Cuando
uno viene a salvación respondiendo al llamamiento del Padre una de las ideas
que puede tener en mente es que a partir de ese momento ya no se pecará,
después de todo uno ha adquirido conciencia de lo que es pecado y ha recibido
al Espíritu Santo mediante la imposición de manos después del bautismo, pero la
realidad es que en el andar por el Camino uno sigue tropezando, cayendo, vamos:
pecando, lo cual puede generar un sentimiento adverso que, si no se mira con la
correcta perspectiva, puede desanimarnos de alcanzar las promesas que se nos
han dado.
Primeramente
hay que tener claro que el hecho de venir a salvación, de saber lo que es
pecado y de tener el Espíritu de Dios no es garantía de que no se volverá a
pecar, ¿por qué?, porque seguimos militando en la carne y, como escribe Pablo a
los de Galacia, “el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu
es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no
podéis hacer lo que deseáis”. Luego entonces los tropiezos, las caídas, son
parte de aquello en que la carne contiende contra el Espíritu.
En
segundo lugar, si las condiciones señaladas anteriormente respecto del
llamamiento al que se ha respondido fueran garantía de ya no pecar, la misma
Palabra no señalaría que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más
los impíos caerán en el mal”. ¿Te fijas?, no es justo quien no cae sino aquel
que cayendo se vuelve a levantar.
En
tercer lugar, si al venir a salvación uno ya no pudiese pecar, Juan,
escribiendo, no a los gentiles y paganos, sino a la iglesia, no hubiera
señalado que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos
y la verdad no está en nosotros” para señalar más delante “y si alguno hubiere
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, lo cual
implica, para los elegidos, la posibilidad casi cierta de que se tropezará, de
que se caerá, vamos: de que se pecará, pero que ante ello debe uno procurar el
perdón ante el Padre por medio de Jesucristo.
La
explicación de todo lo anterior debe ser clara para los elegidos como Pablo les
expone a los de Roma cuando les dice “porque Dios ha encerrado a todos en
desobediencia para mostrar misericordia a todos”, y cuando dice a todos no se
refiere solo a los gentiles o paganos sino incluso a los elegidos.
Pero
de la misma forma en el Padre nos tiene misericordia ante los tropiezos, las
caídas, los pecados que uno comete en el andar en el Camino, de igual forma uno
debe tener misericordia para con los demás, sean hermanos en la fe o no, como
se relata en la parábola de los dos deudores donde a uno se le perdona mucho
pero ese a su vez no perdona al que le debe poco concluyendo con aquel “así
también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada
uno a su hermano sus ofensas”.
De
esta forma es claro que en nuestro andar por el Camino experimentaremos
tropiezos, caídas, vamos: pecados, pero que si nos mantenemos fieles hasta el
final, levantándonos, buscando el perdón y siguiendo nuestro andar, alcanzaremos las promesas que se nos han
dado, pues, qué curioso, el camino al destino "Éxito" necesariamente
pasa por la estación "Caída".
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Gálatas 5:17; Romanos 7:15; Salmos 19:12,13; Proverbios 24:16; 2 Corintios 4:9; Job 5:19; 1 Juan 1:8; Proverbios 20:9; Romanos 3:10; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Corintios 4:14; Mateo 18:23-35; Marcos 11:26; Santiago 2:13
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