Para
quienes hemos respondido al llamado del Padre para venir a salvación en el
presente siglo, dicha decisión no podría ser sino la más juiciosa que hemos
tomado, con todo y todo para el mundo le puede parecer una locura, después de
todo creemos en que un carpintero muerto hace dos mil años está vivo y que
nosotros mismos después de morir seremos resucitados.
Esto
no es ni sorpresa ni novedad, al mismo Pablo, como parte de su ministerio, se
le señaló de estar loco: “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran
voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco”, tal vez por
esto más tarde, ese mismo Pablo, escribiendo a los de Corinto, en su primera
carta les dice “porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden;
pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. Más sin
embargo, este mismo Pablo, casi al final de sus días, le diría a Timoteo en su
segunda carta “por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque
yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi
depósito para aquel día”.
El
cristiano no es un crédulo, es un creyente que, gracias a la acción del
Espíritu de Dios, ha llegado a comprender las verdades espirituales que su
Palabra contiene estando convencido de lo que cree y de a Quién le cree, con
todo y todo, como se comentó al principio, esto es una locura para quienes
carecen del Espíritu de Dios.
Pero
eso no nos asombra ni escandaliza ya que muchos de nosotros, antes de venir a
salvación, perdidos en el mundo, nos parecían las promesas que ahora hemos
recibido como sueños difíciles de creer: ¿Ser seres espirituales perfectos y
santos?, ¿ser reyes y sacerdotes en el reino venidero?, ¿ser parte de la
familia de Dios como sus hijos? Que lejos ahora se nos hace aquella falta de
entendimiento que sobre estas verdades divinas teníamos, pero de la misma forma
entendemos a quienes aún no han llegado a comprenderlas, con todo y todo,
aparte de dar razón de nuestra fe a quien nos lo pida, nos hemos puesto a
trabajar para pasar de aquel sueño imposible a una realidad inevitable.
Ese
sueño son las promesas que se nos han dado, sueño no en el sentido de algo
fantasioso ni irreal, sino en el sentido de algo que excede lo que podamos
pensar, como dice la Palabra “antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no
vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha
preparado para los que le aman”.
Los
elegidos no nos detenemos en nuestro andar solo porque aquellos que sin el
Espíritu de Dios no entienden el llamamiento al que hemos respondido, antes
bien dando razón de nuestra fe ponemos en obra lo que decimos creer para
avanzar decididamente a las promesas que se nos han dado, después de todo un sueño, por más difícil que parezca, si aplicas
voluntad, pasa de imposible a inevitable.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Hechos
26:24; Marcos 3:21; 1 Corintios 1:18; Hechos 13:41; 2 Timoteo 1:12; Romanos
1:16; 1 Pedro 3:15; 2 Timoteo 2:25; 1 Corintios 2:9; Isaías 64:4
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