¿Qué
es lo peor que pudiera experimentar un elegido que respondiendo al llamado del
Padre ha venido a salvación en el presente siglo?, ¿rechazo, persecución,
tribulación?, tal vez alguien pudiera pensar que sí, pero considero que lo peor
que en ese sentido puede experimentar un elegido son los tropiezos, las caídas,
vamos: los pecados que pudiera incurrir en su andar por el Camino.
Lo
de los sufrimientos que a un elegido le pudieran venir por su decisión de
seguir a Cristo es algo que, si bien trae dolor a nuestra vida, por lo menos es
por estar haciendo la voluntad de Dios, como Pedro escribió en su primer carta
“pero, si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe
a Dios por llevar el nombre de Cristo”; pero tropezar, caer, vamos: pecar
mientras se anda por el Camino ¿qué consolación podrá tener?, lo mismo nos deja
con la sensación de que se ha fallado en aquello que de nosotros se esperaba, y
¿sabes qué?, ¡esto es verdad!, pero no todo termina con ello.
Salomón
en su momento escribió “porque siete veces cae el justo y vuelve a a levantarse,
pero los malvados caerán en el mal”. De esta cita se deduce que el justo puede
tropezar, puede caer, o dicho clara y llanamente: puede pecar. Puede, se
aclara, en un sentido de posibilidad no de permisividad. Pero de la misma cita
se entiende que no es la caída la que define al justo sino su acción de
levantarse, caso contrario los malvados quienes quedan postrados.
En
el mismo sentido Juan, en su primera carta, escribiendo no a los paganos sino a
la iglesia de Dios, les dice “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo, el justo; y él es la propiciación
por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo”. De nueva cuenta queda claro que un cristiano no está exento de
equivocarse más sin embargo eso no le define sino su actitud de reconocer su
error, de venir al Padre para pedir perdón por medio de Jesucristo, y de
retomar su andar por el Camino.
En
un momento dado José le dijo a sus hermanos, a aquellos que lo habían vendido
como esclavo, “ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió todo para bien,
para hacer lo que hoy vemos, que es darle vida a mucha gente”, de esta forma,
si Dios puede incluso de aquello que consideramos malo sacar algo bueno y no
solo bueno sino muy bueno, ¿qué de bueno podrá sacarse de nuestros tropiezos,
de nuestras caídas?
Todos
conocemos la parábola del hijo pródigo, aquel que pidiendo su herencia a su
padre va y la despilfarra para luego volver a él arrepentido, la parte que me
interesa veamos es aquella que dice “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de
hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de
tus jornaleros”. ¿Te fijas?, aquella
mala acción inicial del hijo devino en que éste adquiriera conciencia y
valorara lo que tenía con su padre lo cual le da otro cariz a la relación que
entre ambos existía, un cariz más profundo, más íntimo, de mayor comprensión.
Pues bien, cuando tú y yo tropezamos, caemos, y arrepentidos venimos al Padre
para pedir perdón por medio de Jesucristo, experimentamos esa conciencia
acrecentada que nos permite conocer el bien y el mal y crecer replicando el
carácter perfecto y santo de Dios.
El
andar de loa elegidos por el Camino hacia las promesas que se nos han dado no
está exento de tropiezos, de caídas, pero si arrepentidos pedimos perdón, si
nos levantamos, y si retomamos nuestro andar, habremos crecido en conciencia y
comprensión y optado por aquello que de nosotros se espera, después de todo
perder el rumbo no es tan malo, a veces te
permite encontrar nuevos, mejores y más plenos caminos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Pedro 4:16; 2 Timoteo 1:12; Proverbios
24:16; Job 5:19; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34; Génesis 50:20; Romanos 8:28; Lucas 15:17-19;
Salmos 119:59
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