martes, 8 de noviembre de 2022

Los malos momentos son como el polvo, tu no decides cuando entran pero sí cuando los barres y sacas fuera

 


Los malos momentos en la vida cristiana no son algo excepcional sino más bien recurrente. Salomón en su momento escribió “Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos”. Eso de que “tiempo y ocasión acontecen a todos” significa que no importa si uno es fuerte o débil, sabio o necio, rico o pobre, salvo o no salvo, a todos nos llega en algún momento aquellos malos momentos mencionados.

 

Jesús mismo a los suyos, y en su figura a todos nosotros, claramente les dijo "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción…” pero no dejó a su iglesia sin esperanza pues luego añadió “…pero confiad, yo he vencido al mundo”.

 

De esta forma los elegidos no esperan que su vida esté exenta de vicisitudes, pero es entendible, carnalmente entendible, que esas vicisitudes mellen en ocasiones nuestro ánimo.

 

Job mismo, cuando le acaecieron todas las desgracias que la Escritura nos presenta, en su momento dijo “Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido […] ¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre?, ¿por qué me recibieron las rodillas?, ¿y a qué los pechos para que mamase?, pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso”, y eso que estamos hablando de alguien a quien la misma Palabra en boca de Dios señala como “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”.

 

Pero esa actitud no nos lleva a ningún lado. Una cosa es entristecerse, incluso llorar, pero otra muy distinta quedarse postrado rumiando nuestra amargura. “Siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal” señala la Palabra, de esta forma no son las caídas las que definen al justo sino las veces que éste se levanta para continuar con su andar, no así los impíos quienes se quedan postrados.

 

Sin duda alguna Pablo nos deja un ejemplo de ese ánimo que debe motivar el andar del elegido en el Camino: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

Ante los malos momentos que lleguen a tu vida está bien entristecerse, llorar, pero no tomar esa actitud para quedar postrado sino para sostenernos en Aquel que nos ha llamado a salvación para que levantándonos continuemos el camino a las promesas que se nos han dado, después de todo los malos momentos son como el polvo, tu no decides cuando entran pero sí cuando los barres y sacas fuera.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Eclesiastés 9:11; Jeremías 9:23; Juan 16:33; Romanos 8:37; Job 3:3, 11-13; 1:8; Jeremías 15:10; Proverbios 24:16; Job 5:19; Filipenses 3:13-15; Hebreos 6:1


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