Si
tuviéramos que eliminar una frase del lenguaje de los elegidos sin duda que
ésta debería ser la de “no puedo”, pero curiosamente la realidad pareciera ser
en ocasiones al contrario ya que ésta es la frase que quienes hemos decidido
seguir a Cristo más usamos para justificar nuestras flaquezas, debilidades,
torpezas y cobardías.
“No puedo dejar tal vicio”, “no puedo perdonar a tal
persona”, “no puedo superar tal defecto”, “no puedo cumplir con lo que de mí se
espera”, “no puedo proclamar el Evangelio”. Quítale y ponle a esas frases y
verás que, en mayor o menor medida, la mayoría de nosotros si no es que todos,
sea con nuestros pensamientos y/o nuestras acciones, hemos llegado a expresar
lo anterior.
“Pero es que es verdad —pudiera decir alguien— , nuestra
naturaleza actual es así por lo que no podemos hacer muchas cosas”. En parte
esa expresión tiene razón, ¿cuál es esa parte?, que así es nuestra naturaleza y
que por lo tanto no podemos ir más allá de ello, pero lo que le falta a esa
expresión es la consideración de que cuando venimos a salvación, cuando
arrepentidos nos bautizamos y por medio de la imposición de manos recibimos el
Espíritu de Dios, se nos concede ese algo adicional que permite superar los
límites que tenemos.
Pablo, el mismo Pablo que en su carta a los de Roma se
quejaba de que no podía hacer el bien que quería sino que su naturaleza lo
llevaba a hacer el mal que no quería escribiendo a los de Filipo les indicaba
“sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy
enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener
abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece”.
Esa escasez y esa abundancia que menciona Pablo puede
entenderse tanto de manera natural como de manera espiritual, con todo y todo
es interesante al final que él mismo señale “todo lo puedo en Cristo que me
fortalece”. Todo, no una parte o la mayoría. Todo.
“Pero ¿y nuestra debilidad?” —otro pudiera preguntar,
¿sabes?, ¡Cristo ya respondió eso! “Bástate mi gracia; porque mi poder se
perfecciona en la debilidad”, ante lo cual Pablo no pudo menos que reconocer “por
tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose
sobre mí el poder de Cristo”.
El llamamiento al que hemos respondido no nos ha quitado
nuestra débil carnalidad, pero sí nos ha revestido del poder del Espíritu de
Dios, por lo que, en cuanto alcanzar las promesas que se nos han dado, más allá
de aquello que no somos lo que debemos considerar es lo que sí tenemos, después
de todo los retos por más difíciles que sean no son imposibles, lo que sí es
difícil a veces es creer esto.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos
7:19-25; Salmos 19:13; Efesios 6:11-13; Filipenses 4:12-13; Colosenses 1:11; Efesios
3:16; 2 Corintios 12:9; Daniel 10:19; 1 Corintios 2:5
No hay comentarios:
Publicar un comentario