Hebreos 11 nos presenta lo que conocemos como
“los héroes de la fe”. En ella, después de una relatoría de personajes por
todos conocidos, concluye señalando “…por fe
conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de
leones, apagaron
fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad,
se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las
mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron
atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y
a más de esto prisiones y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada;
anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados; de
los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes,
por las cuevas y por las cavernas de la tierra”.
Al leer lo anterior, y sobre todo compararlo
con nuestra vida, tranquila, sin muchos aspavientos, puede uno sentirse que la
vida de uno no da el ancho como para ser considerados con aquellos “héroes de
la fe”. El problema de pensar así es que seguimos viendo nuestras acciones como
si fueran éstas las que nos definieran como salvos.
La realidad es que el mérito de los logros de
la vida espiritual son de Aquel por quien conseguimos redención: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados
con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos
salvos por su vida” y la gloria de lo que alcancemos son de Aquel quien nos
llamó a salvación “porque
Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena
voluntad”, así que ¿dónde está la jactancia?, ¿dónde la vanagloria?
Pero ¿y qué con aquella comparación inicial
de nuestra vida a la luz de la vida de “los héroes de la fe”?, Dios tiene un
plan de gloria que sobrepasa todo lo que, en esta tierra, en el presente siglo,
se haga, incluso aquello tan noble y loable que encontremos en la vida
espiritual de otros, como la de aquellos “héroes de la fe”, en ese sentido Él
sabe lo que para cada quien tiene preparado: “Pero en una casa grande, no solamente hay
utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son
para usos honrosos, y otros para usos viles.
Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para
honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra”.
Aquellos héroes de la fe tienen sin duda su
lugar en la historia de la salvación, igual nosotros, y ¿sabes qué?, ambos
tenemos una cosa en común que nos iguala, esa es la intención de vivir conforme
a la voluntad de Dios incluso aunque eso implique ofrendar nuestra vida por
ello. Esto es lo importante. Así que no te preocupes tanto por tener grandes
logros, mejor preocúpate por tener grandes intenciones.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Hebreos 11:33-38; Salmos 44:2-6; Romanos 5:10; Colosenses 1:20-21; Filipenses 2:13; Hebreos 13:21; 2 Timoteo
2:20-21; 1 Corintios 3:9,16-17
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