martes, 26 de diciembre de 2023

Paradójicamente, si quieres éxito... prepárate primero para muchos fracasos

 


“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”, estas palabras que Dios dijo a su pueblo previo a entrar en la Tierra Prometida, non sino la repetición de lo establecido desde el Principio: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

 

En ambos casos Dios nos daba a escoger entre obedecerle y vivir, es decir, aprender de Él sin tener que experimentar el dolor, el sufrimiento y la muerte, o bien escoger, desechando su guía, porque fuera nuestra experiencia la que nos enseñara lo bueno y lo malo, el problema es que, en esta última opción, al haber errores, dicho aprendizaje sería experimentando dolor, sufrimiento y muerte. Ya sabemos cuál fue, ha sido, y sigue siendo la elección que la humanidad en conjunto y cada quien en lo particular ha decidido.

 

Con todo y todo el plan de Dios no se truncó pensar eso haría que nosotros, débiles, torpes, rebeldes y cobardes, pudiéramos más que Dios: “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”.

 

Ahora bien, el hecho de que el plan de Dios no se hubiere truncado no quiere decir que para aquellos que han aceptado su llamamiento ya no exista la posibilidad del dolor, el sufrimiento y la muerte. Seguimos en este mundo, seguimos en la carnalidad y seguimos expuestos a otros que de igual forma comparten esas características siendo que en el peor de los casos éstos últimos ni siquiera han venido a salvación.

 

Con todo y todo, como escribía Pablo a los de Roma, “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”.

 

Y todavía mayor claridad, como se nos dice que hacían Pablo y Bernabé en Lista,  Iconio y Antioquía: “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”, la cuestión es que, a pesar de las caídas, volvernos a levantar y continuar nuestro andar a las promesas que se nos han dado, así que, paradójicamente, si quieres éxito... prepárate primero para muchos fracasos.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

Deuteronomio 30:19; Jeremías 21:8; Génesis 2:16-18; Romanos 6:23; Isaías 55:10-11; Zacarías 8:12; Romanos 8:18-21; 2 Corintios 4:17; Hechos 14:22; Juan 16:33


martes, 19 de diciembre de 2023

Créeme: el desánimo, la desilusión, el enojo... ni resolverán un problema ni lo harán más llevadero

 


La vida cristiana no está exenta de pruebas, más bien, y al contrario, enfrentan incluso más pruebas que las que enfrenta el mundo ya que, a las pruebas naturales que todos enfrentan, deben sumarse las pruebas relacionadas con el llamamiento al que se ha respondido.

 

Esas pruebas, obvio, dada nuestra actual condición, generan en uno cierta zozobra y, ¿por qué no?, incluso sentimientos adversos, David en su momento escribió “y yo, pobre soy y desdichado, pero el Señor piensa en mí; tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes”. Fijémonos que David tenía fe, él mismo señala que Dios, a quien llama su socorro y su libertador, piensa en él, con todo y todo se reconoce como pobre y desdichado. Una cosa no está peleada con la otra. Uno puede estar sufriendo y en medio de su sufrimiento clamar a Dios, eso no quiere decir que no se tenga fe.

 

También David en su momento escribió “¡Tengo fe, aun cuando digo: «Muy desdichado soy»!” Así que se puede tener fe, pero al mismo tiempo estar sufriendo, más sin embargo esos sentimientos no son los que deban marcar la pauta de nuestro andar por el Camino.

 

Con todo y todo, ¿qué se puede hacer?, uno tal vez muy poco, de poder hacer algo ya uno lo hubiera hecho, pero Dios puede hacer todo. Al inicio de la parábola dada por Jesús que se conoce como la dela viuda y el juez injusto, aquella donde aquel juez le hace justicia a la viuda ya que ésta día y noche se lo pedía, la historia en cuestión inicia señalando “también les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. Así que lo que uno puede hacer ante lo que se esté padeciendo es poner todo en manos de Dios, como Pedro señala en su primera carta: “echando toda vuestra ansiedad sobre [Dios], porque Él tiene cuidado de vosotros”.

 

Dios siempre tiene el control, de no ser así no sería Dios, siendo que, si Dios tiene el control de todo, todo, incluso lo adverso que padezcamos forma parte de lo previsto por Él, pero, mejor aún, sirve para nuestro bien ulterior, como dice Pablo escribiendo a los de Roma: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

 

Lo anterior nos da la confianza en que llegará el momento en que lo que padezcamos termine quedando entonces el lustre que Dios haya sacado a nuestra alma, como David también en su momento llegó a decir: “en Jehová puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la roca, consolidó mis pasos. Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Jehová tendrán confianza”, así que esa es la mejor actitud que podemos tener, después de todo, créeme: el desánimo, la desilusión, el enojo... ni resolverán un problema ni lo harán más llevadero.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Salmos 40:17; Mateo 6:25; Salmos 116:10; 2 Corintios 4:13; Lucas 18:1; Efesios 6:18; 1 Pedro 5:7; Hebreos 13:5-6; Romanos 8:28; Efesios 1:11; Salmos 40:2-4; Jeremías 17:7


martes, 14 de noviembre de 2023

Recuerda: usa las cosas para llegar a ser... no al revés



El elegido, recordando las palabras de nuestro Señor en el sentido de “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”, sabe que debe tener un correcto orden de prioridades en su vida.

 

De inicio, respecto de lo anterior, uno debe tener muy en claro a qué se refiere eso de la justicia del reino de Dios, ¿cuál será esa justicia que uno debe buscar primeramente?, “todos tus mandamientos son justicia”, dice la Escritura, de ahí que, la recomendación práctica, la técnica de vida, por decirlo en cierta forma, de todo elegido, estriba en tratar de vivir conforme a la Ley de Dios, sus Diez Mandamientos, ojo: tal cual están escritos en Éxodo 20, no tal cual los ha cambiado el Enemigo, el Mundo y la Carne.

 

Ahora bien, la segunda parte de la cita, “y todas estas cosas os serán añadidas”, ¿a qué se refiere?, previo a eso dicho por nuestro Señor, Él mismo señaló a qué se referiría cuando dijo “por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas”.

 

“Si, ya sé –podrá decir alguien– eso se refiere a que no me preocupe por las cosas materiales como comer o vestir anteponiendo ello a la búsqueda de la justicia del reino de Dios”, y sí, es verdad, eso significa, pero naturalmente, eso quiere decir que espiritualmente tiene aún mayor comprensión.

 

El comer, espiritualmente, se refiere a ese alimento de vida que necesitamos, el vestir, de igual forma, se refiere a ese irnos revistiendo del nuevo hombre, incluso de esto, Dios nos dice que no nos preocupemos, Él hará, lo único que requiere de nosotros es ese esfuerzo para vivir conforme a su voluntad expresada en su Ley, sus Diez Mandamientos.

 

Sobre esto es esclarecedor la parte que señala “quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo”, ya que, espiritualmente hablando, se refiere a ese crecimiento que ser requiere para alcanzar la estatura perfecta de Cristo.

 

Así que incluso, si buscando lo espiritual –alimento, vestido o crecimiento- nos afanamos tanto que la búsqueda de la justicia del reino de Dios es dejada de lado, estamos mal, y eso de que Dios hará no es un invento de uno, sino lo que la Palabra claramente señala: “Estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”.

 

El elegido tiene muy en claro las metas eternas que persigue y, en ese sentido, las metas temporales, e incluso las espirituales, no le entorpecen para colocar, el correcto orden, las prioridades relativas, siendo la primera el buscar el reino de Dios y su justicia, así que recuerda: usa las cosas para llegar a ser... no al revés.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Mateo 6:33; Eclesiastés 10:2; Salmos 119:172; Deuteronomio 6:7; Mateo 6:25-32; Filipenses 4:6; Mateo 4:4; Lucas 4:4,8,12; 2 Corintios 4:16; Colosenses 3:10; Efesios 4:13; 2 Pedro 1:4; Filipenses 1:6; Salmos 138:8 

lunes, 6 de noviembre de 2023

Recuerda: no hay problemas imposibles de resolver, solo problemas que requieren de más tiempo para ello

 


A pesar de que en la vida natural muchas cosas llevan cierto tiempo en hacerse, en la vida espiritual en ocasiones puede uno tener la idea de que todo es inmediato.

 

Por ejemplo, al responder al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, uno pudiera suponer que, una vez bautizado y habiendo recibido el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos, uno ya es santo y perfecto, y por ende, ya no puede pecar más, pero la Escritura no dice eso.

 

La Palabra señala, por medio de Salomón, “porque siete veces cae el justo y vuelve a levantarse, pero los malvados caerán en el mal”, fijémonos que se refiere a aquel que cae siete veces como justo, no como pecador; de igual forma indica, a través de Juan, “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo”, observemos como es que Juan, al decir “hijitos”, no les habla a los del mundo, sino a los de la iglesia, dejando constancia que éstos pueden –como posibilidad, no como permisividad- pecar.

 

Sobre esta situación, Juan en su primera carta lo aclara al decir, “amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a Él”. ¿Te fijas?, ya somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado lo que habremos de ser, lo cual será hasta el regreso de nuestro Señor.

 

Es por eso que Jesús hablaba de dos nacimientos, aparte del natural: el del agua y el del Espíritu. El nacimiento del agua se da cuando somos bautizados, es algo así, comparándolo con lo natural, cuando somos engendrados por nuestros padres carnales iniciando un proceso de desarrollo en el vientre de nuestra madre; el nacimiento del Espíritu será cuando, al momento del regreso de nuestro Señor, seamos resucitados/transformados en cuerpos de gloria.

 

Será hasta entonces cuando, como dice Juan en su primera carta, al haber, ahora sí, nacido plenamente de Dios, ya no pecaremos más ya que “todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.

 

El elegido, con el correcto entendimiento de la Palabra, sabe que, si bien en la actualidad somos hijos de Dios, lo que habremos de ser plenamente se manifestará al regreso de nuestro Señor siendo que todo lo que ahorita no corresponde a un hijo de Dios, se resolverá, así que recuerda: no hay problemas imposibles de resolver, solo problemas que requieren de más tiempo para ello.

  

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Proverbios 24:16; Job 5:19; 1 Juan 2:1; Gálatas 4:19; Juan 2:1; 1 Juan 3:2; Job 19:26; Juan 3:5-16; Ezequiel 36:26; 1 Corintios 15:42-58; Daniel 12:3; 1 Juan 3:9; Salmos 119:3


martes, 31 de octubre de 2023

Claro que un buen líder puede desandar su camino, pero solo para regresar por aquel que ha perdido el paso

 


En la vida del elegido, pudiera pasar que, en su intento por ser santo y perfecto, éste buscara no relacionarse con los del mundo, extendiendo esto, peor aún, con aquellos hermanos han quedado en el Camino. Veamos esto último.

 

Pablo, en su primera carta a los de Corinto, les señala “más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”, ¿pudiera esto dar pauta para lo señalado anteriormente? No, ¿por qué?, porque hay un paso previo, o más bien tres pasos previos, que no deben obviarse.

 

Sobre estos pasos, nuestro Señor en su momento señaló, “por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.

 

¿Te fijas?, no es que de buenas a primeras uno se aleje del hermano, sino que previamente, primero, busca conciliarse con él corrigiéndolo incluso si es necesario, segundo, si no funciona lo anterior, intenta lo mismo con testigos, tercero, si funciona lo anterior pone a la congregación para testimonio, y entonces, solo entonces, aquel tal es desarraigado.

 

Esta actitud queda manifiesta en aquella parábola que nuestro Señor dijo en su momento: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.

 

Pon atención que la figura utilizada por Jesús es la de una oveja, una oveja era un animal limpio, apto para sacrificios, en este sentido apunta a aquellos que habiendo respondido al llamamiento del Padre vienen a salvación en el presente siglo. Pero la historia muestra a esa oveja perdiéndose y, el pastor, yendo por ella. La idea es clara y apunta a aquellos elegidos que han quedado caídos en el Camino a las promesas que se nos han dado, y, en ese sentido, ¿cuál debe ser la actitud de un hacia aquellos hermanos caídos?, la Escritura responde: “El que dice que permanece en él [Jesús], debe andar como él anduvo”, y si Él, dispuesto estaba a ir por las ovejas perdidas, nosotros no podemos ser menos.

 

La vida cristiana no solo trata de llegar a las promesas que se nos han dado sino también de ayudar a otros a que las alcancen siendo que, incluso, en éste último caso, ayudar al hermano que ha quedado caído en el Camino, después de todo claro que un buen líder puede desandar su camino, pero solo para regresar por aquel que ha perdido el paso.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Corintios 5:11; 2 Tesalonicenses 3:6; Mateo 18:15-17; Gálatas 6:1; Lucas 15:4-7; Salmos 119:176; 1 Juan 2:6; Juan 13:15

martes, 24 de octubre de 2023

¿Respiras? ¡pues a seguir luchando!

 


Dado que los elegidos seguimos en la carne, es algo natural, carnalmente hablando, que nos cansemos, nos entristezcamos, nos desanimemos, esto como resultado de las mismas luchas que enfrentamos, las ganemos o no, que de los tropiezos y caídas que experimentemos, siendo que, en determinado momento, puede que se llegue a pensar en desistir del andar por el Camino a las promesas que se nos han dado, después de todo ¿qué sentido tiene ello si al perecer no podemos?

 

Pero es importante tener en mente que el pensar así no proviene de Dios sino del Enemigo, el Mundo o la Carne los cuales tiene por meta que no alcancemos la meta que está aún delante de nosotros.

 

Más, sin embargo, ante lo primero que hemos señalado, ¿qué actitud nos dice la Escritura que debemos tener?

 

Dios en su momento le dijo a Josué “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

 

También Dios, hablando por medio del profeta Azarías, le dijo en su momento al Rey Asa y a toda la Casa de Judá y de Benjamín: “Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; que recompensa hay para vuestra obra”.

 

Nuestro Señor en su momento dijo a los suyos, y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”.

 

De igual forma nuestro Señor, por medio de Juan, le dice a la iglesia de Esmirna: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

 

¿Te fijas?, ¿qué tienen en común todas esas citas?, ¡que todas hablan de esfuerzo!, no de perfección, no de impecabilidad, sino de esfuerzo, esa es la parte que nos corresponde hacer a nosotros, con todo y todo no hay que confundirnos y creer que será por medio de ese esfuerzo por el que alcanzaremos lo que se nos ha prometido, claramente la Palabra dice “sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de [la] ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de [la] ley; puesto que por las obras de [la] ley nadie será justificado”, pero ese esfuerzo sí nos es requerido como condición para que el Espíritu de Dios trabaje en nosotros hasta lograr replicar en cada uno el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios.

 

Los tropiezos y caídas en la vida del elegido en el andar por el Camino a las promesas que se nos han dado es una realidad, pero ante esto uno no debe darse al cansancio, a la tristeza o al desánimo ya que quien finalmente logrará en uno lo que el Padre ha prometido es su Espíritu siempre y cuando, mediante el esfuerzo que nos es requerido, le permitamos trabajar en nosotros, así que recuerda: ¿Respiras? ¡pues a seguir luchando!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Josué 1:9; 2 Crónicas 15:7; Lucas 13:24; Revelación 2:10; Gálatas 2:16


martes, 17 de octubre de 2023

Triunfar no siempre se refiere a "tener más", pero siempre significará a "ser mejor"

 


Dado que la carne y el espíritu están contrapuestos, las cosas del uno no las entiende el otro y las cosas del otro no las entiende el uno. Pablo escribiendo sobre esto a los de Galacia les dice “porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

 

Para el mundo, el éxito está normado por las metas que se alcancen en función de tres cosas: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”, pero como la misma Escritura señala de esto “el mundo y sus deseos pasan; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

 

Es por ello que nuestro Señor en su momento señaló “no os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

 

Ese “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” ser refiere al correcto orden de prioridades que en el caso de los elegidos debe de haber, y, por cierto, la imagen del reino no es casual.

 

Un reino tiene cuatro cosas para ser tal: (1) un rey, (2) un territorio, (3) súbditos, y (4) leyes. Si falta una sola de esas cuatro cosas no puede hablarse de la existencia de un reino.

 

Ahora bien, de esas cuatro cosas las tres primeras nos quedan claras: El rey es el Padre por medio de su Hijo, el territorio es el universo entero con la tierra como el centro de operaciones, los súbditos somos todos los llamados a ser reyes y sacerdotes que califiquemos para ello manteniéndonos fieles hasta el final, pero ¿y las leyes, cuáles leyes podrían ser?

 

De nuevo retomemos lo dicho por Jesús para saber a qué leyes podríamos referirnos: “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. En ese sentido habría que ver cómo define la Palabra eso de “justicia”, siendo que la Escritura claramente señala que “todos tus mandamientos son justicia”.

 

Así que con esto ya tenemos identificados los cuatro elementos que conforman el reino, la cuestión ahora es ver si calificamos, ¿por qué?, porque nuestro mismo Señor en su momento dijo “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos: más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.

 

Así que, mientras andamos por el Camino en pos de las promesas que se nos han dado mantengamos el correcto orden de prioridades, no sea que ganando el mundo perdamos nuestra alma, después de todo triunfar no siempre se refiere a "tener más", pero siempre significará a "ser mejor".

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Gálatas 5:17; Romanos 7:18; 1 Juan 2:16-17; Romanos 13:14; Salmos 119:172; Deuteronomio 6:7; Mateo 7:21; Romanos 2:13; Mateo 16:26; Lucas 9:25


martes, 10 de octubre de 2023

Reflexión sin acción es vida sin vocación

 


Ser un seguidor de Jesús no solo es reconocerle como Señor sino actuar conforme al llamamiento que se ha respondido.

 

Jacobo, el medio hermano de Jesús, en su carta señaló esto diciendo “hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.

 

Haciendo eco de esto Pablo, escribiendo a los de Roma, les dice “porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados”. De igual forma Juan, en su primera carta señaló “En esto conocemos el amor: en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él? Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”.

 

De esta forma vemos que la fe, para tener realmente un valor trascedente con relación a nuestra vocación, debe ir acompañada de las obras que la evidencien ante el mundo.

 

Sobre todo lo anterior, nuestro Señor en su momento les dijo a los suyos, y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos, incluyéndonos, “vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.

 

De igual forma Pedro, en consonancia con esto, en su primera carta señaló “mantened entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que os calumnian como malhechores, ellos, por razón de vuestras buenas obras, al considerar las, glorifiquen a Dios en el día de la visitación”.

 

La fe es importante, pero poner por obra esa fe que se dice profesar es un requisito que se espera del elegido, requisito cuyo cumplimiento nos acerca cada vez más al carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, después de todo reflexión sin acción es vida sin vocación.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Mateo 7:21-23; Romanos 2:13; 1 Juan 3: 16-18; Mateo 5:14-16; 1 Pedro 2:12


martes, 3 de octubre de 2023

Un buen líder no solo sabe la respuesta a la pregunta "¿hacia dónde?", sino también "¿por qué?" y "¿para qué?"

 


En cierta forma, quienes hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, hemos adoptado una figura de liderazgo ante el mundo. Esa figura de liderazgo está confirmada por las palabras que en su momento nuestro Señor antes de partir dijo a los suyos, y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

 

Ahora bien, esa prédica no se circunscribe simplemente a expresar las verdades divinas en la figura de las promesas que se nos han compartido, lo cual sería el “¿hacia dónde?” sino a explicarlas, es decir, responder al "¿por qué?" y "¿para qué?"

 

Esto lo resume Pedro cuando, en su primera carta, señala “glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones”, tan debemos ser capaces de dar esas razones que Pablo, escribiendo a los de Roma, se refiere a las creencias que profesamos como un culto racional: “así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”.

 

Flaco favor le hacemos a la Palabra cuando, ante una verdad expuesta de nuestra parte que es cuestionada por los demás, nos remitimos simplemente a la autoridad de la Escritura diciendo que eso es así porque así está escrito.  Ese no es ningún argumento, es como el padre de familia que ante los cuestionamientos de los hijos a las instrucciones dadas simplemente dice “por qué lo digo yo que soy tu padre”.

 

Considerando esto y retomando las ideas iniciales, vemos como Pablo, en su segunda carta a los de Corinto, les dice, sobre la labor de los elegidos: “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”.

 

De nueva cuenta: Todo lo dicho hasta aquí implica para el elegido llamado a proclamar la Palabra, ser, como señala Pablo, “plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”, lo cual solo se logra mediante el estudio, la meditación y la oración.

 

El elegido, ejerciendo aquel liderazgo que nuestro Señor nos dio al comisionarnos para proclamar el Evangelio, está llamado a proclamar las verdades divinas que se le han compartido, pero no solo presentándolas sino explicándolas, argumentándolas, haciéndolas accesibles para todo aquel que quiera comprenderlas, después de todo un buen líder no solo sabe la respuesta a la pregunta "¿hacia dónde?", sino también "¿por qué?" y "¿para qué?"

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Marcos 16:15-18; Hechos 1:8; Colosenses 1:23; 1 Pedro 3:15; Proverbios 22:21; Colosenses 4:6; Romanos 12:1; 1 Corintios 1:10; 1 Pedro 2:5; Efesios 3:18; Gálatas 2:20; Filipenses 2:5-8


martes, 26 de septiembre de 2023

Cada batalla que enfrentes, la ganes o no, te habilita para tu siguiente lucha

 


Puede suceder que, cuando uno viene a salvación, crea que de ahí en adelante ya no tropezará, no caerá, vamos: ya no pecará en su andar por el Camino a las promesas que se nos han dado, después de todo se supone que ahora sí uno tiene claridad en lo que es pecado, pero además cuenta ahora con la ayuda del Espíritu Santo para vivir perfectamente. La triste realidad, decepcionante, desmotivante para muchos, es que esto no es así.

 

Juan, sobre esto, en su primera carta escribe, “muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él aparezca, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”, pero ¿por qué esto es así?

 

Pablo, escribiendo a los de Roma, diserta sobre lo anterior al señalar “porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Porque yo sé que, en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?”

 

El problema de lo señalado desde el inicio es que no solo tenemos el conocimiento del pecado y no solo contamos ahora con la ayuda del Espíritu de Dios, sino que también sigue subsistiendo en nosotros la naturaleza inherente a nuestra carnalidad, dicha naturaleza, como lo expresa Pablo, es débil torpe, rebelde y cobarde, pero, también como lo expresa Pablo, lo nuevo en nuestra vida es que dicha naturaleza nos duele, nos ofende, nos avergüenza, con todo y todo, mientras aún militamos en esta carne, debemos convivir con ella y con todo lo que eso implica incluso los tropiezos, las caídas, vamos: los pecados que por esto experimentemos.

 

Pero, ¿cuál es la expectativa de lo anterior?, Pablo no nos deja con la incertidumbre, sino que cierra su exposición con la esperanza que todos aguardamos: “¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.

 

De esta forma, incluso con lo contrario al llamamiento que aun experimentamos al militar en esta carne, nuestra esperanza estriba en que, si nos mantenemos fieles, llegará en su momento en que, liberados de este yugo, podamos servir a Dios de manera perfecta y santa, como escribe Pablo en su primera carta a los de Corinto: “Porque es menester que esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.

 

El elegido sabe que está actualmente en una guerra, una guerra que, a pesar de los tropiezos, las caídas, vamos: los pecados que experimentemos al estar aún sujetos a la naturaleza de nuestra carnalidad, terminará en la victoria cuando Cristo, a su regreso, nos revista de incorrupción e inmortalidad, si es que con Él nos mantenemos fieles hasta el final, así que ya lo sabes, cada batalla que enfrentes, la ganes o no, te habilita para tu siguiente lucha.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

1 Juan 3:2; Job 19:26; Salmos 17:15; Lucas 20:36; Romanos 7:15-25; Gálatas 5:17; Filipenses 3:12-14; 1 Corintios 15:53-54; Romanos 2:7; 2 Corintios 5:2-4


martes, 19 de septiembre de 2023

Las pruebas por las que pasas le hablan al mundo de lo que vales y a ti de lo que realmente estás hecho


 Tal vez una de las cuestiones más complicas de entender para el elegido es la cuestión de las pruebas que pasa una vez que ha venido a salvación, digo, después de todo, si uno ya ha aceptado a Jesús, ¿no debería Dios de protegernos como hijos suyos de todas las adversidades?

 

Ese pensamiento tiene más de natural que de espiritual pues desde el punto de vista de Dios las pruebas que uno pasa tienen un propósito. Pedro, sobre esto, en su primera carta señala “amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado”.

 

Ese “gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” tiene que ver con los efectos que los padecimientos actuales tienen en nosotros ya que, incluso por medio de ellos, Dios, con su Espíritu, está replicando en cada uno su carácter perfecto y santo.

 

Sobre esto último, a saber: la réplica en nosotros del carácter perfecto y santo de Dios incluso por medio de lo que actualmente padecemos, Pedro, en esa misma carta, un poco antes, aclara: “En lo cual [es decir, en la herencia que se nos tiene preparada] os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas,  para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo;  a quien sin haberle visto, le amáis, y a quien ahora no veis, pero creéis en El, y os regocijáis grandemente con gozo inefable y lleno de gloria,  obteniendo, como resultado de vuestra fe, la salvación de vuestras almas”.

 

Fijémonos como claramente Pedro señala “vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”. Así que el valor, respecto del plan de Dios para con cada uno, de las pruebas que padecemos, es probar nuestra fe con ese fuego que, como al oro, lo purifica, lo perfecciona, lo hace inestimablemente superior.

 

 Todos padecemos en alguno momento de nuestra vida, no solo aquellos que aún no han venido a salvación sino también incluso los elegidos, tal vez la diferencia de estos últimos para con los primeros es que el Espíritu de Dios, en cada uno, incluso por medio de lo que padecemos, le da propósito a ese sufrimiento: el propósito de reflejar en cada uno el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios. Así que ya lo sabes, respecto del plan de Dios para con cada uno, las pruebas por las que pasas le hablan al mundo de lo que vales y a ti de lo que realmente estás hecho.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

1 Pedro 4:12-14; Daniel 11:35; 1 Corintios 3:13; 1 Pedro 1:6-9; 1 Corintios 10:13; 2 Timoteo 3:12