La escena es reveladora: Un funcionario de un
país muy lejano que de camino de regreso a casa va leyendo las Escrituras sin
entender a qué se refieren y es abordado por una persona que nunca antes había
visto la cual comienza a explicarle el texto.
Pero leamos: “Sucedió que un etíope, eunuco,
funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus
tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y
leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a
ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero
¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y
rogó a Felipe que subiese y se sentara con él”.
Pensemos en todas las posibilidades, no solo
que el etíope hubiese tomado otro camino o que Felipe no hubiera ido donde él,
sino más bien una en dónde encontrándose Felipe con él, éste hubiera declinado
la invitación para explicarle la Palabra, después de todo, el etíope no conocía
a aquella persona, además, al ir a pie, era más que evidente que era del pueblo
mientras que él era funcionario de la realeza, en fin, muchas otras situaciones
que hubieran hecho imposible que él llegase a entender lo que leía. Pero la
actitud del etíope fue otra y eso permitió entendiese la Palabra a tal grado
que pidió ser bautizado.
Pensemos un poco más, el etíope tenía toda
vida tras de sí; ser funcionario de la realeza en su país no era cosa menor,
¿cuántos años tendría?, ¿cómo habría sido toda su vida hasta ese momento?,
¿durante cuánto tiempo habría querido entender la Palabra?, mejor aún: ¿cómo
iría a ser su vida de ahí en adelante?
Sin duda alguna que toda la vida del etíope,
Dios la movió para este momento, para que, teniendo la oportunidad,
decidiéndola aprovecharla o no, toda su vida fuese cambiada.
Sé que en nuestro andar por el Camino a las
promesas que se nos han dado, los elegidos podemos sentir que las cosas en
nuestra vida no llegan en el momento preciso, pero eso es que vemos con nuestra
visión limitada, pero la vida se conduce conforme a Aquel que la pensó para
nosotros:” Porque mis pensamientos no
son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como
son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.
¿Y cuáles son esos pensamientos? “Porque yo
sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de
paz, y no de desgracia, para daros un porvenir y una esperanza”.
Si Dios mismo es quien conduce nuestra vida,
leyendo lo anterior, bien podemos confiar en Él, ¿o no?, lo que sí, decidir si
aprovecharemos lo que de Él venga o lo desaprovecharemos, así que ya lo sabes: Todo
llega en su momento justo, pero de uno depende el saber aprovecharlo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Hechos 8:27-31; Isaías 55:8-9; Jeremías 29:11
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