La vida cristiana no está exenta de pruebas,
más bien, y al contrario, enfrentan incluso más pruebas que las que enfrenta el
mundo ya que, a las pruebas naturales que todos enfrentan, deben sumarse las
pruebas relacionadas con el llamamiento al que se ha respondido.
Esas pruebas, obvio, dada nuestra actual
condición, generan en uno cierta zozobra y, ¿por qué no?, incluso sentimientos
adversos, David en su momento escribió “y yo, pobre soy y desdichado, pero el
Señor piensa en mí; tú, mi socorro y mi libertador, oh Dios mío, no tardes”.
Fijémonos que David tenía fe, él mismo señala que Dios, a quien llama su
socorro y su libertador, piensa en él, con todo y todo se reconoce como pobre y
desdichado. Una cosa no está peleada con la otra. Uno puede estar sufriendo y
en medio de su sufrimiento clamar a Dios, eso no quiere decir que no se tenga
fe.
También David en su momento escribió “¡Tengo
fe, aun cuando digo: «Muy desdichado soy»!” Así que se puede tener fe, pero al
mismo tiempo estar sufriendo, más sin embargo esos sentimientos no son los que
deban marcar la pauta de nuestro andar por el Camino.
Con todo y todo, ¿qué se puede hacer?, uno
tal vez muy poco, de poder hacer algo ya uno lo hubiera hecho, pero Dios puede
hacer todo. Al inicio de la parábola dada por Jesús que se conoce como la dela
viuda y el juez injusto, aquella donde aquel juez le hace justicia a la viuda
ya que ésta día y noche se lo pedía, la historia en cuestión inicia señalando
“también les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y
no desmayar”. Así que lo que uno puede hacer ante lo que se esté padeciendo es
poner todo en manos de Dios, como Pedro señala en su primera carta: “echando
toda vuestra ansiedad sobre [Dios], porque Él tiene cuidado de vosotros”.
Dios siempre tiene el control, de no ser así
no sería Dios, siendo que, si Dios tiene el control de todo, todo, incluso lo
adverso que padezcamos forma parte de lo previsto por Él, pero, mejor aún,
sirve para nuestro bien ulterior, como dice Pablo escribiendo a los de Roma: “Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es,
a los que conforme a su propósito son llamados”.
Lo anterior nos da la confianza en que
llegará el momento en que lo que padezcamos termine quedando entonces el lustre
que Dios haya sacado a nuestra alma, como David también en su momento llegó a
decir: “en Jehová puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi
clamor. Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la
roca, consolidó mis pasos. Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a
nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Jehová tendrán confianza”, así que
esa es la mejor actitud que podemos tener, después de todo, créeme: el
desánimo, la desilusión, el enojo... ni resolverán un problema ni lo harán más
llevadero.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Salmos 40:17; Mateo 6:25; Salmos 116:10; 2
Corintios 4:13; Lucas 18:1; Efesios 6:18; 1 Pedro 5:7; Hebreos 13:5-6; Romanos
8:28; Efesios 1:11; Salmos 40:2-4; Jeremías 17:7
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