miércoles, 28 de noviembre de 2018

El éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!



Todos queremos tener éxito en nuestra vida, más sin embargo para el cristiano, el mayor éxito es obtener las promesas que se le han dado por parte de nuestro Padre Dios a través de Su Hijo Jesucristo. Estas promesas, al igual que las temporales, requieren de nosotros lo que como humanos podemos dar aunque imperfectamente: constancia, disciplina y pasión.

La salvación nos viene de gracia, no hay nada que uno pueda hacer por obtenerla, es el eterno amor del Padre y Su infinita misericordia los que, a través del sacrificio redentor de Jesus, ofrecen la salvación para todo aquel que la acepte. Más sin embargo, una vez salvos, hay exigencias para la vida cristiana so pena de perder el regalo que se nos ha dado.

Perder las promesas es algo muy claro a lo largo de la Escritura, desde Génesis cuando Esaú vendió su primogenitura, hasta Revelación cuando se señala la fidelidad como requisito adicional para los llamados y elegidos exhortándoles a cuidar que nadie venga y les arrebate la corona prometida.

Constancia, para el cristiano, es saber que hay algo que tenemos que hacer y asignarle un compromiso de realización a prueba de todo. Dado que la vida cristiana requiere acciones concretas, estas acciones deben tener un tiempo y un espacio asignado para ello, no sólo cuando las circunstancias se presenten. Sin caer en el extremo mecanicista hay que asignar compromisos para el estudio, la oración, la meditación y todo lo que contribuya a nuestra edificación.

Disciplina, para el cristiano, se refiere a que las cosas que deben hacerse se harán sin buscar pretexto para no hacerlas. La disciplina va aunada a la constancia pues la primera le imprime un carácter de calidad a la segunda, después de todo ¿de qué sirve organizarnos para cumplir con constancia las acciones concretas de nuestro cristianismo si las mismas se hacen con desidia, con enfado, con poco compromiso en ellas?

Pasión, en la vida cristiana, es hacer algo que nos guste, pero no solo que nos guste sino que nos guste tanto que valga la pena toda la constancia, toda la disciplina. Este ingrediente, la pasión, hace que puedan realizarse las otras dos, constancia y disciplina, y en el caso de la vida cristiana, para quienes han sido llamados, la promesa de ser reyes y sacerdotes con Cristo en el Reino del Padre por toda la eternidad  debe mover a imprimir en nuestras acciones concretas cristianas esa pasión requerida para ello.

No basta con decir “Señor, Señor”, sino que se requiere cumplir la voluntad de Dios, después de todo el cristiano es conocido no por lo que cree sino por los frutos que puede mostrar, como claramente dice la Escritura “no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados” y para esto el éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Génesis 25:27-28:5; Revelación 17:14; 3:11; Romanos 4:21; Hebreos 10:23; Santiago 1:12; Lucas 6:46; Mateo 7:21, 20; Romanos 2:13

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