Todos los que estando en el mundo hemos
venido a salvación en respuesta al llamamiento del Padre nos hemos dado cuenta
de lo difícil que es vivir conforme a su voluntad.
En esto no somos únicos pues todos los
elegidos de todos los tiempos han experimentado lo mismo. Pablo, sobre esto, en
su momento escribió “porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago. Y si hago lo que no
quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”
Ahora bien, ¿podemos resolver por nosotros
esto? Nuestro Señor en su momento señaló “el espíritu a la verdad está
dispuesto, pero la carne es débil”. Ahora bien, ¿qué tan débil es? Veamos
contra lo que peleamos: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”,
honestamente ¿podemos pensar que con nuestra debilidad venceremos solos?
La respuesta esperanzadora es que no podemos.
“Un momento -podrá preguntar alguien-, ¿cómo que la respuesta “esperanzadora”?,
¿no debería más bien ser la respuesta “desesperanzadora”?
Depende como lo veas. Si ves que de ti y por
ti no puedes vencer en aquella lucha entonces sí que el escenario se vuelve
desesperanzador; pero si ves que, dada esa debilidad, el Espíritu de Dios en
nosotros nos ayuda imprimiendo en ese proceso el carácter perfecto y santo de
nuestro Padre Dios entonces el escenario se vuelve esperanzador.
Y si quieres ver que tan esperanzador mira lo
que Dios mismo dice: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te
angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con
mi diestra victoriosa”.
Pero más aún, todo esa ayuda no sólo es para
que venzamos sino para que trascendamos como hijos de Dios: “Que puse en tu
boca mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí; para que plantaras los
cielos y fundaras la tierra; y que dijeras a Sion: pueblo mío eres tú”
Tarea más que formidable pero no para hacerla
solos, como dice la Palabra, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Así
es, todo lo podemos pero, y esto es crucial, en Cristo, no en nuestras fuerzas,
no en nuestras capacidades, sino en Cristo, así que ya lo sabes: ¿Un problema
no tiene solución?... ¡pues créasela!.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos
7:19-21; Salmos 40:12; Mateo 26:41; Efesios 6:18; Isaías 41:10; Deuteronomio
20:1; Efesios 6:12; Romanos 8:38-39; Isaías 51:16; Jeremías 31:33; Filipenses
4:13; 2 Corintios 12:9
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