La
vida cristiana, contrariamente a lo que algunos pudieran creer, no es un
remanso de tranquilidad sino está llena de inquietud, sobre esto, Jesús mismo dijo a sus
seguidores “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este
mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”.
Lo
anterior hay que tenerlo muy en mente pues si uno viene a la vida cristiana con
una idea de la misma que no corresponde a la realidad, bien puede decepcionarse
a la primera de cambios y terminar por enfriarse.
Pablo
escribiendo a los de Roma les señala la lucha constante que el llamamiento
implica cuando les dice “no te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el
mal con el bien”, y dado que el mal es algo que impera en el mundo es más que
evidente que dicha lucha no tendrá fin sino hasta que nuestro Señor regrese.
Ahora
bien, ¿cómo lograr lo anterior?, es decir, ¿cómo no desanimarse a las primeras
de cambio en la vida cristiana? En su primer carta Pedro da un consejo de
extrema practicidad: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su
enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar.”
En
la primera parte de su exhortación, ¿a qué se refiere Pedro con eso del dominio propio? La referencia clara es a tener
bajo nuestro control las pasiones desordenadas de la carne. Sobre esto, Pablo
escribiendo a los de Colosas les dice “Amortiguad [otras versiones dicen
“mortificad” o “haced morir”], pues, vuestros miembros que están sobre la
tierra: fornicación, inmundicia, molicie, mala concupiscencia, y avaricia, que
es idolatría: cosas por las cuales
la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia”.
Pero la exhortación de Pedro tiene otra arista
relacionada con el mantenerse alerta ya que nuestro Enemigo busca a quien
devorar. Este mantenerse alerta señala al Enemigo en sí, pero también al Mundo
y a la Carne, como señalaba Juan en su primera carta “porque todo lo que hay en
el mundo, es decir, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Pero en cuanto a
ese estar alerta, dicho exhorto lleva implícita la necesidad de una vida espiritual,
vida espiritual que Jesús dejó muy clara cuando señaló “velad y orad, para que
no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne
es débil”.
Pero todo lo anterior no tendría sentido si en
algún punto del Camino, como se dice popularmente, tiramos la toalla y
desistimos de seguir avanzando a las promesas que se nos han dado. Esto lo dejó
muy claro nuestro Señor cuando en Revelación señala “no temas en nada lo que
vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel,
para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la
muerte, y yo te daré la corona de la vida” y cuando en ese mismo libro dice “he
aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.”
La vida cristiana es una lucha constante, pero
como escribió Pablo a los de Roma, “tengo por cierto que las aflicciones del
tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse”, después de todo solo se está derrotado cuando se decide dejar de
luchar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan
16:33; Hechos 14:22; 2 Corintios 2:14; Romanos 12:21; Proverbios 16:32; 1 Pedro
3:9; Colosenses 3:5-7; Marcos 7:21; Romanos 6:13; 1 Juan 2:16; Romanos 13:14; Gálatas
5:17,24; Mateo 26:41; Marcos 14:38; Lucas 21:36; Revelación 2:10; 3:11; Romanos
8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13
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