martes, 30 de agosto de 2022

Perder el rumbo no es tan malo, a veces te permite encontrar nuevos, mejores y más plenos caminos

 


¿Qué es lo peor que pudiera experimentar un elegido que respondiendo al llamado del Padre ha venido a salvación en el presente siglo?, ¿rechazo, persecución, tribulación?, tal vez alguien pudiera pensar que sí, pero considero que lo peor que en ese sentido puede experimentar un elegido son los tropiezos, las caídas, vamos: los pecados que pudiera incurrir en su andar por el Camino.

 

Lo de los sufrimientos que a un elegido le pudieran venir por su decisión de seguir a Cristo es algo que, si bien trae dolor a nuestra vida, por lo menos es por estar haciendo la voluntad de Dios, como Pedro escribió en su primer carta “pero, si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo”; pero tropezar, caer, vamos: pecar mientras se anda por el Camino ¿qué consolación podrá tener?, lo mismo nos deja con la sensación de que se ha fallado en aquello que de nosotros se esperaba, y ¿sabes qué?, ¡esto es verdad!, pero no todo termina con ello.

 

Salomón en su momento escribió “porque siete veces cae el justo y vuelve a a levantarse, pero los malvados caerán en el mal”. De esta cita se deduce que el justo puede tropezar, puede caer, o dicho clara y llanamente: puede pecar. Puede, se aclara, en un sentido de posibilidad no de permisividad. Pero de la misma cita se entiende que no es la caída la que define al justo sino su acción de levantarse, caso contrario los malvados quienes quedan postrados.

 

En el mismo sentido Juan, en su primera carta, escribiendo no a los paganos sino a la iglesia de Dios, les dice “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo;  y él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. De nueva cuenta queda claro que un cristiano no está exento de equivocarse más sin embargo eso no le define sino su actitud de reconocer su error, de venir al Padre para pedir perdón por medio de Jesucristo, y de retomar su andar por el Camino.

 

En un momento dado José le dijo a sus hermanos, a aquellos que lo habían vendido como esclavo, “ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió todo para bien, para hacer lo que hoy vemos, que es darle vida a mucha gente”, de esta forma, si Dios puede incluso de aquello que consideramos malo sacar algo bueno y no solo bueno sino muy bueno, ¿qué de bueno podrá sacarse de nuestros tropiezos, de nuestras caídas?

 

Todos conocemos la parábola del hijo pródigo, aquel que pidiendo su herencia a su padre va y la despilfarra para luego volver a él arrepentido, la parte que me interesa veamos es aquella que dice “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”.  ¿Te fijas?, aquella mala acción inicial del hijo devino en que éste adquiriera conciencia y valorara lo que tenía con su padre lo cual le da otro cariz a la relación que entre ambos existía, un cariz más profundo, más íntimo, de mayor comprensión. Pues bien, cuando tú y yo tropezamos, caemos, y arrepentidos venimos al Padre para pedir perdón por medio de Jesucristo, experimentamos esa conciencia acrecentada que nos permite conocer el bien y el mal y crecer replicando el carácter perfecto y santo de Dios.

 

El andar de loa elegidos por el Camino hacia las promesas que se nos han dado no está exento de tropiezos, de caídas, pero si arrepentidos pedimos perdón, si nos levantamos, y si retomamos nuestro andar, habremos crecido en conciencia y comprensión y optado por aquello que de nosotros se espera, después de todo perder el rumbo no es tan malo, a veces te permite encontrar nuevos, mejores y más plenos caminos.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

1 Pedro 4:16; 2 Timoteo 1:12; Proverbios 24:16; Job 5:19; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34; Génesis 50:20; Romanos 8:28; Lucas 15:17-19; Salmos 119:59

 


martes, 23 de agosto de 2022

A veces los problemas parecen no tener solución simple y sencillamente para darte la oportunidad de tu crearla


 A veces, una vez que hemos venido a salvación, podemos creer que Dios nos dará todo —lo cual así será— sin mayor esfuerzo de nuestra parte —lo cual es erróneo.

 

De principio a fin la Palabra nos insta a esforzarnos, por ejemplo, previo a entrar a la Tierra Prometida, Dios le dice a Josué “escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas”.

 

De igual forma, y de manera vehemente, admoniciona contra la indolencia, por ejemplo, Salomón en su momento señaló “la pereza hace caer en profundo sueño, y el alma ociosa sufrirá hambre”.

 

Más sin embargo, hay que entender que aquel esfuerzo del que nos habla la Escritura, tiene un efecto en nosotros que es replicar en cada uno el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios. Ese replicar su carácter perfecto y santo nos lleva a ser más, de hecho a ser algo pues ahorita somos nada, siendo que ese ser más, ese ser algo, equivale, como lo señala la Escritura, a que nuestro corazón sea ensanchado.

 

Realmente es curioso el término de ensanchar el corazón, pero el mismo implica que hemos llegado a ser más, y que en ese más hay más espacio para nosotros, para los demás y para Dios.

 

El resultado de ello es que, habiendo replicado el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, nos comportamos de manera perfecta y santa, como exhorta la Palabra: “Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón, para que yo responda al que me afrenta”.

 

Obvio que ese esfuerzo implica alcanzar algo que no tenemos, obvio que ese ensanchar lleva implícito el llegar a ser algo que no somos, de esta forma, y la única manera de llegar a ello, es que precisamente nos enfrentemos a situaciones que requieran de nuestro  brío, arrojo y voluntad.

 

Así que la próxima vez que estés enfrentando algún revés, alguna tentación, alguna tribulación, piensa que ese sentimiento de desasosiego que experimentas tiene que ver con el cambio que se está gestando en ti donde estás pasando de lo estrecho a lo ancho en tu corazón y de lo que no eres a realmente ser y no solo ser sino ser perfecto y santo, después de todo a veces los problemas parecen no tener solución simple y sencillamente para darte la oportunidad de tu crearla.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Josué 1:9; Deuteronomio 31:8; 2 Crónicas 15:7; Proverbios 19:15; Isaías 56:10; Efesios 5:14; Salmos 25:17; 2 Corintios 6:11; Proverbios 27:11; Salmos 119:42; 2 Juan 1:4

 


martes, 16 de agosto de 2022

Para priorizar tus acciones no solo consideres lo urgente o lo importante sino también lo trascendente

 


La historia bíblica de Marta y María contienen mucha edificación para los elegidos.  Dicha historia, contenida en el Evangelio de Lucas, señala “aconteció que [Jesús] yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.

 

Como podemos ver, Jesús no recrimina el que Marta esté afanada y turbada en muchas cosas, sino más bien que su orden de prioridades no sea el correcto. Teniendo de visita en su casa a la Palabra hecha carne, ¿habría algo más importante que escucharlo?

 

En esa misma línea de pensamiento, en el Evangelio de Mateo, Jesús, después de la contextualización requerida, establece el correcto orden de prioridades que debe regir en la vida de los elegidos: “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.

 

La vida está llena de necesidades, la Escritura nunca nos alienta a ser indolentes ante ello, por el contrario, nos insta a proveer lo necesario para ella tanto para uno como para los nuestros, como la misma Palabra indica “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”, pero en función del llamamiento al que hemos respondido, lo eterno, debe superponerse a lo temporal, de esta forma para priorizar tus acciones no solo consideres lo urgente o lo importante sino también lo trascendente.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Lucas 10:38-42; Salmos 27:4; Juan 6:27; Mateo 6:25-33; Filipenses 4:6; Lucas 12:22-24; 1 Timoteo 5:8; Isaías 58:7; Gálatas 6:10

martes, 9 de agosto de 2022

Los retos por más difíciles que sean no son imposibles, lo que sí es difícil a veces es creer esto

 


Si tuviéramos que eliminar una frase del lenguaje de los elegidos sin duda que ésta debería ser la de “no puedo”, pero curiosamente la realidad pareciera ser en ocasiones al contrario ya que ésta es la frase que quienes hemos decidido seguir a Cristo más usamos para justificar nuestras flaquezas, debilidades, torpezas y cobardías.

 

“No puedo dejar tal vicio”, “no puedo perdonar a tal persona”, “no puedo superar tal defecto”, “no puedo cumplir con lo que de mí se espera”, “no puedo proclamar el Evangelio”. Quítale y ponle a esas frases y verás que, en mayor o menor medida, la mayoría de nosotros si no es que todos, sea con nuestros pensamientos y/o nuestras acciones, hemos llegado a expresar lo anterior.

 

“Pero es que es verdad —pudiera decir alguien— , nuestra naturaleza actual es así por lo que no podemos hacer muchas cosas”. En parte esa expresión tiene razón, ¿cuál es esa parte?, que así es nuestra naturaleza y que por lo tanto no podemos ir más allá de ello, pero lo que le falta a esa expresión es la consideración de que cuando venimos a salvación, cuando arrepentidos nos bautizamos y por medio de la imposición de manos recibimos el Espíritu de Dios, se nos concede ese algo adicional que permite superar los límites que tenemos.

 

Pablo, el mismo Pablo que en su carta a los de Roma se quejaba de que no podía hacer el bien que quería sino que su naturaleza lo llevaba a hacer el mal que no quería escribiendo a los de Filipo les indicaba “sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

 

Esa escasez y esa abundancia que menciona Pablo puede entenderse tanto de manera natural como de manera espiritual, con todo y todo es interesante al final que él mismo señale “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Todo, no una parte o la mayoría. Todo.

 

“Pero ¿y nuestra debilidad?” —otro pudiera preguntar, ¿sabes?, ¡Cristo ya respondió eso! “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”, ante lo cual Pablo no pudo menos que reconocer “por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

 

El llamamiento al que hemos respondido no nos ha quitado nuestra débil carnalidad, pero sí nos ha revestido del poder del Espíritu de Dios, por lo que, en cuanto alcanzar las promesas que se nos han dado, más allá de aquello que no somos lo que debemos considerar es lo que sí tenemos, después de todo los retos por más difíciles que sean no son imposibles, lo que sí es difícil a veces es creer esto.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Romanos 7:19-25; Salmos 19:13; Efesios 6:11-13; Filipenses 4:12-13; Colosenses 1:11; Efesios 3:16; 2 Corintios 12:9; Daniel 10:19; 1 Corintios 2:5


martes, 2 de agosto de 2022

Todo problema o tiene una solución o tiene una enseñanza

 


Uno de los principales problemas de entendimiento que tiene el elegido que inicia su andar por el Camino, problema que por cierto busca explotar el Enemigo, es la idea de que una vez venido a salvación ya no se tropezará, ya no se caerá, vamos: ya no se cometerán pecados, pero la realidad es diametralmente opuesta a esta idea.

 

En su primera carta Juan, escribiendo por cierto a la iglesia de Dios, no a los paganos, señala “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Eso de “hijitos míos” corrobora el hecho de que Juan escribe para la iglesia de Dios, pero lo interesante es eso que señala  de que “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, siendo que en ese entendido un elegido puede tropezar, caer, vamos: pecar, pero que la actitud de ello debe ser de venir en arrepentimiento al Padre para obtener por medio de Jesucristo el perdón por nuestras faltas.

 

Pablo desarrolla aún más esta idea pero agregando que incluso esos tropiezos, esas caídas, pueden traer una comprensión adicional al llamamiento que se ha respondido: “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”.

 

¿Te fijas?, lo dicho por Pablo —así es: el apóstol Pablo, el misionero entre los gentiles, el autor de casi la mitad del nuevo testamento— no solo corrobora que mientras uno está en esta carnalidad podrá —como posibilidad, no como permiso— seguir tropezando, cayendo, pero aparte agrega entendimiento adicional al señalar por qué sucede eso ya que dos leyes hay en uno: una de muerte y otra de vida, y adicionalmente presenta la solución que en su momento dicho conflicto dicotómico se resolverá cuando señala “¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.

 

Mientras militemos en esta carne seguiremos sujeto a las pasiones del actual siglo, pero eso no debe desanimarnos de seguir nuestro andar a las promesas que se nos han dado sabiendo que al final seremos liberados de esto y mientras tanto aprendiendo lo que esto significa a la luz del llamamiento al que hemos respondido, ya que todo problema o tiene una solución o tiene una enseñanza.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Corintios 4:14; 1 Timoteo 2:5; Hebreos 7:25; Romanos 7:14-25; 1 Corintios 3:1; Gálatas 4:3; Hebreos 4:12