martes, 18 de diciembre de 2018

Así como el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas



Si nos fijamos, todo en nuestra vida esta de alguna forma planificado por nosotros mismos. Tenemos horarios, citas, reuniones, tenemos metas, objetivos y estrategias. De alguna forma decimos qué queremos lograr y establecemos lo que a nuestro juicio es necesario para ello. Pero ¿y nuestra vida cristiana?

Algo que tiene muy en claro el cristiano es que Dios es quien pone en nosotros el querer y el hacer, de igual forma sabe que la salvación nos es dada por gracia a través de la fe ejercida en el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, más sin embargo de igual forma el cristiano sabe que ha sido llamado a dar fruto y fruto en abundancia.

La parábola de los talentos muestra las dos verdades anteriores, la de la salvación  por gracia y la de las obras para gloria de Dios. Un hombre llama a sus siervos y les da unos talentos. Los talentos se los da gratis, no hay nada que ellos hayan hecho, de hecho los talentos son parte de la riqueza del hombre. Pero no se los da sin esperar nada de sus siervos sino que espera que negocien con ellos y den fruto al grado que reconoce a quienes así hicieron y condena a quien no lo hizo.

Cada uno de nosotros, por la infinita misericordia y el eterno amor del Padre, hemos sido llamados a formar parte de Su familia en Su reino. Si bien hemos respondido ese llamamiento se espera de nosotros llegar a ser fieles y al final, tener fruto en abundancia que mostrar al regreso de nuestro Señor Jesús, quien trae la paga correspondiente a cada uno,  cuando todos seremos juzgados según nuestras obras.

Volviendo sobre la idea inicial, ¿qué tanto de nuestra vida cristiana cuenta, al igual que la vida temporal que ahorita tenemos, de metas y acciones para poder decir que al menos, al menos, estamos trabajando en la obra de Dios?

En este punto hay que aclarar que en esas metas que podamos identificar, hay dos grandes grupos que no deben ser descuidados: las metas de nuestra propia edificación y las metas referidas a nuestra relación con los demás. De nueva cuenta: ambos grupos de metas están correlacionadas y no pueden desligarse.

Si alguien, desligando los dos grupos de metas anteriores, trabaja sólo en su edificación, corre el riesgo de identificarse con aquellas personas que hablando lenguas angelicales, que teniendo profecía y entendimiento de misterios, incluso que teniendo toda la fe, al no tener caridad con los demás lo primero venga a significar nada.

Por otro lado, si alguien trabaja únicamente en su relación con los demás, corre el riesgo de identificarse con aquellas personas que a los demás les profetizan, que les arrojan demonios, que les realizan milagros, todo en nombre Jesús, pero que al final el Señor les dice “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

Los cristianos no hemos sido llamados a estar ociosos, sino a producir frutos de perfección y santidad para la mayor gloria de Dios, de esa forma tu vida espiritual, al igual que tu vida temporal, así como el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor




Referencias:
Filipenses 2:13; Efesios 2:9; Efesios 1:7; 1 Corintios 1:30; 1 Timoteo 2:6; Tito 2:14; Juan 15:16; Tito 3:14; Santiago 2:14-26; Gálatas 5:22-23; Mateo 25:14-30; Romanos 2:5-11; Corintios 13:1-3; Mateo 7:21-23

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