Hay
algunos cristianos que cree que llegar a la iglesia de Dios es algo que ya da
por hecho la salvación. Recordando el discurso de Pedro en Pentecostés es gente
que se ha arrepentido, se ha bautizado y ha recibido el don del Espíritu Santo.
Pero
la Escritura reiterativamente nos indica cómo es que uno debe mantenerse en el
camino al que ha sido llamado so pena de perder las promesas que se nos han
dicho. Jesús mismos hablando a la iglesia de Filadelfia le dice que retenga lo
que tiene para que nadie le quite su corona, luego entonces esa corona puede
ser perdida.
Pero
¿qué hay del dicho de Jesús, respecto de Sus ovejas, en cuanto que nadie las
arrebatará de Sus manos?, ¿o de cuando señala, respecto de esas mismas ovejas,
que nadie puede arrebatarlas de las manos de Su Padre, de nuestro Padre?
En
efecto, nadie puede arrebatarnos de las manos de Jesús ni de las manos de
nuestro Padre, Pablo expresa este mismo pensamiento al señalar que “ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Pero
una cosa es que nada ni nadie pueda arrebatarnos de las manos de Cristo o de
las manos de nuestro Padre y otra muy distinta que nosotros mismos, desechando
el llamamiento del que hemos sido objeto y despreciando las promesas que se nos
han dado, libremente desdeñemos la salvación que se nos ha ofrecido.
En
ese mismo orden de ideas Pablo, escribiendo a los Hebreos, les señala que “si
continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados sino una horrenda
expectación de juicio y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.
El
llamamiento del que hemos sido objetos es un primer paso en un largo andar que
durará toda nuestra vida, por eso inicialmente a esto se le llamaba El Camino,
siendo ese camino el mismo Jesús, quien nos conduce al Padre.
El
llamamiento es el primer paso en este Camino, pero como todo primer paso, hay
un segundo, que es el haber sido de los pocos elegidos, y como dicen que no hay
segundo sin tercero hay un tercer y último paso: el ser fieles.
Ser
fieles implica fidelidad al camino, fidelidad a la verdad, fidelidad a la vida
que revela en la Escritura a través de la Palabra y que en Cristo Jesús
tenemos, como dice Revelación, la perseverancia de los santos se refiere a guardar los mandamientos de Dios y la
fe de Jesús, después de todo nadie ha cruzado la meta sin
haber tenido que dar el último paso.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Hechos 2:38; Juan 10:27-29; Romanos 8:38-39; Hebreos
10:26-27; Hechos 9:1-2; Juan 14; Mateo 22:14; Revelación 17:14; 14:12
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