miércoles, 26 de junio de 2019

No seas tú quien te ponga límites... y no dejes que sean los demás quienes lo hagan



Parte inherente a la naturaleza humana es el “no creo poder”. Esta frase no nace de un análisis serio sino más bien de una sensación de desasosiego ante los retos que la vida nos impone, de igual forma, esto no es diferente en la vida del cristiano, con todo y todo no estamos llamados a conformarnos a esa naturaleza inherente a nosotros sino llamados a un futuro de gloria, verdad y libertad.

“Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”, ¿sabes quién dijo eso? Moises cuando Dios le pidió fuese a hablar con Faraón. “¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy joven”, y esto ¿quién lo dijo? Jeremías cuando Dios le pidió fuese a profetizar a su pueblo. “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”, y esto otro ¿quién lo dijo? Isaías cuando Dios se le aparece y le hace su llamamiento.

Pero no sólo nosotros llegamos a ponernos límites, en ocasiones son los demás también los que desean ponérnoslos. “Y el filisteo dijo a David: ¿Acaso soy un perro, que vienes contra mí con palos? Y el filisteo maldijo a David por sus dioses”, ese filisteo era Goliat quien menospreció a David cuando este se le enfrentó. “Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: !Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”, estos que se juntaron contra Moisés y Aharón fueron Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de Rubén así como doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación.

En el primer caso, cuando nosotros nos ponemos límites, nuestra mirada está puesta en nuestras debilidades, en nuestras torpezas, en nuestras cobardías, ¡pero no es en nosotros en quien debemos tener la mirada sino en Aquel que nos ha llamado! “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante,  puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

En el segundo caso dejamos que sean los demás, igual de falibles que nosotros, quienes nos digan qué podemos hacer y qué no podemos hacer, más sin embrago ¿qué nos dice Dios? “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

Si de nosotros dependieran las Promesas difícilmente habría algo que nos diera esperanza, pero no depende de nosotros sino de Aquel que nos llamó, quien hace posible lo imposible, así que “no que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios”, estando, como dice la Escritura, “persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, así que no seas tú quien te ponga límites... y no dejes que sean los demás quienes lo hagan.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Éxodo 4:10; Jeremías 1:6; Isaías 6:5; 1 Samuel 17:43; Éxodo 2:14; Hebreos 12:1-2; 2 Corintios 12:9; Mateo 19:26; Génesis 18:14; Jeremías 32:17; 2 Corintios 3:5,6; Filipenses 1:6; Salmos 138:8; 1 Corintios 1:8


miércoles, 19 de junio de 2019

El mediocre siempre se andará justificando del por qué no hizo las cosas, el excelente dejará que sus resultados hablen



El cristiano no está llamado para una vida mediocre sino para una vida de excelencia, “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” dijo Cristo, y es abundancia implica la totalidad de lo que somos. El exhorto escritural de ser perfectos como nuestro Padre lo es no deja lugar a duda de que la mediocridad no es a lo que estamos llamados.

Mediocre es una palabra muy fuerte que a nadie gusta, menos como distintivo de nuestro actuar, pero curiosamente aunque sea una palabra fuerte muestra una debilidad de carácter de aquel que presenta esta característica: apunta a alguien incompleto, débil, sin metas ni fundamentos, sin capacidad. Claro que en la mente de quien actúa así siempre habrá un justificante, absurdo y caprichoso en el mejor de los casos, pero irrelevante al fin de cuentas.

En el capítulo 13 del primer libro de Samuel tenemos la historia del sacrificio del Rey Saúl. Como sabemos, los sacrificios sólo podían hacerlos los responsables del culto, en este caso el Profeta Samuel era el encargado, pero el Rey Saúl, abrogándose esta facultad ofreció el sacrificio por sí mismo ganándose que Dios lo desechara como rey.

Lo interesante de esta historia es la justificación que dio el Rey Saúl al Profeta Samuel: “Pues, como vi que la gente se desbandaba, que tú [Samuel] no llegabas en el plazo indicado, y que los filisteos se habían juntado en Micmás, pensé: “Los filisteos ya están por atacarme en Guilgal, y ni siquiera he implorado la ayuda del Señor”. Por eso me atreví a ofrecer el holocausto”. ¿Y cuál fue la respuesta del Profeta  Samuel? “¡Te has portado como un necio! No has cumplido el mandato que te dio el Señor tu Dios. El Señor habría establecido tu reino sobre Israel para siempre, pero ahora te digo que tu reino no permanecerá. El Señor ya está buscando un hombre más de su agrado y lo ha designado gobernante de su pueblo, pues tú no has cumplido su mandato”.

¿Qué movió al Rey Saúl a desobedecer?, ¿acaso era malo en sí mismo?, ¿deseaba realmente desobedecer a Dios? Para nada, vemos en su respuesta que lo que lo movió fue el miedo, sobre todo a lo que los demás pensaran e hicieran y que le llegase a afectar. Con todo y todo creyó hacia bien, pero su pensamiento no validaba la corrección de sus acciones.

“Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová”, en la Escritura, en ese sentido, ¿es sensato quererse llevar por lo que el corazón dicte sobre cosas que ya ha establecido Dios como son y cómo deben hacerse? No tiene sentido y lo que es peor: es bastante riesgoso: “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte”.

La mejor manera, no: la única manera de lograr la excelencia en la vida cristiana es obedeciendo Dios, quien así actúe no tendrá una conciencia que lo recrimine y, con la ayuda del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros, podrá estar en pie a la venida del Hijo del Hombre, después de todo el mediocre siempre se andará justificando del por qué no hizo las cosas, el excelente dejará que sus resultados hablen.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Juan 10:10; 5:40; Mateo 5:48; Deuteronomio 18:13; 2 Corintios 7:1; Colosenses 1:28; 1 Samuel 13:1-15; Isaías 55:8; Oseas 14:9; Proverbios 14:12; 12:15; 1 Juan 3:21; Romanos 14:22; Lucas 21:36; 2 Corintios 4:14; Romanos 2:6; Revelación 22:12

miércoles, 12 de junio de 2019

Cuida ante todo quedar bien contigo mismo, ¡eres la única persona que estará contigo toda la vida!


El cristiano no está ajeno ni al mundo ni a la sociedad en la cual se desenvuelve, Cristo mismo consciente de esto pidió al Padre por sus seguidores, no para que fueran sacados de aquí sino para que fueran guardados del Enemigo, con todo y todo en ocasiones el cristiano puede deslizarse y buscar más bien el agrado de los demás.

Esto no es privativo de uno, Pedro mismo tratando de no ser señalado por los judaizantes de su tiempo, se retraía de socializar con los paganos cuando aquellos venían, actitud que le ganó una reprimenda de parte de Pablo. ¿Qué quiere decir esto? Nada, simple y sencillamente que Pedro era un humano, como tú y como yo.

Con todo y todo “todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza”, así que de ello debemos aprender, ¿qué cosa? En este caso a quedar bien con uno mismo.

Esto de quedar bien con uno mismo, para el cristiano, implica clara y contundentemente poner a Dios primero que todo y en función de eso evaluar cómo nos sentimos en nuestra conciencia, por eso Pablo escribiendo a los Romanos les decía “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios.
Bienaventurado el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba”

Juan en su primera carta señalará lo mismo al indicar que “si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios”, así que cuando se exhorta a quedar bien con uno mismo no es de una manera ajena e independiente de Dios, sino sujeta y sometida a Su voluntad usando nuestra conciencia a la luz de lo que el Padre espera de nosotros, ¿y qué espera? Nada más y nada menos que perfección y santidad, por eso Pablo ante Félix le decía “por esto, yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres”.

Como colofón de esto puede decirse que nuestra conciencia, el sentirnos bien con uno mismo, para el cristiano, implica poner a Dios primero que todo y en función de la fe y esperanza que deviene de ello buscar vivir conforme a Su voluntad, de ahí la importancia del examen de conciencia que Pablo presenta en su carta a los Gálatas: “¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”.

Cada uno rendirá cuentas ante de Dios de lo que hizo y de lo que no, de lo que creyó y de lo que dejó de creer, del testimonio que dando edificó o más bien destruyó, siendo que si nuestra conciencia no está cauterizada puede sernos de mucha utilidad para evaluar nuestro decir y nuestro hacer a la luz del Padre en Cristo Jesus por Su Santo Espíritu que mora en nosotros, así que cuida ante todo quedar bien contigo mismo, ¡eres la única persona que estará contigo toda la vida!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Referencias:
Juan 17:15; Gálatas 2:11-14; Romanos 15:4; Romanos 14:22; 1 Juan 3:21; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Hechos 24:16; Gálatas 1:10; Romanos 14:12; 1 Timoteo 4:2

miércoles, 5 de junio de 2019

Recuerda esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega Alguien y las hace!



Si pusiéramos las cosas en perspectiva, desde un punto de vista eminentemente humano, tendríamos más que de sobra para sentirnos deprimidos, abatidos. Pablo escribiendo a los Efesios les decía, y en su figura a nosotros, que nuestra lucha es “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, ¿Quién podrá creer que ante esto tiene la más remota posibilidad de salir triunfante?

Es natural que desde nuestro punto de vista veamos la salvación como algo casi imposible, pero hay que entender que nuestros pensamientos no son los de Dios  ni nuestros caminos Sus caminos y que nuestra naturaleza es contraria a Su naturaleza, es así que más que ver esta lucha desde nuestro punto de vista hay que verlo desde el punto de vista de Dios, después de todo lo que es imposible para nosotros es posible para Él.

Con todo y todo no podemos negar la debilidad carnal que ahorita tenemos, pero ¿qué nos dice la Escritura al respecto?, Cristo respondiendo a Pablo respecto a las debilidades que presentaba, y en su persona respondiéndonos a nosotros, le dice «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad», y Pablo entendiendo esto reflexiona “por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo”.

Volviendo sobre la idea anterior, Pablo escribiendo a los Romanos la aclara aún más al señalar que “en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos”, luego entonces más que fijarnos en todo aquello de lo que carecemos para ganar esta batalla a la que hemos sido convocados, más bien debemos pedir la ayuda de Aquel que puede fortalecernos ya que “Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

Ahora bien, todo esto se oye esperanzador, pero ¿qué sugerencias prácticas tiene la Escritura para salir a enfrentar esta batalla a la que hemos sido convocados con la esperanza de triunfo?  “pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios”.

Volviendo a la pregunta inicial, ¿Quién podrá creer que ante todo lo que tenemos en contra podemos pensar en tener  la más remota posibilidad de salir triunfante?, Pablo escribiendo a los Romanos revira esto preguntando más bien “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?... Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó”, aclarando en esa misma carta que  que “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”, y escribiendo a los Filipenses les dice sobre esto  “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Si esta batalla dependiera enteramente de nosotros la habríamos perdido desde antes de iniciar, pero esta batalla es de Dios, quien pelea por nosotros y quien lleva a término lo que desde la eternidad pensó para cada uno, así que recuerda esto: muchas cosas han parecido imposibles... ¡hasta que llega Alguien y las hace!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Referencias:
Efesios 6:12; Isaías 55:8-9; Romanos 8:5; Lucas 18:27; 2 Corintios 12:9; Romanos 8:26; 2 Timoteo 1:7; Efesios 6:13-17; Romanos 8:36, 37; Romanos 8:31; Filipenses 4:13; Deuteronomio 3:22