Si desde el punto de vista natural tuviéramos
que evaluar uno de los peores desempeños de los profetas del Antiguo
Testamento, sin duda alguna que Jeremías estaría entre los finalistas, mira que
profetizar durante aproximadamente cuarenta años buscando detener la corriente
de idolatría e inmoralidad del reino del sur, Judá, si lograr gran cosa, y uno
se preguntará ¿por qué no dejó de hacerlo?
Sobre ésta pregunta no debe os de elucubrar
mucho pues el mismo profeta, quien en una ocasión le pasó por su mente eso de
dejar de profetizar, nos dice por qué no pudo hacerlo: “Y dije: No me acordaré
más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como
un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.
El problema con tratar de no proclamar las
verdades divinas es que las mismas se vuelven un fuego interno que exige ser
desahogado, y, aunque uno pudiera contenerlo, entonces el riesgo que uno
correría es que los demás comenzarían a cambiarlo a uno.
Sobre esto, en su momento Dios mismo le
previno a Jeremías: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te
restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil,
serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos”.
No es muy osado decir que si uno deja de
profetizar los demás habrán comenzado a cambiarlo a uno ya que, de inicio, ya
han logrado el primer propósito de que se deje de proclamar la verdad, y,
bueno, el primer paso del cambio hacia atrás es el difícil, ya los demás son
consecuencia de este.
Salomón en su momento escribió “Las moscas
muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña
locura, al que es estimado como sabio y honorable”. Una mosca es algo pequeño,
casi insignificante, pero cayendo en un perfume lo hecha a perder. ¿Crees que
dejar de proclamar la verdad es algo pequeño?, pero y aunque así lo fuera, que
no lo es, ¿el mundo será mejor o peor sin la luz de las verdades divinas?
“Ustedes son la luz del mundo –dijo en su
momento nuestro Señor. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar;
ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero,
y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes
delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su
Padre que está en los cielos”.
Sé que en ocasiones el andar a las promesas
que se nos han hecho, en consonancia al llamamiento del que hemos sido objeto,
es algo difícil, el Enemigo, el Mundo y la Carne se nos pueden interponer, con
todo y todo hay que tener en cuenta que a veces hay que seguir luchando, no
para cambiar a los demás, sino para que los demás no lo cambien a uno.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Jeremías 20:9; Hechos 4:20; Salmos 39:3; Jeremías
15:19; Zacarías 3:7; Levítico 10:10; Eclesiastés 10:1; Nehemías 13:26; Mateo
5:14-16; Proverbios 4:18; Filipenses 2:15
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