Dado que los elegidos seguimos en la carne,
es algo natural, carnalmente hablando, que nos cansemos, nos entristezcamos,
nos desanimemos, esto como resultado de las mismas luchas que enfrentamos, las
ganemos o no, que de los tropiezos y caídas que experimentemos, siendo que, en
determinado momento, puede que se llegue a pensar en desistir del andar por el
Camino a las promesas que se nos han dado, después de todo ¿qué sentido tiene
ello si al perecer no podemos?
Pero es importante tener en mente que el
pensar así no proviene de Dios sino del Enemigo, el Mundo o la Carne los cuales
tiene por meta que no alcancemos la meta que está aún delante de nosotros.
Más, sin embargo, ante lo primero que hemos
señalado, ¿qué actitud nos dice la Escritura que debemos tener?
Dios en su momento le dijo a Josué “Mira que
te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová
tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.
También Dios, hablando por medio del profeta
Azarías, le dijo en su momento al Rey Asa y a toda la Casa de Judá y de
Benjamín: “Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos; que
recompensa hay para vuestra obra”.
Nuestro Señor en su momento dijo a los suyos,
y en su figura a todos los seguidores de todos los tiempos: “Esforzaos a entrar
por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”.
De igual forma nuestro Señor, por medio de
Juan, le dice a la iglesia de Esmirna: “No temas en nada lo que vas a padecer.
He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis
probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo
te daré la corona de la vida”.
¿Te fijas?, ¿qué tienen en común todas esas
citas?, ¡que todas hablan de esfuerzo!, no de perfección, no de impecabilidad,
sino de esfuerzo, esa es la parte que nos corresponde hacer a nosotros, con
todo y todo no hay que confundirnos y creer que será por medio de ese esfuerzo
por el que alcanzaremos lo que se nos ha prometido, claramente la Palabra dice
“sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de [la]
ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en
Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las
obras de [la] ley; puesto que por las obras de [la] ley nadie será
justificado”, pero ese esfuerzo sí nos es requerido como condición para que el
Espíritu de Dios trabaje en nosotros hasta lograr replicar en cada uno el
carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios.
Los tropiezos y caídas en la vida del elegido
en el andar por el Camino a las promesas que se nos han dado es una realidad,
pero ante esto uno no debe darse al cansancio, a la tristeza o al desánimo ya
que quien finalmente logrará en uno lo que el Padre ha prometido es su Espíritu
siempre y cuando, mediante el esfuerzo que nos es requerido, le permitamos
trabajar en nosotros, así que recuerda: ¿Respiras? ¡pues a seguir luchando!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Josué
1:9; 2 Crónicas 15:7; Lucas 13:24; Revelación 2:10; Gálatas 2:16
No hay comentarios:
Publicar un comentario