martes, 26 de julio de 2022

No es tan malo tropezarse: cada error te vuelve más sabio

 


El cristiano, al haber sido llamado a vivir una vida de perfección y santidad, adquiere una nueva conciencia donde el conocimiento del bien y el mal, a la luz de la Palabra, le guían por el Camino hacia las promesas que se le han dado.

 

Con todo y todo, desafortunadamente el elegido sigue en la carne la cual es débil, torpe, rebelde y cobarde, o como señala Pablo escribiendo a los de Roma “la inclinación de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”, es por ello que, aunque se desee agradar a Dios cumpliendo su voluntad, uno termina en ocasiones tropezando, cayendo, vamos: pecando.

 

Lo anterior no es ajeno a la iglesia de Dios. Juan, en su primer carta —la cual por cierto no va dirigida a los paganos sino a los miembros del Cuerpo de Cristo— les dice “hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Desde el momento mismo en que Juan se dirige a los suyos como “hijitos míos” es más que claro que habla a miembros de la iglesia de Dios, de igual forma, como puede verse en ese “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” queda más que claro que aunque se haya venido a salvación un puede —como posibilidad, no como permiso— pecar, pero de igual forma Juan deja ver que lo que sigue para el elegido, lo cual es arrepentirse pues “abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”.

 

Con todo y todo los errores que cometa un elegido tienen algo a su favor respecto del llamamiento al que se ha respondido. Antes de avanzar en esto quiero ser muy enfático que no estoy haciendo una apología del pecado, como quedó claro desde el principio estamos llamados a vivir una vida de perfección y santidad, ajena completamente al pecado, pero dada nuestra actual carnalidad es cierto que en algún momento tropezaremos, caeremos, dado que como la misma Escritura señala “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, luego entonces incluso esos tropiezos, esas caídas, deben contribuir en algo a ese llamamiento al que se ha respondido, ¿qué puede ser esto?

 

Todos conocemos la parábola del hijo pródigo, la cual narra de un hijo que pidiendo su herencia se va de casa del padre a despilfarrarla y cuando ya no le queda nada regresa con el padre el cual lo recibe y redime. Lo interesante de esa parábola, para lo que aquí se está desarrollando, es ese momento de “volviendo en sí” en que la misma parábola señala del hijo que se dice “¡cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”. Sabemos el fin de eso, pero también sabemos que el otro hijo, aquel que nunca se fue del padre, que nunca le desobedeció y que señalaba molesto al padre “he aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo”.

 

Con esto en mente podemos ver cómo es que los tropiezos, las caídas que se experimentan al andar son incluso capaces de producir algo de valor en el elegido: una conciencia superior que les ajena a aquellos que nunca han experimentado aquello.

 

Si bien al haber  respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo nos ha comprometido a una vida de perfección y santidad, mientras militemos en esta carnalidad será imposible cumplirlo, esto no quiere decir que no nos esforcemos en ellos, ya llegará el momento en que liberados de este cuerpo de corrupción sirvamos al Padre en perfección y santidad, pero si quiere decir que incluso esos tropiezos, esas caídas, obran para bien en los elegidos, a saber: creando una conciencia superior de la cual carecen quienes no han experimentado aquello, así que ya lo sabes: No es tan malo tropezarse: cada error te vuelve más sabio.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

Levítico 19:2; Mateo 5:48; Levítico 11:44; 1 Pedro 1:16; Romanos 8:7; Santiago 4:4; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34; Lucas 15:17-19, 29-30


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