martes, 9 de julio de 2024

Cada final es en realidad un nuevo empezar

 


Los elegidos tenemos una cosa en contra y otra a nuestro favor: La primera es que somos temporales, la segunda es que somos temporales.

 

No, no se trata de un error lo señalado anteriormente, dicho de otra forma, la temporalidad a la que estamos sujetos tiene las dos acepciones señaladas anteriormente.

 

Primeramente, en cuanto a tener la temporalidad en contra, esto es más que evidente en cuanto al desgaste y ulterior muerte a la que estamos sujetos. ¿Quién no quisiera vivir eternamente?, es por eso que en la mentira original el Enemigo esgrimió ese argumento ante nuestros primeros padres: “Ciertamente no morirán”.

 

Pero, y aquí viene la otra parte, también eso es una ventaja pues lo anteriormente señalado, si bien desgasta al hombre exterior, permite al interior irse renovando: “Por tanto, no desmayamos; más bien, aunque se va desgastando nuestro hombre exterior, el interior, sin embargo, se va renovando de día en día”.

 

Esto último, podemos verlo en las nuevas oportunidades que Dios nos concede cada día: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”.

 

Esas nuevas oportunidades nos permiten aprender de nuestros errores y, con la ayuda del Espíritu de Dios, ir desarrollando el carácter efecto y santo de nuestro Padre Dios: “Un día se lo cuenta al otro día; una noche se lo enseña a la otra noche. Sin palabras, sin sonidos, sin que se escuche una sola voz, su mensaje recorre toda la tierra y llega al último rincón del mundo, en donde el sol pasa la noche”.

 

Ante esto, la mejor actitud que podemos tener es la que el mismo Pablo tenía: “hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, después de todo cada final es en realidad un nuevo empezar.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Génesis 3:4; 2 Corintios 11:3; 2 Corintios 4:16; Isaías 40:31; Lamentaciones 3:22-33; Salmos 103:10; Malaquías 3:6; Salmos 19:2-4; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1


martes, 2 de julio de 2024

Para tropezar con una moneda de oro, necesitas andar miles de pasos

 


Varios pasajes de la Escritura nos hablan de las riquezas que devienen de la sabiduría: “Adquirir sabiduría, cuánto mejor que el oro, y adquirir inteligencia es preferible a la plata” o “Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia: Porque su mercadería es mejor que la mercadería de la plata, y sus frutos más que el oro fino”.

 

Esa sabiduría, que finalmente da el Espíritu, está contenida en la Palabra: “Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor” y “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo Jesús”.

 

Pero también, y sobre esto último, se nos dice que dicha sabiduría está esparcida a lo largo de toda la Escritura: “Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá”, es por eso que no es una parte de ella la que contiene dicha sabiduría sino toda la Palabra: “La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia”.

 

Ante esto, debería quedar más que claro para el elegido, la necesidad de estudiar, meditar y orar la Palabra: “Examinadlo todo; retened lo bueno”.

 

Quien cree que solo yendo cada sábado al templo a escuchar alguna prédica ya la hizo está más que equivocado y la actitud es más bien de aquel indolente que condena la Escritura: “Pobre es el que trabaja con mano negligente, mas la mano de los diligentes enriquece”, “la pereza hace caer en profundo sueño, y el alma ociosa sufrirá hambre”, y “el alma del perezoso desea, pero nada [consigue,] mas el alma de los diligentes queda satisfecha”.

 

Pero de igual forma, en ese entendido, debe quedar más que claro que puede requerirse, mucho esfuerzo y mucho tiempo para dar con esos tesoros que la Palabra tiene para todo aquel que se empeña en su comprensión, después de todo para tropezar con una moneda de oro, necesitas andar miles de pasos.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Proverbios 16:16;  3:13-14; Efesios 1:17; 2 Timoteo 3:15; Isaías 28:10; Salmos 119:160; 1 Tesalonicenses 5:21; Proverbios 10:4;  19:15;  13:4


martes, 25 de junio de 2024

El 99% del éxito consiste en intentarlo, intentarlo, intentarlo e intentarlo

 


La vida cristiana es como una carrera. Pablo usaba ese símil cuando señalaba “¿no sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”.

 

En ese sentido, y usando ese mismo símil, hay que tener muy en claro que nuestra carrera como cristianos no termina cuando nos bautizamos, sino que apenas empieza.

 

Lo anterior pareciera ser muy lógico, pero hay quienes una vez bautizados creen que ya lograron lo que deberían haber alcanzado por lo que todo esfuerzo posterior es innecesario y todo tropiezo o caída es incompresible.

 

El mismo Pablo dejaba claro lo dicho en contraposición con esto último cuando señalaba “no que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.  Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

“¿Y qué de los tropiezos, las caídas?” -podrás decir,  te pregunto ¿no puede –como posibilidad, no como permisividad- haber tropiezos y caídas cuando uno participa en una carrera? Juan sabía que sí, por eso en su primera carta señala “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

 

Y sobre esto de los tropiezos y caídas posibles cuando se participa en una carrera, ¿quién tiene más mérito: el que nunca tropezó o el que tropezando y cayendo se levantó, siguió avanzando y alcanzó la meta?

 

La constancia en nuestro andar por el Camino implica no darnos por vencido cuando tropezamos o caemos sino que levantándonos, poniéndonos a cuentas con Dios, continuemos nuestro andar a las promesas que se nos han dado, después de todo el 99% del éxito consiste en intentarlo, intentarlo, intentarlo e intentarlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Corintios 9:24-27; Eclesiastés 9:11;  Filipenses 3:12-14; 1 Corintios 13:9-12; 1 Juan 2:1; Gálatas 4:19


martes, 18 de junio de 2024

No te preocupes tanto por tener grandes logros, mejor preocúpate por tener grandes intenciones

 


Hebreos 11 nos presenta lo que conocemos como “los héroes de la fe”. En ella, después de una relatoría de personajes por todos conocidos, concluye señalando “…por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,  apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.  Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.  Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;  de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra”.

 

Al leer lo anterior, y sobre todo compararlo con nuestra vida, tranquila, sin muchos aspavientos, puede uno sentirse que la vida de uno no da el ancho como para ser considerados con aquellos “héroes de la fe”. El problema de pensar así es que seguimos viendo nuestras acciones como si fueran éstas las que nos definieran como salvos.

 

La realidad es que el mérito de los logros de la vida espiritual son de Aquel por quien conseguimos redención: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” y la gloria de lo que alcancemos son de Aquel quien nos llamó a salvación “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”, así que ¿dónde está la jactancia?, ¿dónde la vanagloria?

 

Pero ¿y qué con aquella comparación inicial de nuestra vida a la luz de la vida de “los héroes de la fe”?, Dios tiene un plan de gloria que sobrepasa todo lo que, en esta tierra, en el presente siglo, se haga, incluso aquello tan noble y loable que encontremos en la vida espiritual de otros, como la de aquellos “héroes de la fe”, en ese sentido Él sabe lo que para cada quien tiene preparado: “Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles.  Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”.

 

Aquellos héroes de la fe tienen sin duda su lugar en la historia de la salvación, igual nosotros, y ¿sabes qué?, ambos tenemos una cosa en común que nos iguala, esa es la intención de vivir conforme a la voluntad de Dios incluso aunque eso implique ofrendar nuestra vida por ello. Esto es lo importante. Así que no te preocupes tanto por tener grandes logros, mejor preocúpate por tener grandes intenciones.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Hebreos 11:33-38; Salmos 44:2-6; Romanos 5:10; Colosenses 1:20-21;  Filipenses 2:13; Hebreos 13:21; 2 Timoteo 2:20-21; 1 Corintios 3:9,16-17

 


martes, 11 de junio de 2024

Atrévete: La historia de tu vida también puede ser escrita con colores

 


Uno esperaría que, una vez aceptado el llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, la vida sería por lo menos más llevadera, después de todo hemos venidos a ser salvos, pero en ocasiones la realidad se impone mostrándonos que más bien es al revés.

 

Nuestro Señor mismo en su momento señaló “acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” y también “Esas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

 

Imaginémonos la invitación a ser parte de algo que más bien nos traerá adversidad, por eso para el mundo la proclamación de la cruz es una sinrazón, como Pablo en su momento lo dijo, “pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”.

 

Ante ese escenario, de manera natural uno tendría la tendencia a ver todo en blanco y negro: Blanco si todo nos va bien, negro si las cosas marchan mal; pero de manera espiritual se establece una mayor gama de colores.

 

Fíjate como se expresa Pablo de lo que ha vivido a partir de responder al llamamiento del que fue objeto: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;  en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”.

 

Si uno se fija en las vicisitudes padecidas por Pablo no puede menos que ver todo oscuro, pero hay expresiones de Pablo de luz, fuerza y esperanza, que nos permiten ver otra gama de colores: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”.

 

El elegido sabe que más allá de lo que a primera vista parece ser una vida en blanco y negro, hay un plan multicolor desarrollándose conforme a la voluntad del Padre donde su carácter se está replicando en nosotros, todo es cuestión de que, con una actitud basada en la que se profesa se cambie de perspectiva, así que atrévete: La historia de tu vida también puede ser escrita con colores.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Juan 15:20; Hechos 7:52-60; Juan 16:33; Romanos 5:1,2;  1 Corintios 1:23; Gálatas 6:14; 2 Corintios 11:25-28; Hebreos 11:37-38; 2 Corintios 4:8-10; Romanos 8:35-37


martes, 4 de junio de 2024

Recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre

 


La naturaleza de nuestra carne nos hace, para los elegidos, pesado el andar por el Camino, pero la esperanza de las promesas recibidas nos motiva a seguir avanzando.

 

Pablo, sobre este sufrir, nos dice “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos”.

 

Así Pablo reconoce que nuestras propias limitaciones como carnales nos genera un dolor, un sufrimiento mientras nos esforzamos por alcanzar las promesas que se nos han dado, pero también Pablo reconoce que lo que dichas promesas lo motivan a avanzar pues superan en sí lo que ahora se padezca.

 

Sobre esto, escribiendo a los Romanos, Pablo señala “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

 

Pensemos en esto: Lo que esperamos obtener creemos es superior a lo que ahora padezcamos, ¿y qué es lo que esperamos recibir?

 

Respondiendo a esto sabemos que recibiremos la vida eterna, pero una vida eterna en gloria, pero ¿qué significa esto?, “Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman”.

 

Así que de esta forma, si bien en efecto en el presente siglo padecemos, lo que padecemos incluso abona a la gloria que hemos de recibir: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

 

El andar por el Camino a las promesas que se nos han dado cansa, duele, frustra, eso es por la misma naturaleza carnal que tenemos, pero esta carnalidad, cuando seamos resucitados/transformados será quitada y la gloria que en nosotros habrá de rebelarse se hará presente para quedar por siempre, así que recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

2 Corintios 4:8-9; Santiago 1:2-4; Romanos 8:18; Hechos 20:24;1 Corintios 2:9; 1 Pedro 1:12; 2 Corintios 4:17-18; Salmos 30:5


martes, 28 de mayo de 2024

Para correr, primero gatear; para volar, primero soñar

 


Si bien el elegido vive una vida llena de promesas, llena de esperanzas, de la misma forma está llena de tribulaciones y, peor aún, de frustraciones. Y sobre esto último, sin duda alguna es que una de esas principales frustraciones es precisamente que todavía no se es lo que se quisiera ser.

 

La Palabra, sobre esto, señala “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

Pablo señala lo mismo cuando indica “y no solo la creación sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”.

 

De manera incipiente tenemos actualmente las promesas del Espíritu; “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios. Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”.

 

Todo lo anterior sin duda alguna que nos genera frustración pues ya quisiéramos ser plenamente santos y perfectos, Pablo expresa esto cuando dice “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

 

Sin duda alguna que esta frustración no es para nada satisfactoria por la sensación misma que en uno produce, pero si la vemos desde otra perspectiva debería ser motivo de alegría pues el mismo hecho de que estemos frustrados implica que no estamos llamados a ser parte de este mundo sino del reino venidero.

 

Visto de manera natural podríamos referenciarlo con un niño, más bien un bebé, que ya quisiera correr cuando ni siquiera sabe gatear, ha de ser frustrante esto e incluso esto lo vemos cuando, en sus primeros intentos de caminar el niño tropieza, pero la misma frustración le indica que no está llamado a quedarse así pues su destino es caminar, correr, por eso lo intenta una y otra y otra vez hasta que lo logra.

 

Espiritualmente en los elegidos es lo mismo: Estamos llamados no solo a caminar o correr sino incluso volar, es decir, alcanzar alturas que naturalmente no podríamos, alturas espirituales, alturas divinas, pero para ello debemos primero gatear (muchos estamos en ello aún), luego caminar (algunos ya andan en eso), luego correr (también otros ya están corriendo), hasta llegar a volar.

 

La Palabra expresa esto último cuando señala que todos estamos llamados “a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, así que, espiritualmente hablando, ya lo sabes: Para correr, primero gatear; para volar, primero soñar

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Juan 3:2; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:23; 1 Corintios 1:7; 2 Corintios 1:20-22; Efesios 1:14; Romanos 8:19-23; 2 Corintios 6:18; Efesios 4:13; 2 Pedro 1:4

 


martes, 21 de mayo de 2024

A veces no escoges el ritmo que la vida te pone, pero si puedes elegir la manera de bailarlo

 




La vida del elegido no es como uno quisiera, si así fuera obvio que en ninguna habría pruebas o tribulaciones ya que nadie conscientemente elegiría esto, más al contrario, las adversidades son algo común en el andar por el Camino a las promesas que se nos han dado.

 

Pablo sobre esto, hablando de su propia experiencia, escribe en su segunda carta a los de Corinto: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”.

 

Tal vez, y esto lo vemos en algunos que se alejan del Camino, si Pablo hubiese tenido otro espíritu, hace rato que, ante estas adversidades, hubiese renunciado al llamamiento, pero, al contrario, lo anterior lo concluye señalando “¿quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?  Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad”.

 

Así que no solo Pablo ve con otros ojos lo que para muchos serían motivos para desistir, sino que incluso se empatiza con el prójimo y se gloria de sus tribulaciones, ¿podríamos decir lo mismo?

 

La Escritura contiene el ejemplo de santos hombres y mujeres, con defectos como todos nosotros, que ante los embates del Enemigo, el Mundo o la Carne, no pudiendo cambiar esto, adoptan una actitud que glorifica a Dios y que los edifica a ellos, actitud que nosotros debemos emular, después de todo a veces no escoges el ritmo que la vida te pone, pero si puedes elegir la manera de bailarlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

2 Corintios 11:25-30; Hebreos 11:37-39

 


martes, 14 de mayo de 2024

Lo que ves en el mundo es un reflejo de lo que haces o dejas de hacer, así que menos queja y más acción

 


Sin duda alguna que toda la historia de la humanidad, desde la rebelión de nuestros primeros padres, ha sido un peregrinar por este mundo bajo el sufrimiento y la muerte, de este destino nos ha salvado nuestro Señor quien, cargando sobre sí nuestros pecados nos ha ganado redención plena.

 

Con todo y todo este mundo sigue siendo un mar de lágrimas, como escribe Pablo a los de Roma: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;  y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

 

Pero incluso en ese escenario el elegido puede hacer la diferencia, ¿cómo?, viviendo la fe de tal manera que realmente sea sal de la tierra y luz del mundo, ¿y esto como se hace?, siendo congruentes con el llamamiento del Padre al que se ha respondido para venir a salvación en el presente siglo.

 

Sobre esta congruencia que debe existir, Pablo en la misma carta a los de Roma señala “tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?  Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?  Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”.

 

Así se nos establece una responsabilidad incluso de lo que el mundo ahorita es. En efecto, no podemos cambiarlo en su totalidad, eso será al regreso de nuestro Señor cuando inicie el Reino de Dios, pero sí podemos hacer la diferencia viviendo conforme a la fe que decimos profesar.

 

El elegido sabe que este mundo y sus pasiones pasa, pero también sabe que seguimos siendo parte de este mundo resguardados por Dios del mismo, de esta manera, si no nos gusta lo que en el mundo vemos, debemos vivir de tal forma, conforme al llamamiento, que hagamos un cambio en el mismo, después de todo lo que ves en el mundo es un reflejo de lo que haces o dejas de hacer, así que menos queja y más acción.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Génesis 3:1-24; 1 Timoteo 2:14; Romanos 3:24-26; 2 Corintios 5:21; Romanos 8:22-23; 2 Corintios 5:2; Romanos 2:21-24; Lucas 12:47; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; Juan 17:15; Mateo 6:13


martes, 7 de mayo de 2024

A veces hay que seguir luchando, no para cambiar a los demás, sino para que los demás no lo cambien a uno

 


Si desde el punto de vista natural tuviéramos que evaluar uno de los peores desempeños de los profetas del Antiguo Testamento, sin duda alguna que Jeremías estaría entre los finalistas, mira que profetizar durante aproximadamente cuarenta años buscando detener la corriente de idolatría e inmoralidad del reino del sur, Judá, si lograr gran cosa, y uno se preguntará ¿por qué no dejó de hacerlo?

 

Sobre ésta pregunta no debe os de elucubrar mucho pues el mismo profeta, quien en una ocasión le pasó por su mente eso de dejar de profetizar, nos dice por qué no pudo hacerlo: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.

 

El problema con tratar de no proclamar las verdades divinas es que las mismas se vuelven un fuego interno que exige ser desahogado, y, aunque uno pudiera contenerlo, entonces el riesgo que uno correría es que los demás comenzarían a cambiarlo a uno.

 

Sobre esto, en su momento Dios mismo le previno a Jeremías: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos”.

 

No es muy osado decir que si uno deja de profetizar los demás habrán comenzado a cambiarlo a uno ya que, de inicio, ya han logrado el primer propósito de que se deje de proclamar la verdad, y, bueno, el primer paso del cambio hacia atrás es el difícil, ya los demás son consecuencia de este.

 

Salomón en su momento escribió “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable”. Una mosca es algo pequeño, casi insignificante, pero cayendo en un perfume lo hecha a perder. ¿Crees que dejar de proclamar la verdad es algo pequeño?, pero y aunque así lo fuera, que no lo es, ¿el mundo será mejor o peor sin la luz de las verdades divinas?

 

“Ustedes son la luz del mundo –dijo en su momento nuestro Señor. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”.

 

Sé que en ocasiones el andar a las promesas que se nos han hecho, en consonancia al llamamiento del que hemos sido objeto, es algo difícil, el Enemigo, el Mundo y la Carne se nos pueden interponer, con todo y todo hay que tener en cuenta que a veces hay que seguir luchando, no para cambiar a los demás, sino para que los demás no lo cambien a uno.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Jeremías 20:9; Hechos 4:20; Salmos 39:3; Jeremías 15:19; Zacarías 3:7; Levítico 10:10; Eclesiastés 10:1; Nehemías 13:26; Mateo 5:14-16; Proverbios 4:18; Filipenses 2:15


martes, 30 de abril de 2024

¿Un problema no tiene solución?... ¡pues créasela!

 


Todos los que estando en el mundo hemos venido a salvación en respuesta al llamamiento del Padre nos hemos dado cuenta de lo difícil que es vivir conforme a su voluntad.

 

En esto no somos únicos pues todos los elegidos de todos los tiempos han experimentado lo mismo. Pablo, sobre esto, en su momento escribió “porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.  Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”

 

Ahora bien, ¿podemos resolver por nosotros esto? Nuestro Señor en su momento señaló “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. Ahora bien, ¿qué tan débil es? Veamos contra lo que peleamos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”, honestamente ¿podemos pensar que con nuestra debilidad venceremos solos?

 

La respuesta esperanzadora es que no podemos. “Un momento -podrá preguntar alguien-, ¿cómo que la respuesta “esperanzadora”?, ¿no debería más bien ser la respuesta “desesperanzadora”?

 

Depende como lo veas. Si ves que de ti y por ti no puedes vencer en aquella lucha entonces sí que el escenario se vuelve desesperanzador; pero si ves que, dada esa debilidad, el Espíritu de Dios en nosotros nos ayuda imprimiendo en ese proceso el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios entonces el escenario se vuelve esperanzador.

 

Y si quieres ver que tan esperanzador mira lo que Dios mismo dice: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”.

 

Pero más aún, todo esa ayuda no sólo es para que venzamos sino para que trascendamos como hijos de Dios: “Que puse en tu boca mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí; para que plantaras los cielos y fundaras la tierra; y que dijeras a Sion: pueblo mío eres tú”

 

Tarea más que formidable pero no para hacerla solos, como dice la Palabra, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Así es, todo lo podemos pero, y esto es crucial, en Cristo, no en nuestras fuerzas, no en nuestras capacidades, sino en Cristo, así que ya lo sabes: ¿Un problema no tiene solución?... ¡pues créasela!.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Romanos 7:19-21; Salmos 40:12; Mateo 26:41; Efesios 6:18; Isaías 41:10; Deuteronomio 20:1; Efesios 6:12; Romanos 8:38-39; Isaías 51:16; Jeremías 31:33; Filipenses 4:13; 2 Corintios 12:9