miércoles, 21 de noviembre de 2018

No somos eternos, ¿por qué desperdiciar el tiempo como si lo fuéramos?



Sin duda alguna la muerte es uno de esos enigmas que siempre ha intrigado a la humanidad, dado que no hay nada peor que la incertidumbre, el ser humano ha buscado darse una respuesta que si bien no venga a solucionar la cuestión de qué es la muerte al menos le dé cierto sosiego.

Así han surgido un sinfín de explicaciones sobre esto, más sin embargo, quien se atiene a la revelación contenida en la Palabra de Dios, sabe que los muertos están inconscientes en sus tumbas y que la inmortalidad es condicional, lo cual es contrario a la mentira de la serpiente original cuando les dijo a nuestros primeros padres que aunque pecaran, que aunque desobedecieran a Dios, ellos no morirían.

Si bien esta es una verdad, en ocasiones pareciera, incluso para el cristiano, que éste vive como si nunca fuera a morir, no hablando de la condición en la que se encuentran los muertos, sino de que su vida física la vive como si nunca fuera a morir.

Dios no quiere que nadie muera sino que todos procedan a arrepentimiento, por eso da tiempo suficiente para que todos lleguen al conocimiento de la verdad. Algunos han oído la voz del señor y han respondido, pero esa respuesta debe ir acompañada de la diligencia de caminar en el sendero al cual Dios nos ha hablado.

La Escritura exhorta a quienes han respondido al llamado a trabajar de manera individual y colectiva en la edificación de lo que se conoce como el Cuerpo de Cristo, Su iglesia. Para ello es necesario poner nuestros dones al servicio de la Gran Comisión, alentándonos unos a otros, edificándonos unos a otros.

Pero puede darse el caso que algunos oyendo el llamado y respondiendo a él, es decir, arrepintiéndose y bautizándose, esperen de manera desidiosa que la obra de la iglesia o el poder de Dios actúen en él sin necesidad de esfuerzo alguno de su parte.

Se han bautizado, sí, han recibido el Espíritu Santo, sí, van a los servicios de la congregación, sí, pero de su parte no hay estudio, no hay edificación, no hay voluntad para continuar creciendo y pasar de tomar leche a comer carne, es decir, a escudriñar todo reteniendo lo bueno.

Quien piensa así es recriminado por la Escritura y señalado como alguien perezoso, negligente, adormilado, alguien que teniendo todo para su perfeccionamiento y santificación, es decir, alguien que ha respondido al llamado,  no hace nada como si tuviera tiempo en esta vida más que de sobra, así que no lo olvides: No somos eternos, ¿por qué desperdiciar el tiempo como si lo fuéramos?


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Job 14:12-14; Salmo 6:5; 115:17; Eclesiastés 9:5-6; Salmo 49:16-17; Eclesiastés 3:19-20; Salmo 13:3; Hechos 11:34; Hebreos 11:13, 39-40; Juan 5:28-29; Isaías 26:19; 1 Corintios 15:51-56; 1 Tesalonicenses 4:13-18; 2 Pedro 3:9; Efesios 4:12, 16; 1 Corintios 14:12; 1 Tesalonicenses 5:11; 1 Corintios 14:26; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:12-13; Proverbios 10:4; Proverbios 20:13; Proverbios 20:4; Proverbios 24:34; Proverbios 19:15; Proverbios 12:24; Proverbios 13:4; Proverbios 21:25

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