Si
bien la respuesta al llamamiento y la obtención de las promesas dadas es individual, no por ello eso quiere decir que
la vida cristiana sea egoístamente en soledad. En muchas partes de las
Escritura se insta a los fieles, a los miembros del Cuerpo de Cristo, a
apoyarse mutuamente, incluso a sobrellevar unos las flaquezas de otros, en
otras palabras, a demostrar un liderazgo fraternal los unos con los otros.
Esto
es principalmente preponderante quienes en la iglesia de Dios tiene algún tipo
de liderazgo, ahora bien, este liderazgo no se refiere exclusivamente a las
autoridades establecidas en la grey sino a todo aquel que de alguna manera
sirva de ejemplo, de instrucción, de corrección, de edificación a los demás.
Sobre
los primeros, a saber: las autoridades establecidas en la congregación, la
Escritura es muy clara cuando señala que “puso Dios en la iglesia, primeramente
apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros,
después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don
de lenguas” . Estos tiene una gran responsabilidad sobre la grey pues, como les
escribe Pedro en su primer carta, el deber de estos es “apacentad la grey de
Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino
voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a
vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”.
Pero
esto no exime al resto de los miembros del Cuerpo de Cristo en la edificación
mutua que se deben pues, como escribe Pablo en su primer carta a los de
Corinto, “pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para
provecho. Porque a éste es dada por el
Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo
Espíritu; a otro, fe por el mismo
Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a
otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a
otro, interpretación de lenguas. Pero
todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en
particular como él quiere”.
Esta
responsabilidad que tenemos unos para con otros en la iglesia de Dios nos fue
señalada por nuestro Señor cuando señaló “por tanto, si tu hermano peca contra
ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu
hermano. Más si no te oyere, toma aún
contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda
palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a
la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”, de igual
forma Pablo confirma esto al escribir a los de Galacia diciendo “hermanos, aun
si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú
también seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la
ley de Cristo”.
“¿Y
cuál es la meta de todo esto?” —podrá alguien preguntar, la respuesta es “hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a
un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, en
tanto no se cumpla esto aún hay trabajo por hacer referido a ese liderazgo
fraternal que nos debemos los unos con los otros, después de todo un buen líder
sabe que el logro de sus metas está en función de que sus seguidores logren las
de ellos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Job 34:11; Mateo 16:27; 1 Tesalonicenses 5:11;
Hebreos 3:13; Gálatas 6:2; Romanos 15:1; 1 Corintios 12:28; 1 Pedro 5:2-3; 1
Corintios 12:7-11; Mateo 18:15-17; Gálatas 6:1-2; Efesios 4:13
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