martes, 2 de agosto de 2022

Todo problema o tiene una solución o tiene una enseñanza

 


Uno de los principales problemas de entendimiento que tiene el elegido que inicia su andar por el Camino, problema que por cierto busca explotar el Enemigo, es la idea de que una vez venido a salvación ya no se tropezará, ya no se caerá, vamos: ya no se cometerán pecados, pero la realidad es diametralmente opuesta a esta idea.

 

En su primera carta Juan, escribiendo por cierto a la iglesia de Dios, no a los paganos, señala “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Eso de “hijitos míos” corrobora el hecho de que Juan escribe para la iglesia de Dios, pero lo interesante es eso que señala  de que “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, siendo que en ese entendido un elegido puede tropezar, caer, vamos: pecar, pero que la actitud de ello debe ser de venir en arrepentimiento al Padre para obtener por medio de Jesucristo el perdón por nuestras faltas.

 

Pablo desarrolla aún más esta idea pero agregando que incluso esos tropiezos, esas caídas, pueden traer una comprensión adicional al llamamiento que se ha respondido: “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí!, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”.

 

¿Te fijas?, lo dicho por Pablo —así es: el apóstol Pablo, el misionero entre los gentiles, el autor de casi la mitad del nuevo testamento— no solo corrobora que mientras uno está en esta carnalidad podrá —como posibilidad, no como permiso— seguir tropezando, cayendo, pero aparte agrega entendimiento adicional al señalar por qué sucede eso ya que dos leyes hay en uno: una de muerte y otra de vida, y adicionalmente presenta la solución que en su momento dicho conflicto dicotómico se resolverá cuando señala “¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”.

 

Mientras militemos en esta carne seguiremos sujeto a las pasiones del actual siglo, pero eso no debe desanimarnos de seguir nuestro andar a las promesas que se nos han dado sabiendo que al final seremos liberados de esto y mientras tanto aprendiendo lo que esto significa a la luz del llamamiento al que hemos respondido, ya que todo problema o tiene una solución o tiene una enseñanza.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

1 Juan 2:1; Romanos 5:10; 1 Corintios 4:14; 1 Timoteo 2:5; Hebreos 7:25; Romanos 7:14-25; 1 Corintios 3:1; Gálatas 4:3; Hebreos 4:12


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