martes, 13 de diciembre de 2022

La vida es tuya, te pertenece, es de tu propiedad, entonces ¿qué esperas? ¡sal y reclámala!

 


Este mensaje es para los elegidos, ¿por qué?, por que quien todavía no ha aceptado el llamado del Padre para venir a salvación ¡aún no tiene la vida!, sigue en el pecado, sigue en la muerte, como escribe Pablo a los de Colosas: “el cual [Dios] nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados”.

 

Con todo y todo, esa vida que se nos ha dado por medio del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, si bien ya es nuestra, debemos de igual forma pelear por ella para no perder las promesas que se nos han entregado, como nuestro Señor dice en Revelación: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”.

 

Así que queda muy claro que las promesas, si bien no nos hemos hechos merecedores de las mismas por nuestro propio esfuerzo, sí podemos perderlas por nuestra desidia.

 

Pero entonces, ¿cómo entender el dicho de Jesús sobre los suyos relativo a “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”? En la misma línea del pensamiento expresado con anterioridad. Fijémonos que claramente nuestro Señor señala “nadie las arrebatará de mi mano”, en efecto: nadie nos puede arrebatar de las manos de nuestro Señor, pero –y esto es muy importante tenerlo en mente–, en función del libre albedrío del que Dios nos ha dotado, nosotros sí podemos decidir de manera libre y voluntaria abjurar de la salvación que se nos ha dado.

 

Esto lo explica muy claramente Pedro en su segunda carta cuando señala “porque si después de haber escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo son enredados en ellas y vencidos, su condición postrera viene a ser peor que la primera. Pues hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que, habiéndolo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado”.

 

Y Pablo, en el mismo orden de ideas, escribiendo a los hebreos, les señala “porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.

 

En nuestro andar por el Camino debemos tener muy en claro que, si bien la salvación y las promesas inherentes a ella nos han sido granjeadas de gracia por medio del sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús, el alcanzar la meta implica nuestro esfuerzo y dedicación, claro está, con la ayuda del Espíritu de Dios que mora en nosotros, así que ya lo sabes la vida es tuya, te pertenece, es de tu propiedad, entonces ¿qué esperas? ¡sal y reclámala!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


 

Referencias:

Colosenses 1:13-14; Hechos 26:18; Revelación 3:11; Josué 1:9; Juan 10:28; Isaías 27:3; 2 Pedro 2:21-22; Ezequiel 18:24; Hebreos 10:26-27; Números 15:30


No hay comentarios:

Publicar un comentario