martes, 27 de diciembre de 2022

Tan importante como la sangre que recorre tus venas, son los sueños y pensamientos que abrigas en tu mente

 


Sobre la creación del hombre de parte de Dios, la Escritura señala “entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

 

Hasta ahí el hombre no se diferencia de los animales pues ambos están hechos de materia con un hálito que los anima, por eso la misma Palabra señala “porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad”.

 

Obvio, el hombre se diferencia de los animales en que posee, no solo instinto sino razonamiento y conciencia, eso es dado por el espíritu que posee, como dice Pablo en su primera carta a los de Corinto “¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” Solo el hombre puede tener esa introspección que le da el entendimiento propio de los seres humanos.

 

Pero ahí no terminan las cosas ya que, para todo aquel que respondiendo al llamado del Padre viene a salvación, recibe el Espíritu de Dios mediante la imposición de las manos después del bautismo, tal como testimonia la Palabra sobre los Apóstoles: “Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo”.

 

Ese Espíritu comienza en uno a revelar las verdades divinas como dice la Escritura “Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”, y de igual forma a conducirnos por el Camino hacia el Padre, como también dice la Palabra “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”.

 

En ese orden de ideas, y a la luz de las promesas que hemos recibido, la prioridad de los elegidos está en buscar el Reino de Dios y su justicia sabiendo que todas las demás cosas nos serán dadas por añadidura, como escribe Pablo en su primera carta a los de Corinto: “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

 

El elegido, si bien vive en este mundo sabe que no es de este mundo, es por ello que, si bien se ocupa de lo que naturalmente su existencia requiere, su prioridad está en alcanzar las promesas que nos han sido dadas, después de todo tan importante como la sangre que recorre tus venas, son los sueños y pensamientos que abrigas en tu mente.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Génesis 2:7; Job 33:4; 1 Corintios 2:11 p.p.; Proverbios 20:27; Hechos 8:17; 2 Timoteo 1:6; 1 Corintios 2:11 u.p.; Romanos 8:16-17; Juan 1:12; Mateo 6:33; Isaías 33:6; Juan 15:19; Santiago 4:4


martes, 20 de diciembre de 2022

¿Que no quieres cambiar el mundo?, no hay problema ¡con que por lo menos no dejes el mundo te cambie a ti!

 


El ser parte de este mundo, para un elegido, puede ser muy frustrante. Cuando uno nace de nuevo comienza a ver lo que tanto en uno como en el mundo está mal y de manera natural uno pudiera querer cambiar tanto lo uno como lo otro.

 

Sobre Lot, Pedro en su primera carta nos dice “si condenó a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a cenizas, poniéndolas de ejemplo para los que habrían de vivir impíamente después; si rescató al justo Lot, abrumado por la conducta sensual de hombres libertinos”. Uno, al igual que Lot, puede en su momento sentirse abrumado por la conducta sensual de los hombres libertinos de nuestra generación.

 

Más, ¿sabes?, la mejor manera de incidir en este mundo es mediante la conducta que como un hijo de Dios debemos mostrar. Jacobo, el medio hermano de Jesús, en su carta señala “¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría”.

 

Es por ello que en su momento Jesús dijo a los suyos, y en su figura a todos nosotros, “vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

 

Pero yendo más allá de todo eso, es posible, de hecho así es, que incluso esa luz que de los elegidos brilla sobre el mundo no sea factor de cambio para este, más aún: sea factor de rechazo de uno por parte del mundo, esto por una razón muy sencilla dicha por el propio Jesús: “Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sus acciones sean manifestadas que han sido hechas en Dios”.

 

Si uno con el vivir conforme al llamamiento al que se ha respondido, puede ser factor que incida en el mundo para hacerlo un mejor lugar, que bien; pero si uno no logra eso, por lo menos que no sea el mundo el que termine cambiándolo a uno, como Dios dijo en su momento a Jeremías “conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos”.

 

El elegido sabe que está en este mundo de paso, de hecho, sabe que éste mundo terminará, en ese sentido se enfoca en las promesas que han sido hechas, aun así, busca con su obrar conforme a la fe impactar favorablemente en el mundo actual, pero si no logra eso al menos busca que no sea el mundo el que termine cambiándolo a él, así que ya sabes, ¿que no quieres cambiar el mundo?, no hay problema ¡con que por lo menos no dejes el mundo te cambie a ti!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

2 Pedro 2:6-7; Judas 1:15; Santiago 3:13; 1 Pedro 2:12; Mateo 5:14-16; Proverbios 4:18; Proverbios 2:12-14; Jeremías 15:19 u.p.; Ezequiel 44:23


martes, 13 de diciembre de 2022

La vida es tuya, te pertenece, es de tu propiedad, entonces ¿qué esperas? ¡sal y reclámala!

 


Este mensaje es para los elegidos, ¿por qué?, por que quien todavía no ha aceptado el llamado del Padre para venir a salvación ¡aún no tiene la vida!, sigue en el pecado, sigue en la muerte, como escribe Pablo a los de Colosas: “el cual [Dios] nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.

 

Con todo y todo, esa vida que se nos ha dado por medio del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, si bien ya es nuestra, debemos de igual forma pelear por ella para no perder las promesas que se nos han entregado, como nuestro Señor dice en Revelación: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”.

 

Así que queda muy claro que las promesas, si bien no nos hemos hechos merecedores de las mismas por nuestro propio esfuerzo, sí podemos perderlas por nuestra desidia.

 

Pero entonces, ¿cómo entender el dicho de Jesús sobre los suyos relativo a “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”? En la misma línea del pensamiento expresado con anterioridad. Fijémonos que claramente nuestro Señor señala “nadie las arrebatará de mi mano”, en efecto: nadie nos puede arrebatar de las manos de nuestro Señor, pero –y esto es muy importante tenerlo en mente–, en función del libre albedrío del que Dios nos ha dotado, nosotros sí podemos decidir de manera libre y voluntaria abjurar de la salvación que se nos ha dado.

 

Esto lo explica muy claramente Pedro en su segunda carta cuando señala “porque si después de haber escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo son enredados en ellas y vencidos, su condición postrera viene a ser peor que la primera. Pues hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que, habiéndolo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado”.

 

Y Pablo, en el mismo orden de ideas, escribiendo a los hebreos, les señala “porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.

 

En nuestro andar por el Camino debemos tener muy en claro que, si bien la salvación y las promesas inherentes a ella nos han sido granjeadas de gracia por medio del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, el alcanzar la meta implica nuestro esfuerzo y dedicación, claro está, con la ayuda del Espíritu de Dios que mora en nosotros, así que ya lo sabes la vida es tuya, te pertenece, es de tu propiedad, entonces ¿qué esperas? ¡sal y reclámala!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Colosenses 1:13-14; Hechos 26:18; Revelación 3:11; Josué 1:9; Juan 10:28; Isaías 27:3; 2 Pedro 2:21-22; Ezequiel 18:24; Hebreos 10:26-27; Números 15:30


martes, 6 de diciembre de 2022

Claro que puedes ver hacia el pasado, pero solamente con la intención de aprender de él

 


El elegido sabe que las promesas que se nos han dado quedan adelante, es por ello que su mirada está fija enfrente, como Pablo en su momento señaló “hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Lo anterior, si bien es la mejor actitud que uno puede tener en este andar por el Camino, puede dar la impresión que de no debe mirarse hacia atrás, máxime cuando se tiene a nuestro Señor diciendo por lo claro “…Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”, pero ambas expresiones no están reñidas con mirar hacia atrás, pero, claro, desde la correcta perspectiva.

 

Pablo escribiendo a los de Filipo les dice “doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones por todos ustedes, siempre oro con alegría, porque han participado en el evangelio desde el primer día hasta ahora”; Daniel en su momento oró a Dios diciendo “a ti, Dios de mis padres, te alabo y te doy gracias. Me has dado sabiduría y poder, me has dado a conocer lo que te pedimos…”; y David en su momento señaló “alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios”.

 

Como puede verse, para que las anteriores tres citas tuvieran verificativo era menester mirar hacia atrás: En el caso de Pablo para evaluar el trabajo de los de Filipo, en el caso de Daniel para reconocer a Dios como el dador de todo, y para el caso de David para agradecer por lo recibido. De esta forma tenemos que uno sí puede mirar hacia atrás, pero, de nuevo: con la correcta a actitud.

 

¿Y cuál es esa correcta actitud? Aprendizaje. Véase de nuevo las tres citas anteriores y se podrá notar que los tres escritores aprendieron algo de Dios: su llamamiento, su providencia, su amor, de hecho, esto no debería sorprendernos pues Jesús mismo señaló el sentido de la vida, actual y futura: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

 

Reflexionar sobre el pasado, no con ánimo recriminativo, ni de añoranza, sino de aprendizaje, nos permite avanzar en el conocimiento de Dios y su Hijo, generando en nosotros gozo y esperanza, y motivándonos en nuestro andar por el Camino, después de todo claro que puedes ver hacia el pasado, pero solamente con la intención de aprender de él.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; 2 Corintios 5:16; Lucas 9:62; Hebreos 10:38; 2 Pedro 2:20-22; Filipenses 1:3-5; Romanos 1:8; 1 Corintios 1:4; Daniel 2:23; Génesis 31:42; Mateo 11:25; Salmo 103:1-2; Ezequiel 39:7; Lucas 1:46,47


martes, 29 de noviembre de 2022

La esencia de un árbol radica en que hunde sus raíces en la tierra mientras con sus ramas trata de abrazar el cielo

 


Cuando uno lee la Escritura debe entender que nada en ella, absolutamente nada, es casual. La Palabra ha sido inspirada por Dios y en la misma, las expresiones que contiene, no son para adornarla sino “para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia”. En ese sentido es interesante como en la misma el hombre es representado por la figura del árbol.

 

David escribió en su momento en uno de sus salmos “¿Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley de Jehová está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! Será como árbol [firmemente] plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera”.

 

Isaías de igual forma señaló “[Los justos] brotarán entre la hierba como sauces junto a corrientes de agua” y “Pondré en los desiertos el cedro, la acacia, el mirto y el olivo; pondré en el yermo el ciprés, junto con el olmo y el boj, para que vean y entiendan, consideren y comprendan a una que la mano de Jehová ha hecho esto, que el Santo de Israel lo ha creado”.

 

Pablo, escribiendo a los de Roma les dice, “Porque si tú [los gentiles] fuiste cortado de lo que por naturaleza es un olivo silvestre, y contra lo que es natural fuiste injertado en un olivo cultivado, ¿cuánto más éstos [los judíos], que son las [ramas] naturales, serán injertados en su propio olivo?”

 

Salomón escribió en uno de sus proverbios “El fruto del justo es árbol de vida, y el que gana almas es sabio”.

 

E incluso Jesús en su momento dijo a los suyos “Así, todo árbol bueno da frutos buenos; pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego”.

 

Siguiendo con esa imagen, podemos ver como un árbol, si bien se sustenta en el sitio donde está plantado, busca crecer hacia arriba, desarrollarse extendiéndose a lo alto, siendo más y mejor, y, en el caso de los elegidos, haciendo todo eso con la ayuda del Espíritu que se ha recibido hasta llegar a ser un hijo de Dios, después de todo, la esencia de un árbol radica en que hunde sus raíces en la tierra mientras con sus ramas trata de abrazar el cielo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

2 Timoteo 3:16; Salmos 1:1-3; Isaías 44:4; Isaías 41:19-20; Romanos 11:24; Proverbios 11:30; Mateo 7:17-19


martes, 22 de noviembre de 2022

El que un problema no tenga la solución que tú quieres no quiere decir que no tenga arreglo


 


Desde el inicio de la historia de la humanidad, el problema de la relación del hombre para con Dios es que en muchas ocasiones el primero cree saber mejor que el segundo lo que debe hacerse, cómo debe hacerse, cuándo debe hacerse, dónde debe hacerse, por qué debe hacerse y para qué debe hacerse.

 

Dios le dice al hombre todo lo anterior esperando éste escoja sabiamente, “a los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”, más sin embargo la historia humana muestra al hombre escogiendo lo que a él, no a Dios, le parece mejor, con las consecuencias que todos conocemos.

 

Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en el Rey Saúl. En su momento Dios, por medio del Profeta Samuel, le dijo a Saúl “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”, pero ¿qué nos dice la Palabra que hizo el Rey Saúl? “Y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir; mas todo lo que era vil y despreciable destruyeron”. Cuando el Profeta Samuel le reclama este proceder a Saúl, ¿qué dice este? “… el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos”, y ¿qué le responde el Profeta Samuel?, “¿se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”.

 

Todos en algún momento dado hemos sido como el Rey Saúl, creyendo que, aunque Dios claramente nos ha dicho qué hacer y qué no hacer, nuestra manera de ver las cosas es mejor y, por ende, hemos actuado en consecuencia, lo cual quiere decir, en rebeldía.

 

Es natural que el hombre tenga en su mente una manera que considera correcta de hacer las cosas, pero, como dice la Escritura, “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”, de igual forma, el no comprender de momento el actuar de Dios no es razón para desobedecerle pues Él mismo nos ha dicho “porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.  Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

 

¿Qué hacer?, confiar en Dios ya que nuestras soluciones imperfectas no pueden compararse con las soluciones perfectas que devienen de Él ante todo lo que enfrentamos, ya que, como dice la Palabra, “…nada hay imposible para Dios”, así que deja todo en manos de Dios, después de todo “el que un problema no tenga la solución que tú quieres no quiere decir que no tenga arreglo”.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Deuteronomio 30:19; Jeremías 21:8; 1 Samuel 15:3, 9, 15, 22; Oseas 6:6; Jeremías 17:9; Mateo 15:19; Isaías 55:8-9; Salmos 33:11; Lucas 1:37; Jeremías 32:17


martes, 15 de noviembre de 2022

Receta básica (si no es que única) para que lo que quieres sea tuyo: lucha

 


La vida cristiana, contrario a lo que algunos pudieran creer, no es un transitar apacible por este mundo sino una lucha constante contra el mismo.

 

Pablo escribiendo a los de Éfeso no puede ser más claro en lo anterior cuando señala: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las [huestes] espirituales de maldad en las [regiones] celestiales”, de igual forma escribiendo a los de Corinto, en su segunda carta les señala “pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”, y de igual forma en su carta a los de Galacia indica “porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el [del] Espíritu [es] contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis”.

 

Esto es representado simbólicamente en Revelación cuando, observando Juan la visión que ve, señala “entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

 

Es por ello que en aquella carta a los de Éfeso, Pablo los exhorta a vestirte con la armadura de Dios para esa batalla que se enfrenta: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.

 

Con todo y todo, ¿cuál será el resultado de esta batalla?, Jesús mismo revela ese resultado en el último libro de la Escritura, pero de igual forma, como puede verse, ese resultado depende de uno: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

 

La vida de los elegidos es una lucha, lucha contra el Enemigo, el Mundo y la Carne, lucha cuya recompensa excede los padecimientos que se tengan en el presente siglo, y lucha que llegará el momento que concluya para siempre, así que ya sabes, para tu vida cristiana, la receta básica (si no es que única) para que lo que quieres sea tuyo: lucha.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Efesios 6:12; Marcos 4:19; 2 Corintios 10:3-4; Romanos 8:4; Gálatas 5:17; Romanos 7:18; Revelación 12:17; Génesis 3:15; Efesios 6:10-18; 1 Corintios 16:13; Revelación 2:10; Mateo 10:22


martes, 8 de noviembre de 2022

Los malos momentos son como el polvo, tu no decides cuando entran pero sí cuando los barres y sacas fuera

 


Los malos momentos en la vida cristiana no son algo excepcional sino más bien recurrente. Salomón en su momento escribió “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”. Eso de que “tiempo y ocasión acontecen a todos” significa que no importa si uno es fuerte o débil, sabio o necio, rico o pobre, salvo o no salvo, a todos nos llega en algún momento aquellos malos momentos mencionados.

 

Jesús mismo a los suyos, y en su figura a todos nosotros, claramente les dijo "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción…” pero no dejó a su iglesia sin esperanza pues luego añadió “…pero confiad, yo he vencido al mundo”.

 

De esta forma los elegidos no esperan que su vida esté exenta de vicisitudes, pero es entendible, carnalmente entendible, que esas vicisitudes mellen en ocasiones nuestro ánimo.

 

Job mismo, cuando le acaecieron todas las desgracias que la Escritura nos presenta, en su momento dijo “Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido […] ¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre?, ¿por qué me recibieron las rodillas?, ¿y a qué los pechos para que mamase?, pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso”, y eso que estamos hablando de alguien a quien la misma Palabra en boca de Dios señala como “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”.

 

Pero esa actitud no nos lleva a ningún lado. Una cosa es entristecerse, incluso llorar, pero otra muy distinta quedarse postrado rumiando nuestra amargura. “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal” señala la Palabra, de esta forma no son las caídas las que definen al justo sino las veces que éste se levanta para continuar con su andar, no así los impíos quienes se quedan postrados.

 

Sin duda alguna Pablo nos deja un ejemplo de ese ánimo que debe motivar el andar del elegido en el Camino: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Ante los malos momentos que lleguen a tu vida está bien entristecerse, llorar, pero no tomar esa actitud para quedar postrado sino para sostenernos en Aquel que nos ha llamado a salvación para que levantándonos continuemos el camino a las promesas que se nos han dado, después de todo los malos momentos son como el polvo, tu no decides cuando entran pero sí cuando los barres y sacas fuera.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Eclesiastés 9:11; Jeremías 9:23; Juan 16:33; Romanos 8:37; Job 3:3, 11-13; 1:8; Jeremías 15:10; Proverbios 24:16; Job 5:19; Filipenses 3:13-15; Hebreos 6:1


martes, 1 de noviembre de 2022

¿Sabes algo? En tu vida siempre tendrás razón, excepto cuando crees que no puedes

 


De inicio tal vez el anterior título te puede parecer un poco extraño, ¿cómo es que en la vida siempre uno tiene la razón?, ¿quiere decir que uno nunca está equivocado? Déjame explicártelo.

 

Una cosa es tener razón y otra muy distinta poseer la verdad. La razón es el producto de mis capacidades cognitivas, de aquello que entiendo y de las conclusiones a las que llego, es decir, es subjetiva y depende de mi percepción.

 

Por su parte la verdad es absoluta, algo que es inherente y que independientemente de como yo lo vea no cambia.

 

Yo puedo decir que el helado de chocolate tiene un sabor desagradable, y tendré razón ya que para mí así es, pero no puedo decir que el helado de chocolate está hecho de tierra pues eso no es verdad. De esta forma es muy diferente tener razón a poseer la verdad.

 

En el caso de los elegidos la verdad está dada, no por nuestros argumentos, conocimientos o percepciones sino por la revelación que del Padre deviene a través de su Palabra. Jesús en su momento oró al Padre por los suyos diciendo “santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. ¿Te fijas?, Jesús no pidió por que el Padre nos santificara en nuestra verdad sino en su verdad, de esta forma nuestra razón debe buscar adecuarse a la verdad que del Padre hemos recibido, no al revés como algunos pretenden.

 

En ese sentido, y hablando sobre un punto muy específico de la vida cristiana, siempre tendremos razón excepto cuando digamos que no podemos ¿por qué?, porque el poder o no de hacer algo, en el caso de los elegidos, no depende de nosotros sino del poder de Dios que hemos recibido.

 

Pablo escribiendo a los de Corinto, en su segunda carta les dice, “¿son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces.  De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar;  en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; . en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”

 

Honestamente, si hubiéramos sido Pablo, tal vez hubiéramos creído que ante eso que relata no hubiéramos podido enfrentarlo, ¡y tendríamos razón!, más no poseeríamos la verdad ya que la Palabra claramente nos señala, cuando Pablo escribe a los de Filipo, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

 

Así que avancemos el Camino hacia las promesas que se nos han otorgado no poniendo nuestra confianza en nuestras fuerzas, en nuestras capacidades, sino en Aquel que nos ha llamado para ser parte de su familia, después de todo ¿sabes algo? En tu vida siempre tendrás razón, excepto cuando crees que no puedes.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Juan 17:17; 2 Samuel 7:28; Efesios 5:26; 2 Corintios 11:23-28; Hechos 9:16; Romanos 8:36; Filipenses 4:13 2 Corintios 12:9; Colosenses 1:11


martes, 25 de octubre de 2022

Tres consejos: piensa con el corazón, siente con la mente y vive con todo tu ser

 


Tal vez de inicio el titulo anterior te haga ruido, después de todo nosotros pensamos con la mente y sentimos con el corazón, no al revés como dicho título señala, pero la idea, como elegidos, es precisamente mesurar ambas cosas.

 

Fíjate como en su momento Jesús les dijo a los religiosos de su tiempo: “¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo otro”. ¿Te fijas?, Jesús no opta por una u otra cosa, juicio o misericordia, sino que claramente señala que ambos deben ir a la par.

 

Todos conocemos la historia de la mujer adúltera presentada ante Jesús: “…los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

 

¿Te fijas?, los escribas y fariseos, en estricto sentido normativo, estaban más que apegado a la Ley, pero Jesús no se queda solo con la cuestión intelectual sino que la modera con la cuestión emocional, es así como eso de que “acusados por su conciencia salían uno a uno” hace referencia a que cayendo en cuenta de aquello a donde quería llevarlos Jesús no pudieron seguir solo su razonamiento intelectual, la justicia pues, sino que tuvieron que moderarlo con la cuestión emocional, entiéndase misericordia.

 

No es que ambas partes esté en conflicto, sino que ambas, a saber: la justicia y la misericordia, como piernas, deben ayudarnos para avanzar por el Camino. Dicho de otra forma, la justicia no debe llevarnos a condenar ni la misericordia a exonerar, por eso Jesús termina su encuentro con la mujer adúltera diciendo “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”, hay juicio, pues al pecado le llama pecado, pero hay misericordia cuando no la condena.

 

Dicen que para que un ave pueda volar necesita lo mismo extender las alas que plegarlas, si nomás hiciera una de las dos cosas no podría levantar el vuelo. Los elegidos, de igual forma, no podemos solo usar la justicia de la Ley para avanzar en el Camino, necesitamos de la misericordia del corazón para reflejar en nosotros el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, así que ya sabes, tres consejos: piensa con el corazón, siente con la mente y vive con todo tu ser.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

Mateo 23:23; Lucas 11:42; Jeremías 22:3; Juan 8:3-11; Hechos 4:7; Juan 5:14


martes, 18 de octubre de 2022

La belleza que uno es capaz de apreciar en el exterior es un reflejo de la belleza que trae uno en el interior

 


Constantemente en la Escritura vemos claramente cómo es que a las malas acciones les antecedieron previamente malos pensamientos. En el caso de Eva, “vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto”; en el caso de David, “una tarde, al levantarse David de la cama, comenzó a pasearse por la azotea del palacio, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa, por lo que David mandó que averiguaran quién era, y le informaron: «Se trata de Betsabé, que es hija de Elián y esposa de Urías el hitita».  Entonces David ordenó que la llevaran a su presencia y, cuando Betsabé llegó, él se acostó con ella”; en el caso de Judas, “entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarle”.

 

Lo anterior es un proceso que tiene que ver con nuestra naturaleza. Jacobo, el medio hermano de Jesús, entendiendo esto, en su momento escribió en su carta “…cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.

 

Pero el que sea parte de nuestra naturaleza no quiere decir que no podamos usarlo en nuestro favor ya que ese actuar es en sí neutral, es decir, nuestras acciones pueden seguir lo mismo a malos pensamientos que a buenos pensamientos.

 

Entendiendo esto, Pablo, escribiendo a los de Filipo, les dice “por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”.

 

Nuestro pensamiento es sin duda portentoso, pero de igual forma está limitado y la principal limitación es que solo puede pensar en una sola cosa a la vez, esto se vuelve una ventaja a nuestro favor ya que, ante los malos pensamientos que surjan en nuestro interior tenemos la opción de reemplazarlos con otros pensamientos, buenos en este caso, extinguiendo así los primeros y siguiendo de esta forma el consejo de Pablo.

 

Los elegidos seguimos batallando con nuestra carnalidad, carnalidad que lucha contra los deseos del Espíritu, siendo que esa carnalidad puede poner en nosotros pensamientos negativos que, si los seguimos, engendran pecado, es por ello que ante esto tenemos la opción de reemplazar dichos pensamientos negativos por otros, positivos en este caso, que nos lleven por el Camino hacia las promesas que se nos han dado, después de todo la belleza que uno es capaz de apreciar en el exterior es un reflejo de la belleza que trae uno en el interior.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Génesis 3:6; Romanos 5:12; 2 Samuel 11:2-4; Mateo 5:28; Marcos 14:10-11; Mateo 26:14-16; Santiago 1:14-15; Proverbios 4:23; Filipenses 4:8; 1 Pedro 2:12