Si
nos fijamos, todo en nuestra vida esta de alguna forma planificado por nosotros
mismos. Tenemos horarios, citas, reuniones, tenemos metas, objetivos y
estrategias. De alguna forma decimos qué queremos lograr y establecemos lo que
a nuestro juicio es necesario para ello. Pero ¿y nuestra vida cristiana?
Algo
que tiene muy en claro el cristiano es que Dios es quien pone en nosotros el
querer y el hacer, de igual forma sabe que la salvación nos es dada por gracia
a través de la fe ejercida en el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, más
sin embargo de igual forma el cristiano sabe que ha sido llamado a dar fruto y
fruto en abundancia.
La parábola de los talentos
muestra las dos verdades anteriores, la de la salvación por gracia y la de las obras para gloria de
Dios. Un hombre llama a sus siervos y les da unos talentos. Los talentos se los
da gratis, no hay nada que ellos hayan hecho, de hecho los talentos son parte
de la riqueza del hombre. Pero no se los da sin esperar nada de sus siervos
sino que espera que negocien con ellos y den fruto al grado que reconoce a
quienes así hicieron y condena a quien no lo hizo.
Cada uno de nosotros, por la
infinita misericordia y el eterno amor del Padre, hemos sido llamados a formar
parte de Su familia en Su reino. Si bien hemos respondido ese llamamiento se
espera de nosotros llegar a ser fieles y al final, tener fruto en abundancia
que mostrar al regreso de nuestro Señor Jesús, quien trae la paga
correspondiente a cada uno, cuando todos
seremos juzgados según nuestras obras.
Volviendo
sobre la idea inicial, ¿qué tanto de nuestra vida cristiana cuenta, al igual
que la vida temporal que ahorita tenemos, de metas y acciones para poder decir
que al menos, al menos, estamos trabajando en la obra de Dios?
En
este punto hay que aclarar que en esas metas que podamos identificar, hay dos grandes
grupos que no deben ser descuidados: las metas de nuestra propia edificación y
las metas referidas a nuestra relación con los demás. De nueva cuenta: ambos
grupos de metas están correlacionadas y no pueden desligarse.
Si
alguien, desligando los dos grupos de metas anteriores, trabaja sólo en su edificación,
corre el riesgo de identificarse con aquellas personas que hablando lenguas
angelicales, que teniendo profecía y entendimiento de misterios, incluso que
teniendo toda la fe, al no tener caridad con los demás lo primero venga a
significar nada.
Por
otro lado, si alguien trabaja únicamente en su relación con los demás, corre el
riesgo de identificarse con aquellas personas que a los demás les profetizan,
que les arrojan demonios, que les realizan milagros, todo en nombre Jesús, pero
que al final el Señor les dice “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de
maldad”.
Los
cristianos no hemos sido llamados a estar ociosos, sino a producir frutos de
perfección y santidad para la mayor gloria de Dios, de esa forma tu vida espiritual,
al igual que tu vida temporal, así como
el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones
cotidianas para ser alcanzadas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Filipenses 2:13; Efesios 2:9; Efesios 1:7; 1
Corintios 1:30; 1 Timoteo 2:6; Tito 2:14; Juan 15:16; Tito 3:14; Santiago
2:14-26; Gálatas 5:22-23; Mateo 25:14-30; Romanos 2:5-11; Corintios 13:1-3; Mateo
7:21-23
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