martes, 6 de abril de 2021

Un buen líder comparte sus triunfos y retiene para si las derrotas

 


Cuando uno habla de liderazgo en la vida cristiana generalmente le viene a la mente las autoridades que en la iglesia están formalmente establecidas, si bien éstas constituyen el liderazgo primerio y básico de la misma, en términos prácticos todos estamos llamados a ser líderes en el sentido de que los demás, tanto de la iglesia como del mundo, pueden ver con nuestras obras esa fe que decimos profesar.

 

De igual forma, la vida cristiana puede verse como una  lucha, una batalla que se está librando, no contra carne y sangre sino contra potestades del mal y para la cual se debe estar vestido apropiadamente con la armadura de Dios.

 

Con todo y todo, habrá momentos en que uno tropiece, caiga, tanto en la comprensión doctrinal como en poner por obra esa fe que se dice profesar, ¿qué hacer ante eso?, ¿echarle la culpa a los demás o aceptar más bien las faltas propias? Veamos dos ejemplos.

 

El primer ejemplo tiene que ver con Saúl, el primer rey de Israel. Saúl había recibido por parte de Samuel la orden de esperarle para que éste último ofreciera el holocausto correspondiente a Dios. Dado que Samuel tardaba Saúl se abrogó de la facultad que no tenía de ofrecer el holocausto a Dios. Ahora bien, cuando llegó Samuel y le reclamó por esto, ¿qué dijo Saúl? “Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas,  me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto”. Así que según Saúl la culpa no era de él sino de los demás. A todo esto, ¿qué le dijo Samuel? “Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó”.

 

El segundo ejemplo tiene que ver con David, el segundo rey de Israel. De David todos conocemos el terrible pecado que cometió con Betsabé, esposa de Urías, con la cual se acostó ordenando después la estrategia que conduciría a la muerte de su esposo. Cuando Natán vino a señalarle esta falta a David, ¿qué fue lo que dijo David? “—¡He pecado contra el Señor! —reconoció David ante Natán”. Así que David reconoció su falta como completa y totalmente suya. ¿Y qué le dijo Natán en respuesta de parte de Dios? “—El Señor ha perdonado ya tu pecado, y no morirás —contestó Natán—. Sin embargo, tu hijo sí morirá, pues con tus acciones has ofendido al Señor”.

 

El liderazgo no solo implica ir delante sino también conlleva el aceptar las faltas que se cometen con la intención de mejorar lo que deba mejorarse, de corregir lo que deba corregirse, después de todo un buen líder comparte sus triunfos y retiene para si las derrotas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Efesios 4:11-16; 1 Corintios 12:28; Jeremías 3:15; Mateo 5:16; Juan 15:8; 1 Pedro 2:12; Efesios 6:12-18; Marcos 4:19; Hechos 26:18; 1 Samuel 13:1-23; 2 Samuel 11:1-27; 12:1-25


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