La vida cristiana, contrario a lo que algunos pudieran
creer, no es un transitar apacible por este mundo sino una lucha constante
contra el mismo.
Pablo escribiendo a los de Éfeso no puede ser más claro
en lo anterior cuando señala: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo
de tinieblas, contra las [huestes] espirituales de maldad en las [regiones]
celestiales”, de igual forma escribiendo a los de Corinto, en su segunda carta
les señala “pues aunque andamos en la carne, no luchamos según la carne; porque
las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas”, y de igual forma en su carta a los de Galacia
indica “porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el [del] Espíritu
[es] contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no
podéis hacer lo que deseáis”.
Esto es representado simbólicamente en Revelación cuando,
observando Juan la visión que ve, señala “entonces el dragón se llenó de ira
contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de
ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de
Jesucristo”.
Es por ello que en aquella carta a los de Éfeso, Pablo
los exhorta a vestirte con la armadura de Dios para esa batalla que se
enfrenta: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder
de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes
contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis
resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues,
firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de
justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego
del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es
la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos”.
Con todo y todo, ¿cuál será el resultado de esta
batalla?, Jesús mismo revela ese resultado en el último libro de la Escritura,
pero de igual forma, como puede verse, ese resultado depende de uno: “No temas
en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros
en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé
fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.
La vida de los elegidos es una lucha, lucha contra el
Enemigo, el Mundo y la Carne, lucha cuya recompensa excede los padecimientos
que se tengan en el presente siglo, y lucha que llegará el momento que concluya
para siempre, así que ya sabes, para tu vida cristiana, la receta básica (si no
es que única) para que lo que quieres sea tuyo: lucha.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios
6:12; Marcos 4:19; 2 Corintios 10:3-4; Romanos
8:4; Gálatas 5:17; Romanos 7:18; Revelación 12:17; Génesis 3:15; Efesios
6:10-18; 1 Corintios 16:13; Revelación 2:10; Mateo 10:22
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