martes, 2 de marzo de 2021

Tu no escoges muchas de las batallas que pelearas en tu vida, pero si puedes elegir la actitud con la que lo harás



Vamos viendo algunas de las realidades del llamamiento al que hemos respondido. En su momento, Jesús dijo a sus seguidores, y en su figura a todos los que en su momento le seguirían, “Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles… El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, éste será salvo”.

 

Seamos honestos: para los que hemos respondido el llamamiento de Jesús, esa perspectiva no es para nada halagüeña, ¿quién quisiera ser azotado, entregado, aborrecido o muerto?, es cierto que, como dice Pablo, “los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, con todo y todo, el escenario para los que sigamos a Jesús no es del todo agradable.

 

Lo más lógico, humanamente hablando, es que ante esa perspectiva la actitud del creyente fuera más bien triste, apesadumbrada, pero, dado que al recibir el Espíritu de Dios mediante la imposición de manos después de bautizarnos, bien puede decirse que ya no estamos solos en esta batalla y que ese mismo Espíritu permite que vivamos una vida de alegría, gozo, paz y esperanza inentendible para los que viven en el mundo, por el mundo y para el mundo.

 

Pablo, entendiendo esto, señala la manera en que debe comportarse un seguidor de Cristo: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;  gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;  compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis”.

 

Pero Pablo no era el que solo decía, sino que también hacía. Cuando le encerraron a él y a Silas, ¿qué se pusieron a hacer a medianoche?, ¿llorar, amargarse, entristecerse?, “pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían”.

 

“Esto es imposible” —podrá decir alguien, ¡y tiene razón!... humanamente hablando, pero lo que es imposible para el hombre es posible para Dios, es por eso que Él nos ha dado de su Espíritu, ese Espíritu que nos permite experimentar esa paz que Cristo nos da, no como la del mundo, sino como la que Dios da.

 

Cristo nunca engañó a sus seguidores, claramente dijo que el seguirle implicaba no solo esfuerzo sino sacrificio, sabemos que los promesas exceden con mucho lo que ahora padezcamos, con todo y todo el Espíritu nos ayuda en el presente siglo para pasar por las tribulaciones con gozo y esperanza, claro: si es que le dejamos hacer su trabajo, después de todo tu no escoges muchas de las batallas que pelearas en tu vida, pero si puedes elegir la actitud con la que lo harás.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Mateo 10:17-18, 21-22; Hechos 5:40-41, Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; Romanos 12:10-14; 2 Corintios 4:17; Lucas 18:27; Mateo 19:26; Juan 14:27; Filipenses 4:7


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