Cuando
uno responde al llamamiento del Padre para venir a salvación debe tener muy en
cuenta que ha iniciado un andar no solo que llevará tiempo, en ocasiones y
desde nuestra perspectiva mucho tiempo, sino que incluso puede llegar a ser
pesado.
Nuestro
Señor antes de partir le dijo a los suyos, y en su figura a todos los
seguidores de todos los tiempos, “en el mundo tendréis aflicción; pero confiad,
yo he vencido al mundo”, de igual forma Pablo escribiendo a Timoteo, en su
segunda carta, le dice “también todos los que quieren vivir piadosamente en
Cristo Jesús padecerán persecución”.
La vida, desde la perspectiva humana, puede llegar a ser
larga, no hablamos de años, sino de décadas, ahora imaginemos en ese contexto
lo anteriormente dicho, es decir: no solo mucho tiempo militando en este mundo
sino padeciendo incluso tribulación.
Si solo se tuviera esa parte de la ecuación sin duda que
los elegidos no tendríamos más para fundar nuestra esperanza, pero la misma
Palabra nos da ánimos cuando pone las cosas en perspectiva. Sobre esto, Pablo
escribiendo a los de Roma les dice: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse”.
La cuestión de nuestra carnalidad pesa cuando en cuanto
alcanzar las promesas espirituales se trata, máxime en las condiciones
anteriormente señaladas, Cristo era consciente de ello por eso en su momento
señalo “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”
aconsejando ante ello “velad y orad, para que no entréis en tentación”, es por
ello que ante la perspectiva comentada, aquel consejo de nuestro Señor adquiere
mayor relevancia: “Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas”.
De nuevo, la mirada debe estar en aquello que se nos ha
prometido, no tanto en lo que ahorita padecemos lo cual es nada comparado con
lo que alcanzaremos lo cual es expresado muy claramente por Juan en su primer
carta cuando señala “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.
Con este entendimiento la clave para poder avanzar en el
Camino es tener puesta la mirada en las promesas que se nos han concedido, es
decir, tener la mirada puesta en la meta no tanto en los obstáculos que en el
camino encontremos, después de todo en la vida, cuando el camino es largo, los
sueños deben ser grandes
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan 16:33; Hechos 14:22; Romanos 8:37; 2
Timoteo 3:12; Juan 15:20; Hechos 14:22; Romanos 8:16-18; Juan 1:12; 2 Corintios
6:18; Mateo 26:41; Marcos 14:38; Lucas 21:36; 1 Juan 3:2; 1 Corintios 13:12; 2
Corintios 3:18
No hay comentarios:
Publicar un comentario