La
cuestión de los tropiezos, la caídas que en nuestro andar por el Camino
experimentamos es algo complejo de entender y difícil de aceptar.
Al
venir a salvación respondiendo al llamado del Padre, uno puede tener la idea de
que a partir de ahí todo irá, como se dice coloquialmente, como miel sobre
hojuelas y que las batallas que contra el Enemigo, el Mundo o la Carne
enfrentemos serán ganadas fácil y a la primera, después de todo tenemos el
Espíritu de Dios, ¿por qué habría ser de otra forma?
Más
sin embargo, ¿cuál es la realidad?, tropiezos y caídas en nuestro andar. ¿Cómo
entender esto?, ¿cómo aceptarlo?
Entendamos
una cosa, al nacer del agua, es decir, al ser bautizados, hemos nacido de
nuevo, y ¿cuál es la condición de un recién nacido?, así es: alguien que apenas
inicia una nueva vida debiendo crecer, fortalecerse, madurar, ¿y cuál es el
mayor indicativo de aquello que le hace falta para alcanzar esto último?,
exacto: las cosas que aún no puede hacer.
Cuando
un niño da sus primeros pasos se tropieza, señal de que le falta mejorar en
eso; cuando un niño quiere expresarse pero no sabe escribir, señal de que
necesita aprender eso; cuando un niño quiere vestirse solo y no puede, señal
que necesita ser instruido en ello.
De
igual forma el cristiano, ante cada tropiezo, cada caída que experimenta, en
vez de pensar que no es digno del llamamiento al que respondió, más bien debe
verlo como un área de oportunidad para crecer, para fortalecerse, para madurar.
Esto
es expresado por Pablo cuando señala que ese crecimiento, ese fortalecimiento,
esa maduración, se va dando en nuestra vida “hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, ¿te fijas?, “hasta que todos
lleguemos a […] la estatura de la plenitud de Cristo”, eso quiere decir, que de
inicio no tenemos esta estatura pero que es factible alcanzarla, ¿y mientras
tanto?, pues tendremos tropiezos, tendremos caídas, que nos señalaran aquellas
áreas que debemos seguir trabajando con la ayuda del Espíritu de Dios.
Pero
ahí no termina esto ya que la idea del crecimiento entre los miembros del Cuerpo
de Cristo implica que aquellos que en el Camino llevan la delantera deben
ayudar a los que inician apenas el andar, como dice Pablo escribiendo a los
hebreos, estimulándonos “unos a otros al amor y a las buenas obras”, y a este respecto,
escribiendo a los de Roma, señalando que “los que [son] fuertes, [deben]
sobrellevar las flaquezas de los débiles”.
Venir
a salvación no es llegar a una meta sino iniciar un andar que nos llevara a las
promesas del Padre, ese andar nos irá señalando, con los tropiezos y caídas que
experimentemos, aquellas áreas que debemos seguir trabajando, de igual forma,
el crecimiento, el fortalecimiento, la madurez que vayamos adquiriendo nos irán
capacitando para ayudar a los detrás de nosotros van de igual forma hacia lo
prometido, después de todo superar un reto te capacita para, por un lado,
esperar un reto mayor, y por otro, ayudar a otros a superarlo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan
3:5; Ezequiel 36:26; Efesios 5:26; 1 Corintios 14:20; Efesios 4:13; Gálatas
4:19; Hebreos 10:24; 1 Corintios 10:33; Gálatas 6:1; Romanos 15:1; 1 Tesalonicenses
5:14; Efesios 6:10
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