El
responder al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo
literalmente nos ha cambiado la vida, como dice la Escritura “porque Él nos
libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado”.
De
esta forma se nos ha dado un nuevo proyecto basado en una nueva vida con
promesas que exceden lo que podamos imaginar “como está escrito: Cosas que ojo
no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha
preparado para aquellos que le aman”.
Ese
nuevo proyecto de vida implica el destinarle al mismo lo más valioso que
tenemos que es el tiempo que Dios nos ha concedido. Sobre esto Pablo,
escribiendo a los de Colosas, les dice “andad sabiamente para con los de afuera,
aprovechando bien el tiempo”.
Una
manera de hacer esto último es caer en cuenta de nuestra propia mortalidad, es
decir, de que nuestra vida terminará, de que el tiempo que se nos ha concedido
es relativamente, más bien: infinitamente poco comparado con la eternidad que
tenemos por delante y que por lo mismo debemos aprovecharlo, como en su momento
escribió el Rey David “enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que
traigamos al corazón sabiduría”.
Si
bien todo lo anteriormente señalado implica esfuerzo, ese esfuerzo, como se
comentó de inicio, tiene la expectativa de una retribución que excede con mucho
lo que en el presente siglo se tenga que padecer, como Pablo escribe a los de
Roma cuando les dice “tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente
no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
En
el mismo sentido de igual forma Pablo, en su segunda carta a los de Corinto,
reitera lo anterior cuando les señala “pues esta aflicción leve y pasajera nos
produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación”.
En
ese sentido, toda la Palabra nos previene para no desperdiciar la oportunidad
que ahorita tenemos, como en su momento Salomón escribió: “No ames el sueño, no
sea que te empobrezcas; abre tus ojos [y] te saciarás de pan”, y “la pereza
hace caer en profundo sueño, y el alma ociosa sufrirá hambre”, así como “la
mano de los diligentes gobernará, pero la indolencia será sujeta a trabajos
forzados”
Todo
lo anterior apunta a saber aprovechar la oportunidad que en la actualidad se
nos ha dado para crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo y poniendo por
obra esa fe que se dice profesar, después de todo el mejor proyecto es tu vida, la mejor inversión es tu
tiempo, y los mejores rendimientos son tus sueños.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Colosenses 1:13; Hechos 26:18; 1 Corintios
2:9; Isaías 64:4; Colosenses 4:5; Efesios 5:15; Salmos 90:12; Deuteronomio
32:29; Romanos 8:18; Colosenses 3:4; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 5:10; Colosenses
1:10; Tito 3:14; 2 Pedro 3:18; Santiago 1:22-27; 2 Pedro 1:2; Proverbios 20:13;
Romanos 13:11; Proverbios 19:15; 1 Corintios 15:34; Proverbios 12:24; Efesios
5:14
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