo Espíritu, Su propio carácter perfecto y santo, y segundo para evidenciar ese deseo de alcanzar aquellas promesas.

 

Es algo así como el niñito que se esfuerza por dar sus primeros pasos, es más que evidente que todavía no sabe, es más: no puede caminar por sí mismo, pero el solo hecho de intentarlo lo va fortaleciendo para en un momento futuro poder caminar, de igual forma, si el padre lo ve haciendo ese esfuerzo se inclina, lo toma, y lo ayuda en el mismo, apoyo sin el cual lo más probable es que el niño no pudiera aprender a caminar, pero si el padre no ve esfuerzo alguno  tampoco obligaría al hijo a ello pues eso no solo sería contraproducente sino incluso dañino en su desarrollo.

 

De igual forma, y aunque se sabe que la plenitud de las promesas pertenece al reino venidero, hay efectos relacionados con un buen vivir, con un sano vivir, con un santo vivir, que desde ya comienzan a beneficiarnos, como escribe Pablo en su segunda carta a los de Corinto: “Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.

 

La otra opción, a saber: la de la desidia ante la vida cediendo a esta y renunciando a todo esfuerzo, ni natural ni mucho menos espiritualmente tiene sentido si quiera considerarla, pero la misma debe  identificarse para reconocerla cuando nuestra carnalidad nos impulse a ello para que, con la luz y fuerza que deviene del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios, remontar esa tendencia material sabiendo que estamos llamados a una eternidad gloriosa, así que ya lo sabes: ¿Qué no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

1 Pedro 1:16; Levítico 11:44; Mateo 5:48; Deuteronomio 18:13; 2 Corintios 7:1; 2 Corintios 6:17,18; Proverbios 14:12; Mateo 7:13,14; Santiago 2:18; Mateo 7:16; Santiago 3:13


martes, 11 de agosto de 2020

Si quieres algo encontraras el camino para alcanzarlo y si no lo hay ¡tu mismo lo trazaras!

 

¿Te has dado cuenta de cómo cuando uno quiere algo busca las maneras de lograrlo?, si ya hay maneras establecidas para lograr algo uno las sigue, pero si no, uno es capaz incluso de inventar nuevas formas para alcanzar aquello que desea.

 

En la vida cristiana pasa casi igual con la única diferencia que el camino ya está trazado, es Cristo mismo, pero —y aquí viene la parte interesante— el cómo lo sigas depende de ti, así que en cierta forma tu inventarás esas nuevas maneras, nuevas al menos para ti, para alcanzar tu objetivo que son las promesas del Padre.

 

Este inventar nuevas formas no está en contraposición del Cuerpo de Cristo, la iglesia de Dios, y sus doctrinas, siendo éstas las que establecen la base de todo pensamiento, como Pablo escribe a Timoteo en su primer carta: “ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza; persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan”, sino que más bien esas nuevas formas tienen que ver con explotar tu potencial en el Camino para gloria de Dios, para la construcción del Cuerpo de Cristo y para tu propia edificación.

 

En cuanto al Cuerpo de Cristo, Su iglesia, ¿te gusta cantar?, canta en la congregación, es más ¡inventa canciones para Dios!, ¿te gusta enseñar?, apoya en los estudios, en la instrucción, ¿te gusta pintar, escribir, administrar, lo que sea?, siempre habrá algo que hacer para el Cuerpo de Cristo, algo que deberás encontrar que es y desarrollarlo, explotarlo, como dice Pablo escribiendo a los de Roma “si el de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría”, siempre y en todo momento considerando ese orden y decencia que también Pablo recomienda, en su primer carta a los de Corinto, para todo lo que se haga en la congregación

 

En cuanto a tu propia edificación, ¿tienes algún debilidad en tu vida espiritual?, fortalece ese aspecto de ella, ¿hay cuestiones doctrinales que no comprendes?, ponte a estudiar al respecto, ¿consideras te falta intimidad con Dios?, dedica más tiempo a la oración, ¿quieres crecer en algún aspecto, erradicar algo nocivo de tu vida espiritual, crecer en conocimiento de Dios y Su Hijo?, inventa las maneras de ello que se ajusten a ti y te permitan alcanzar aquello para lo que hemos sido llamados, sabiendo , como escribió Pablo a los de Filipo, “que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”.

 

Esperar a que todo nos sea dado o bien a que todo sea hecho por otros, es tener una visión muy pobre de la vida espiritual, el camino hacia las promesas requiere esfuerzo, no un esfuerzo que nos haga digno de ellas ya que las mismas se nos han sido dadas de gracia, sino un esfuerzo que permita evidenciar ante Dios nuestro deseo de obtener aquello que nos ha prometido y que en el camino desarrolle nuestro carácter para reflejar a Cristo en nuestra vida tal como Él es a su vez imagen el Dios invisible, así que ya lo sabes: Si quieres algo encontraras el camino para alcanzarlo y si no lo hay ¡tú mismo lo trazaras!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Juan 14:6; Isaías 35:8,9; 1 Timoteo 4:16; 2 Timoteo 4:2; Tito 2:7,15; Romanos 12:7; 1 Corintios 14:26-40; Filipenses 1:6; Salmos 138:8; 1 Corintios 1:8; Colosenses 1:15


martes, 4 de agosto de 2020

Tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti


Cuando el elegido lee en la Palabra la pregunta reflexiva “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”, puede dar por hecho de que uno no se encuentra en esa situación, pero de igual forma debe considerarse la Escritura cuando dice “el que piensa estar firme, mire que no caiga”.

 

En primer lugar hay que entender que hay mundo y mundo en la Palabra, un mundo en la Palabra se refiere a aquello negativo que está relacionado con el presente siglo: “Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”, otro mundo se refiere a toda la humanidad, tan valiosa para el Padre que mando a Su Hijo para redención de ella: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. En el caso de la cita inicial, dado que menciona mundo en el contexto de ganarlo perdiendo el alma se infiere que el sentido de la palabra es aquel dicho primeramente, es decir, el que tiene connotaciones negativas.

 

Con todo y todo hay que tener cuidado porque algunos ajenos a la verdad, malinterpretando la cita inicial, se han apartado del mundo para vivir una vida de ostracismo, sin considerar que nuestro propio Señor pidió al Padre diciendo “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”, de igual forma Pablo, haciendo eco de esto señalaba a los de Corinto diciendo “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios;  no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.  Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.

 

Pero entonces, ¿de qué debe cuidarse el elegido que ha respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo?, la Palabra claramente lo señala al indicar hacia “la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida”.

 

¿Y cómo saber si algo va en la línea de aquello señalado?, la Escritura dice que “por sus frutos los conoceréis” , ¿y cuáles son los frutos de la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida?, “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,  envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas”; siendo que si algo tiene inclinación a esto, entonces pertenece a aquello que aunque nos produzca gozo, placer o satisfacción, pertenece a ese mundo que pasa en contraposición con aquellos que haciendo la voluntad de Dios permanecen.

 

Los hijos de Dios no hemos sido llamados para ser vasos de ira sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, así que hay que estar muy atentos, vigilantes, velando, después de todo tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Mateo 16:26; Marcos 8:36; 1 Corintios 10:12; 2 Pedro 3:17; 1 Juan 2:16; Efesios 2:3; Juan 3:16; Romanos 5:8; Juan 17:15; 1 Corintios 5:9-11; 2 Tesalonicenses 3:6; 1 Juan 2:16; Efesios 2:3; Mateo 7:20; Lucas 6:44; Gálatas 5:19-21; 1 Corintios 6:9-10; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; 1 Tesalonicenses 5:9; 2 Tesalonicenses 2:13