El
andar por el Camino no está exento de caídas. La Escritura en ninguna parte
dice que el justo nunca cae, al contrario, claramente señala que “siete veces
cae el justo, y vuelve a levantarse”.
Aunque
al subir de las aguas del bautismo y recibir mediante la imposición de manos el
Espíritu de Dios hemos venido a ser sus hijos, aún impera en nosotros la
naturaleza carnal que implica imperfección, imperfección que terminará hasta
que nuestro Señor regreso y seamos transformados, como dice Juan en su primera
carta “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a
él, porque le veremos tal como él es”.
Con
todo y todo, ¿qué hacer con los tropiezos, con las caídas? Fíjate que la
pregunta es “qué hacer con los tropiezos y caídas” no “qué hacer cuando
tropezamos y caemos”, esto porque lo segundo ya ha sido respondido con la cita
de la Palabra que señala “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”, a
saber: levantarnos de cada tropiezo, de cada caída, y seguir avanzando a las
promesas, como dice Pablo en su segunda carta a los de Corinto: “Afligidos en
todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no destruidos”.
Pero
entonces de nuevo: ¿qué hacer con los tropiezos, con las caídas? Cuando
tropezamos, cuando caemos, lo hacemos porque hay algo que nos ha hecho tropezar
y caer. Ese algo puede ser el Enemigo, el Mundo o la Carne que usando nuestra
propia concupiscencia nos llevan al pecado, como escribe Jacobo, el medio
hermano de Jesús en su carta: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado
de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a
nadie; sino que cada uno es tentado,
cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha
concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la
muerte”. Aun así, después de levantarnos de cada tropiezo, de cada caída,
podemos usar ese tropiezo, esa caída para aprender de él.
¿Te
acuerdas de la historia de Job? La misma Palabra declara de Job que era un “hombre
perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, pero entonces ¿cuál era
su problema?, ¿sobre qué tenía que ser corregido, edificado? Fíjate como Job
era todo eso que declara la Escritura, pero su problema era precisamente que
por eso se creía en sí mismo justo, en un momento llega a decir “me aferraré a
mi justicia y no la soltaré. Mi corazón no reprocha ninguno de mis días”, pero
¿qué sucede una vez que ha pasado por todas las pruebas que le vinieron y que
fue redargüido por Dios? Después de todo esto el hablar de Job cambia: “yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado
maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás”.
Puede decirse que Job tropezó en su propia vanagloria,
pero sin dejarse abatir retoma el andar con otra postura, de esta forma el
justo no solo se ha levantado sino que del tropiezo, de la caída ha aprendido,
igual podemos hacer nosotros, así que ya sabes ¿en el camino de tu vida te
tropezaste con una piedra?, ¡qué bien: úsala en la construcción de tu vida!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios
24:16; Job 5:19; Salmos 37:24; 1 Juan 3:2; Salmos 17:15; 2 Corintios 3:18;
Colosenses 3:4; 2 Corintios 4:8-9; Isaías 40:31; Romanos 8:35; Santiago 1:13-16;
Romanos 9:19,20; Job 1:1; 27:6; 42:3-4
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