A pesar de que en la vida natural muchas
cosas llevan cierto tiempo en hacerse, en la vida espiritual en ocasiones puede
uno tener la idea de que todo es inmediato.
Por ejemplo, al responder al llamamiento del
Padre para venir a salvación en el presente siglo, uno pudiera suponer que, una
vez bautizado y habiendo recibido el Espíritu Santo por medio de la imposición
de manos, uno ya es santo y perfecto, y por ende, ya no puede pecar más, pero
la Escritura no dice eso.
La Palabra señala, por medio de Salomón, “porque
siete veces cae el justo y vuelve a levantarse, pero los malvados caerán en el
mal”, fijémonos que se refiere a aquel que cae siete veces como justo, no como
pecador; de igual forma indica, a través de Juan, “hijitos míos, estas cosas os
escribo para que no pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con
el Padre, a Jesucristo, el justo”, observemos como es que Juan, al decir “hijitos”,
no les habla a los del mundo, sino a los de la iglesia, dejando constancia que
éstos pueden –como posibilidad, no como permisividad- pecar.
Sobre esta situación, Juan en su primera
carta lo aclara al decir, “amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Cristo se manifieste,
seremos semejantes a Él”. ¿Te fijas?, ya somos hijos de Dios, pero aún no se ha
manifestado lo que habremos de ser, lo cual será hasta el regreso de nuestro
Señor.
Es por eso que Jesús hablaba de dos
nacimientos, aparte del natural: el del agua y el del Espíritu. El nacimiento
del agua se da cuando somos bautizados, es algo así, comparándolo con lo
natural, cuando somos engendrados por nuestros padres carnales iniciando un
proceso de desarrollo en el vientre de nuestra madre; el nacimiento del
Espíritu será cuando, al momento del regreso de nuestro Señor, seamos
resucitados/transformados en cuerpos de gloria.
Será hasta entonces cuando, como dice Juan en
su primera carta, al haber, ahora sí, nacido plenamente de Dios, ya no
pecaremos más ya que “todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido
de Dios”.
El elegido, con el correcto entendimiento de
la Palabra, sabe que, si bien en la actualidad somos hijos de Dios, lo que
habremos de ser plenamente se manifestará al regreso de nuestro Señor siendo
que todo lo que ahorita no corresponde a un hijo de Dios, se resolverá, así que
recuerda: no hay problemas imposibles de resolver, solo problemas que requieren
de más tiempo para ello.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios
24:16; Job 5:19; 1 Juan 2:1; Gálatas 4:19; Juan 2:1; 1 Juan 3:2; Job 19:26; Juan
3:5-16; Ezequiel 36:26; 1 Corintios 15:42-58; Daniel 12:3; 1 Juan 3:9; Salmos
119:3
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