miércoles, 27 de febrero de 2019

Establecer un propósito le da sentido a nuestras acciones y permite focalizar nuestros esfuerzos y recursos




El Camino que el creyente ha aceptado al responder al llamado que el Padre ha hecho en su vida, no está exento de retos, de obstáculos, de desafíos; retos, obstáculos y desafíos que en ocasiones devienen en tropiezos, en caídas. Si bien el llamamiento implica el indicativo de ser santos y perfectos, también hay que entender que la plena realización de esto será cuando Cristo regrese y seamos transformados.

Mientras tanto, en el inter de nuestra existencia, debemos establecer de manera muy clara en nuestra mente el propósito del llamamiento. Si fuera jamás nunca pecar no hubiese nadie que alcanzase las promesas dadas, pero el llamamiento es a alcanzar algo, la corona de vida, de justicia, a través de muchas tribulaciones, las cuales implican el tropezarse y caer.

Lo anterior no es menos importante pues quien considera que su propósito es la santidad y perfección plena en el siglo actual puede llevarse una gran decepción al no verla realizada aún. Pero si la mirada está fija en la meta uno podrá caer no siete, sino incluso setenta veces siete, y levantarse la misma cantidad de veces para seguir caminando.

De igual forma, si uno tiene claridad en el llamamiento no estará a expensas de las circunstancias sino que las acciones que cotidianamente se emprendan tendrán un rumbo fijo permitiendo dirigir a ello nuestros esfuerzos y nuestros recursos.

 Ahora bien, y respecto de lo anterior, uno puede tener claridad en el llamamiento pero no dirigir nuestros esfuerzos ni nuestros recursos a ello con lo que no puede decirse se tenga un rumbo fijo. Para esto constantemente debe estarse analizando no solo lo que hacemos sino como es que eso impacta en nuestro crecimiento, nuestra madurez.

Si bien este análisis puede hacerse de diversas formas, tres son las que aquí  pueden mencionarse: una es evaluar constantemente el nivel de obediencia y sujeción a los mandamientos de Dios; otra es que veamos en nosotros el desarrollo que vamos experimentando respecto de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; y uno más que evaluemos nuestro actuar a la luz de lo que nuestro Señor Jesucristo nos dejó, tanto en cuanto a Sus enseñanzas como en cuanto a Sus acciones.

La vida cristiana requiere aplicar en el andar brío, arrojo y denuedo, esto no surge de manera espontánea sino que requiere de nosotros capacidad, voluntad y decisión, es por eso que establecer un propósito le da sentido a nuestras acciones y permite focalizar nuestros esfuerzos y recursos



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Juan 16:33; Juan 15:19-21; Romanos 8:36; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Romanos 7:24; 2 Timoteo 4:8; Santiago 1:12; Hechos 14:22; Proverbios 24:16; Juan 14:15; 14:21-24; 15:10-14; Gálatas 5:22-23; 1 Corintios 11:1

miércoles, 20 de febrero de 2019

Sin objetivos ni estrategias llegaras a cualquier lugar, menos a donde querías



Cuando uno inicia el caminar a través de las sendas que el Padre nos va indicando, conforme a Su llamamiento, existe un sentimiento de alegría, de entusiasmo, que la Escritura refiere como esa sensación aunada  al primer amor.

Si uno le pregunta a quien se inicia en el Camino qué es lo que se espera de él y cuáles son las promesas que se le han dado no habrá dudas en las respuestas las cuales contarán con gran claridad escritural.

Pero de igual forma si se le pregunta a esa persona como es que piensa lograr todo eso que de él se espera y, por lo tanto, heredar las promesas que se le han dado, ahí es donde comienzan los problemas pues no hay claridad en ello más allá de la respuesta basada en el esfuerzo cotidiano para ello.

Antes de avanzar en esto entendamos una cosa. Dios es quien pone en nosotros tanto el querer como el hacer, pero eso no quiere decir que el cristiano deba estar indolente esperando que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que obra en nosotros sea quien haga el trabajo que nos corresponde.

La Escritura está llena de exhortaciones para aplicar esfuerzo en el andar por el Camino al que el Padre nos ha llamado. Ese esfuerzo no es el que logra sino que demuestra al Padre nuestra intención de cumplir con Su voluntad recibiendo de Él tanto la luz, la guía y la fuerza para cumplir lo que el llamamiento implica.

Pero incluso el iniciar este andar implica claramente, como el Señor Jesús nos dijo, el contar los gastos, es decir, saber qué implica y ver si podremos dar lo que de nosotros se espera, lo cual nos habla de conocer qué se tiene que hacer, cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué, pero ¿realmente hacemos este ejercicio en nuestro caminar?, ¿qué es lo que tendríamos que hacer como objetivos y estrategias en nuestra vida cristiana?

Pablo escribiendo a los Corintios lo resume de manera magistral al exhórtales a estar alertas, permanecer firmes en la fe, portarse varonilmente y ser fuertes.

Estar alertas nos remite al velar que nos hablaba Jesús, esto para no caer en tentación, luego entonces el referente es la observancia de la Ley la cual nos indica qué es pecado. Permanecer firmes en la fe nos habla de esa contención que debemos tener ante el punto para defender los principios doctrinales de los cuales la iglesia de Dios, como columna y fundamento de la verdad, es guardiana. Portarse varonilmente nos habla de ese crecimiento en la fe que tantos hombres como mujeres debemos tener para no ser como niños fluctuantes llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error. Y ser fuertes nos habla de mantenernos fieles, cayendo, levantándonos, pero sin tirar por la borda el llamamiento del que hemos sido objeto.

La vida cristiana sin duda contiene promesas que exceden con mucho cualquier cosa que pudiéramos pensar, pero de igual forma exige en nosotros el poner por obra la Palabra en tanto llega el día de nuestra liberación, mientras tanto hay que estar alertas, permanecer firmes en la fe, portarse varonilmente y ser fuertes ya que sin objetivos ni estrategias llegaras a cualquier lugar, menos a donde querías.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Revelación 2:4; Filipenses 2:13; Juan 3:27; 1 Corintios 12:6; Josué 1:6; 1 Crónicas 22:13; Salmos 27:14; Efesios 6:10; Lucas 14:28; 1 Corintios 16:13; Marcos 13:33-37; Mateo 26:41; Romanos 3:20; 1 Juan 3:4; Judas 1:3; 2 Timoteo 1:13; 1 Timoteo 3:15; Isaías 40:29; Efesios 6:10; 2 Corintios 12:9-10; Proverbios 24:16; 1 Corintios 2:9; Romanos 8:18; Santiago 1:22; Romanos 2:13


miércoles, 13 de febrero de 2019

Qué curioso: cien errores te pueden conducir a un gran acierto, ¡nunca dejes de intentarlo!



Sin duda alguno doloroso es cuando en el Camino al que el Padre nos ha llamado en el presente siglo caemos, fallamos. Dada nuestra naturaleza por un lado al responder al llamamiento tenemos una expectativa muy alta de nosotros y por otro nuestras debilidades siguen presentes.

Cuando en el Camino caemos tendemos a juzgarnos tan duro que en ocasiones eso pone en riesgo la salvación que se nos ha otorgado, ¿por qué? porque podemos llegar a considerar que no somos dignos de la misma renunciando así a las promesas.

Pero si somos mesurados en nuestro pensar podremos darnos cuenta como es que sólo Jesús no pecó, siendo que todos los demás personajes bíblicos presentaron las fallas que como humanos todos tenemos. Abraham, Moisés, David, quien veamos en la Escritura lo encontraremos con virtudes encomiables, es cierto, pero también con fallas muy humanas.

La Escritura nos exhorta, tanto en los ejemplos anteriores así como muchos más que pudiéramos considerar, como de manera directa a través de la misma Palabra, a que si caemos siete veces siete veces debemos levantarnos. De hecho a quien así hace se le llama justo, ¿te das cuenta? Un justo no es el que no cae, sino el que se mantiene fiel al llamamiento.

De igual forma la Escritura señala de forma esperanzadora que este caminar, caer, levantarse, caminar, no durará por siempre sino que llegará un momento en que como hijos gloriosos de nuestro Padre Dios no podremos nunca jamás de nuevo pecar.

La Palabra de Dios nos dice que no son pocas sino muchas las aflicciones del justo, ¿te fijas? muchas, pero también dice que de todas esas nos libra el Señor. Ahora bien, ¿el que nos libre quiere decir que no las padecemos? Claro que no, si así fuera no serían aflicciones pues ni cuenta nos daríamos, significa que las mismas, si nos mantenemos fieles, aunque caigamos, no nos conducen a la muerte.

Esta idea es reforzada con la esperanzadora expectativa que los llamados, al caer –de nuevo aparece la caída en la vida cristiana-, no queda derribado pues el Señor sostiene su mano.  ¿Qué hacer al caer? A Dios gracias tenemos un abogado para con el Padre, Jesus, nuestro Señor y nuestro hermano, que entiende nuestras debilidades, para que con arrepentimiento retomemos el andar.

Una realidad de la vida cristiana es que tenemos que caminar a pesar de nuestras debilidades, pero una esperanza clara dada por la Escritura es que si nos mantenemos fieles veremos en nosotros realizadas a su tiempo las promesas del Padre. ¿Te das cuenta? Qué curioso: cien errores te pueden conducir a un gran acierto, ¡nunca dejes de intentarlo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
1 Pedro 2:22-23; 2 Corintios 5:21; Proverbios 24:16; Miqueas 7:8; 1 Juan 5:18; Job 5:19; Salmos 34:19; 37:24; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 8:34; Hebreos 7:26

miércoles, 6 de febrero de 2019

Tus sueños se alimentan de esperanza, tus logros de acciones



Cuando uno atiende al llamamiento de Dios y comienza a andar en Sus caminos, lo primero que se da cuenta es que si bien Dios nos exhorta de muchas formas a elegir lo correcto, lo justo y lo verdadero, nos da libertad de elección en ello.

De igual forma otra cosa que uno descubre es que tras ese llamamiento existen bendiciones que sobrepasan cualquier cosa que pudiera subir a la mente o al corazón de las personas.

 Ese andar, sobre todo al principio, es alegre, motivante, pero conforme comienzan las pruebas que el mismo andar trae devienen momentos tristes, frustrantes, es en ese momento en que uno debe recordar lo que de inicio lo motivó a ese caminar.

Cristo, por medio de Juan, dirigiéndose a la iglesia de Éfeso, tipo de los cristianos que se le asemejarían durante toda la historia de la iglesia de Dios, si bien tiene mucho que reconocerles, le señala como defecto el que haya olvidado su primer amor.  

Ese primer amor es el experimentado al inicio de nuestro andar y se basa, sí, en el conocimiento de Dios, pero más en las promesas que de Él hemos recibido: Perdón de los pecados, vida eterna, provisión, descanso, Espíritu Santo, salvación, corona de vida, paz, todo ello a través del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo.

Pero nuestra naturaleza débil, torpe, rebelde y cobarde en ocasiones deja de posar la mirada en estas promesas, algunas de las cuales ya hemos recibido como un pequeño adelanto a la espera de la plena realización de las mismas, para posarse en lo que no somos, en lo que no tenemos, en lo que no podemos dar.

Si la salvación de nosotros dependiera nadie sería salvo, pero a Dios gracias,  la salvación no depende de nuestras fuerzas, nuestra obediencia, nuestros aciertos y nuestra valentía sino que nos es dada a través del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesucristo.

Pero ahí no termina todo porque por el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que se nos concede con la imposición de manos después del bautismo, Dios comienza en nosotros Su gran obra y la consumará como todo lo que se propone, de nuestra parte está el creer que eso es posible y esforzarnos por actuar en consecuencia.

Para andar en el camino del llamamiento es necesario no desviar la mirada de las promesas que se nos han hecho, pero al mismo tiempo avanzar en él a través de las acciones que en consecuencia como creyentes hacemos resultado de nuestro llamamiento, después de todo tus sueños se alimentan de esperanza, tus logros de acciones.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Deuteronomio 30:15-19; 1 Corintios 2:9; Revelación 2:4; 1 Juan 1:9; 5:11; Filipenses 4:19; Mateo 11:28; Hechos 1:4-5; Isaías 45:22-23; Santiago 1:12; Juan 16:33; Lucas 18:26-27; Isaías 32:15; Gálatas 6:8