martes, 28 de junio de 2022

Lo que eres no se demuestra con lo que tienes, sino con lo que dices y con lo que haces

 


Un problema en el mundo que se dice cristiano es la dicotomía relativa  a la fe y las obras. Pablo escribiendo a los de Éfeso les aclara “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Esta cita, así como otras en la Escritura, es muy clara en cuanto a que la salvación no es por obra sino por gracia a través de aceptar el sacrificio redentor de Jesús.

 

El problema con lo anterior es que el mundo que se dice cristiano, al comprender que la salvación es por gracia, deja de lados las obras pues considera no solo que éstas son innecesarias sino que incluso son contrarias al espíritu cristiano pues el hacerlas implica reconocer que el sacrificio de Jesús fue imperfecto, incompleto. Pero nada más alejado de la verdad escritural.

 

En efecto, la salvación es por gracia a través de aceptar el sacrificio redentor de Jesús, pero una vez venidos a salvación se espera de nosotros que actuemos en consecuencia. Pablo, sobre esto, escribiendo a los de Roma les dice “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”

 

Mira, te lo voy a poner con un ejemplo burdo pero claro. Imagínate que tienes un ataque cardiaco y de emergencia te llevan con el doctor el cual de emergencia te realiza un cateterismo para salvarte la vida, ¿podrías decir que fue tu esfuerzo el que te salvó?, ¿verdad que no?, pero ¿qué es lo más lógico que te diga el doctor previo a darte de alta?, ¿verdad que te propondría una dieta especial y algo de ejercicio para cuidar tu situación y además prever el volver a caer en lo mismo que te generó el problema cardiaco?, pues es lo mismo con lo de la salvación: Nuestro “doctor” Jesús nos ha salvado de una muerte segura dando su vida a cambio de ello, pero una vez salvados se nos prescribe un comportamiento que implica poner por obra la fe que se dice profesar. En ambos casos: Si uno no sigue lo prescrito pierde lo ganado: en el caso médico volviendo a una situación precaria en cuanto nuestra salud, en el caso de la salvación volviendo al estado previo a ésta.

 

Sobre esto último, Pablo escribiendo a los hebreos les dice “porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.

 

Jacobo, el medio hermano de Jesús, entendiendo lo anterior señala en su carta “hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.

 

Somos salvos por la fe, pero fe que no se demuestra es igual como si no existiera, así que actuando como se espera de todo hijo de Dios pongamos por obra esa fe que decimos profesar, después de todo lo que eres no se demuestra con lo que tienes, sino con lo que dices y con lo que haces.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


 

Referencias:

Efesios 2:8-9; Romanos 3:24; Hechos 15:11; Romanos 6:1-2; Gálatas 5:13; 1 Pedro 2:16; Hebreos 10:26-28; 2 Pedro 2:20; 1 Juan 5:16; Santiago 2:14-17; Lucas 3:11; 1 Timoteo 4:8


martes, 21 de junio de 2022

Está bien dejarse llevar por el viento ¡pero al menos se tu quien levante las velas y dirija tu bote!


 

Dejarse llevar por el viento, sobre todo para el elegido, no quiere decir permanecer en una actitud indolente donde sin esfuerzo alguno uno sea llevado de aquí para allá, Pablo escribiendo a los hebreos deja muy claro esto cuando les dice “y él mismo [Jesús] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”.

 

Eso de que “ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina”, apunta a lo dicho inicialmente en el sentido de no tener una actitud indolente donde sin esfuerzo alguno uno sea llevado de aquí para allá, al contrario, como Pablo claramente lo indica, uno debe esforzarse por “llegar a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes”.

 

Piensa en esto: ¿Has visto a aquellos que en un velero echados a la mar la surcan de un punto a otro que desean ir?, ¿has visto como si bien usan el viento que se les presenta ellos, con destreza, mueven las velas de una forma o de otra para usar ese viento, venga de donde venga, venga como venga, a su favor?, pues lo mismo es la vida cristiana.

 

Los elegidos saben que en este mundo enfrentarán muchos vientos, algunos favorables para la vida cristiana, otros no tanto y otros completamente desfavorables, pero la verdadera destreza que da el Espíritu Santo en cada uno, permite que cada viento que uno enfrente sea usado para ayudarnos a alcanzar las promesas que se nos han dado.

 

Por ejemplo, pensemos en vientos favorables, otros no tanto y otros completamente adversos, ¿pueden usarse estos en favor de nuestro llamamiento?, claro que sí, Pablo deja muy claro esto cuando escribiendo a los de Roma les dice “bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”.

 

En esta cita vemos vientos favorables, otros no tanto y otros completamente adversos, más en todos los casos, como Pablo lo indica, uno no se deja vencer por ellos sino que los usa para vencerlos a nuestro favor. Después de todo está bien dejarse llevar por el viento ¡pero al menos se tu quien levante las velas y dirija tu bote!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

Efesios 4:11-14; 1 Corintios 14:20; 2 Corintios 4:2; Efesios 6:11; Hebreos 13:9; Romanos 12:14-21; Lucas 6:27-30; 1 Pedro 3:9


martes, 14 de junio de 2022

No hay problema si vas con la corriente... siempre que la corriente seas tú


 

La cuestión de dejarse llevar por la corriente, sobre todo referido a cosas del mundo, es algo que incluso a los que no han venido a salvación no les parece ¡con mayor razón a los que ya hemos respondido al llamamiento del Padre!

 

Los del mundo, cuando se habla de dejarse llevar por la corriente, argumentan desde la perspectiva de la libertad, a como ellos la entienden, que uno no debe dejarse llevar sino al contrario imponer la voluntad propia en la vida de uno, lo cual no implica hacer las cosas conforme a Dios sino conforme a la carne. Ambas acepciones es lo mismo solo que la primera, la corriente del mundo, implica hacer las cosas conforme a la carne, de manera general, mientras que la segunda, la corriente particular, implica hacer las cosas conforme a la carne, de manera individual.

 

Los elegidos tenemos la misma reconvención de parte de la Escritura pero no para rechazar la corriente general para seguir la corriente particular sino para que, rechazando la primera, optemos por pensar y actuar tal cual corresponde a todo hijo de Dios: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

 

Lo anterior tiene su perfecta comprensión en la aclaración que la misma Palabra da sobre ello: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.

 

Pensemos en esto: La vida está llena de infinitas combinaciones de eventos, circunstancias y probabilidades, algo imposible de abarcar y por lo tanto de considerar para la mente humana, pero peor aún: Hay cosas que está completamente fuera de nuestro alcance, por ejemplo los pensamientos y emociones de los demás o los eventos futuros a realizarse, pero para quien todo está a la vista, descubierto, es a Dios, en ese entendido ¿en quién deberíamos de confiar, en la colectividad que al igual que la individualidad está extremadamente limitado para conocer lo que es correcto de lo que no, o a Dios que todo conoce, que todo lo sabe, que todo lo puede? Creo la respuesta es más que evidente.

 

Pero la cuestión para los elegidos no estriba simplemente en hacer la voluntad de Dios sino en entenderla y, en función de eso, en deleitarse en ello. David en su momento al respecto escribió de manera inspirada sobre lo primero “dame entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón”, y en cuanto a lo segundo “el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”.

 

Ahora bien, ¿cuál será, en el elegido, el resultado de lo anterior?, Salomón de manera inspirada responde “como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina”, de esta forma, el sometimiento a la voluntad de Dios deviene en conocimiento que conduce al regocijo en actuar y pensar conforme a los designios divinos llegando al final en que nuestra voluntad está alineada a la voluntad de Dios siendo que Él nos guía por sus caminos.

 

Esa es la corriente propia que debemos seguir, aquella que en nosotros refleje lo que Dios ha pensado para cada uno desde la eternidad, después de todo no hay problema si vas con la corriente... siempre que la corriente seas tú.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias: 

Romanos 12:2; Efesios 5:17; Proverbios 14:12; 16:25; Salmos 119:34; 1 Crónicas 22:12; Salmos 40:8; Juan 4:34; Proverbios 21:1; Salmos 37:4

 

 


martes, 7 de junio de 2022

Nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentes

 


Todos conocemos la cita de la Escritura que señala “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, más sin embargo dicha sentencia contrasta con la realidad conde en muchas ocasiones los elegidos no podemos enfrentar con éxito los problemas tanto de la vida como del andar por el Camino que nos encontramos, ¿cómo conciliar esto?

 

Poco antes de partir nuestro Señor dijo a sus discípulos “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, de igual forma Pablo, en su segunda carta a Timoteo le dice “porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”, y también escribiendo a los de Tesalónica, Pablo, en su primer carta, les dice “pues nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción”, de esta forma el poder que viene de lo alto a cada uno de los elegidos a través del Espíritu de Dios es más que claro, pero —y esto es muy importante— lo anterior no invalida nuestra actual carnalidad débil, torpe, rebelde y cobarde.

 

El mismo Pablo, que escribió las dos citas finales anteriores, evidenciando la paradoja de los elegidos de vivir con poder del Espíritu de Dios en ellas a la vez que se sigue padeciendo de esta carne, en su momento señaló respecto de sí “ y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;  respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.  Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Esta es la clave para entender dicha paradoja ya que uno no sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta.

 

Pensemos en un deportista sea un corredor, un levantador de pesas, o un saltador de distancias, ¿hasta dónde es ésa persona capaz?, pues para ello debe intentarlo, pero ¿qué pasa una vez que lo ha intentado?, pues bien, a partir de ahí sabe sus limitaciones por lo que debe trabajar, de la mano de su entrenador, para superarlas.

 

De igual forma los elegidos debemos intentar enfrentar, superar los problemas tanto de la vida como del andar por el Camino que nos encontremos para determinar nuestras propias limitaciones y, entonces sí: dejar que el Espíritu de Dios con su poder haga en nosotros su obra para alcanzar lo que nos falta.

 

Pablo escribiendo a los de Filipo les dice “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, de esta forma sabemos que estamos en un proceso, proceso que si bien ahorita implica que conviva el poder de Dios en nosotros junto con nuestra carnalidad actual, llegará el momento en que seamos perfeccionados hasta alcanzar la estatura perfecta de Cristo, pero para ello debemos enfrentar los problemas tanto de la vida como del andar por el Camino que nos encontremos tanto para saber hasta dónde podemos como aquello que nos falta para que Dios haga su obra en nosotros, después de todo nunca sabrás de lo que eres capaz hasta que lo intentes.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Filipenses 4:13; Colosenses 1:11; Hechos 1:8; Romanos 15:19; 2 Timoteo 1:7; Romanos 8:15; 1 Tesalonicenses 1:5; 2 Tesalonicenses 2:14; 2 Corintios 12:7-10; Job 2:6; Filipenses 1:6; 1 Corintios 1:8; Efesios 4:13; Filipenses 3:10