Sin duda alguna la muerte es uno de esos enigmas
que siempre ha intrigado a la humanidad, dado que no hay nada peor que la
incertidumbre, el ser humano ha buscado darse una respuesta que si bien no
venga a solucionar la cuestión de qué es la muerte al menos le dé cierto
sosiego.
Así han surgido un sinfín de explicaciones sobre
esto, más sin embargo, quien se atiene a la revelación contenida en la Palabra
de Dios, sabe que los muertos están inconscientes en sus tumbas y que la
inmortalidad es condicional, lo cual es contrario a la mentira de la serpiente
original cuando les dijo a nuestros primeros padres que aunque pecaran, que
aunque desobedecieran a Dios, ellos no morirían.
Si bien esta es una verdad, en ocasiones
pareciera, incluso para el cristiano, que éste vive como si nunca fuera a morir,
no hablando de la condición en la que se encuentran los muertos, sino de que su
vida física la vive como si nunca fuera a morir.
Dios no quiere que nadie muera sino que todos
procedan a arrepentimiento, por eso da tiempo suficiente para que todos lleguen
al conocimiento de la verdad. Algunos han oído la voz del señor y han
respondido, pero esa respuesta debe ir acompañada de la diligencia de caminar
en el sendero al cual Dios nos ha hablado.
La Escritura exhorta a quienes han respondido al
llamado a trabajar de manera individual y colectiva en la edificación de lo que
se conoce como el Cuerpo de Cristo, Su iglesia. Para ello es necesario poner
nuestros dones al servicio de la Gran Comisión, alentándonos unos a otros,
edificándonos unos a otros.
Pero puede darse el caso que algunos oyendo el
llamado y respondiendo a él, es decir, arrepintiéndose y bautizándose, esperen
de manera desidiosa que la obra de la iglesia o el poder de Dios actúen en él
sin necesidad de esfuerzo alguno de su parte.
Se han bautizado, sí, han recibido el Espíritu
Santo, sí, van a los servicios de la congregación, sí, pero de su parte no hay estudio,
no hay edificación, no hay voluntad para continuar creciendo y pasar de tomar leche
a comer carne, es decir, a escudriñar todo reteniendo lo bueno.
Quien piensa así es recriminado por la Escritura
y señalado como alguien perezoso, negligente, adormilado, alguien que teniendo
todo para su perfeccionamiento y santificación, es decir, alguien que ha
respondido al llamado, no hace nada como
si tuviera tiempo en esta vida más que de sobra, así que no lo olvides: No
somos eternos, ¿por qué desperdiciar el tiempo como si lo fuéramos?
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Job 14:12-14; Salmo 6:5; 115:17; Eclesiastés
9:5-6; Salmo 49:16-17; Eclesiastés 3:19-20; Salmo 13:3; Hechos 11:34; Hebreos
11:13, 39-40; Juan 5:28-29; Isaías 26:19; 1 Corintios 15:51-56; 1
Tesalonicenses 4:13-18; 2 Pedro 3:9; Efesios 4:12, 16; 1 Corintios 14:12; 1
Tesalonicenses 5:11; 1 Corintios 14:26; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:12-13; Proverbios
10:4; Proverbios 20:13; Proverbios 20:4; Proverbios 24:34; Proverbios 19:15; Proverbios
12:24; Proverbios 13:4; Proverbios 21:25
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