Tal vez una de las cuestiones más complicas de entender para el elegido es la cuestión de las pruebas que pasa una vez que ha venido a salvación, digo, después de todo, si uno ya ha aceptado a Jesús, ¿no debería Dios de protegernos como hijos suyos de todas las adversidades?
Ese pensamiento tiene más de natural que de
espiritual pues desde el punto de vista de Dios las pruebas que uno pasa tienen
un propósito. Pedro, sobre esto, en su primera carta señala “amados, no os
sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa
extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los
padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois
bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros.
Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es
glorificado”.
Ese “gozaos por cuanto sois participantes de
los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os
gocéis con gran alegría” tiene que ver con los efectos que los padecimientos
actuales tienen en nosotros ya que, incluso por medio de ellos, Dios, con su
Espíritu, está replicando en cada uno su carácter perfecto y santo.
Sobre esto último, a saber: la réplica en
nosotros del carácter perfecto y santo de Dios incluso por medio de lo que
actualmente padecemos, Pedro, en esa misma carta, un poco antes, aclara: “En lo
cual [es decir, en la herencia que se nos tiene preparada] os regocijáis
grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos
con diversas pruebas, para que la prueba
de vuestra fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego,
sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de
Jesucristo; a quien sin haberle visto,
le amáis, y a quien ahora no veis, pero creéis en El, y os regocijáis grandemente
con gozo inefable y lleno de gloria, obteniendo, como resultado de vuestra fe, la
salvación de vuestras almas”.
Fijémonos como claramente Pedro señala “vuestra
fe, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada
que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo”. Así
que el valor, respecto del plan de Dios para con cada uno, de las pruebas que
padecemos, es probar nuestra fe con ese fuego que, como al oro, lo purifica, lo
perfecciona, lo hace inestimablemente superior.
Todos
padecemos en alguno momento de nuestra vida, no solo aquellos que aún no han
venido a salvación sino también incluso los elegidos, tal vez la diferencia de
estos últimos para con los primeros es que el Espíritu de Dios, en cada uno,
incluso por medio de lo que padecemos, le da propósito a ese sufrimiento: el
propósito de reflejar en cada uno el carácter perfecto y santo de nuestro Padre
Dios. Así que ya lo sabes, respecto del plan de Dios para con cada uno, las
pruebas por las que pasas le hablan al mundo de lo que vales y a ti de lo que
realmente estás hecho.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Pedro 4:12-14; Daniel 11:35; 1 Corintios 3:13; 1 Pedro 1:6-9; 1 Corintios 10:13;
2 Timoteo 3:12
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