martes, 8 de septiembre de 2020

Opiniones sin acciones son solo buenas intenciones



Constantemente la Escritura nos insta a crecer en el conocimiento de Dios y Su Hijo, de hecho usando la analogía del alimento líquido y el alimento sólido se nos insta a pasar de las verdades de salvación a las verdades de comprensión, con todo y todo el énfasis que ante esto siempre hace la Palabra es a poner por obra nuestra fe.

 

¿Te has dado cuenta como casi para cualquier pregunta que sobre la Escritura se tenga siempre habrá alguien que de lo mismo tenga una opinión? Eso no está mal, al contrario, debemos escudriñar las verdades que Dios mismo ha puesto en Su palabra, como la misma Escritura dice “es gloria de Dios ocultar un asunto, y honra del rey investigarlo”, pero si lo único que se tiene es información, la misma, al estar sin fruto, es decir, al no ser puesta por obra, se vuelve estéril en sí misma.

 

El desarrollo armónico del cristiano está en función tanto de la fe como de las obras, la primera nos permite crecer en ese conocimiento de Dios y Su Hijo comentado al inicio, lo segundo nos permite ponerla por obra dando frutos en abundancia de perfección y santidad. Lo primero, la fe, nos es requerida para saber qué hacer, por qué hacerlo y para qué hacerlo; lo segundo nos es necesario para la introyección en nosotros mismos y en los demás de aquellas verdades reveladas a través del hacer.

 

La forma de mantener ese equilibrio pasa por que, en cada nueva comprensión que sobre las verdades divinas se tenga, se haga la pregunta ¿cómo puedo aplicar esto en mi vida?, créeme: no hay nada de ello que no tenga aplicación práctica en lo que somos y en lo que hacemos, solo que esa aplicación debe ser descubierta por nosotros, claro con la ayuda del Espíritu de Dios, si no fuera así la misma Escritura no nos instaría diciendo “sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos”, porque la Palabra no se circunscribe sólo a los mandamientos o el resto de las ordenanzas sino a toda la Escritura.

 

Ahora bien, esa comprensión que se va adquiriendo, la cual debe ir aunada a ponerla por obra, debe empezar por uno mismo, ¿por qué se comenta esto?, porque puede caer uno en el error, sobre todo de las verdades de comprensión, de pretender que todos los demás piensen de la misma forma y actúen en consecuencia ante ello.

 

Las verdades de salvación, los principios doctrinales, son de aplicación general, pero las verdades de comprensión son de aplicación particular, claro que ambas deben ser compartidas, pero nunca pretender imponer las segundas como si fueran las primeras pues la manera en que cada quien crece en ese conocimiento de Dios es particularísima.

 

Por último, si esa comprensión que se va adquiriendo no lo hace a uno más humilde, más sencillo, más empático sino que al contrario lo vuelve orgulloso, complicado y egoísta, créeme: mejor hubiera sido quedarse sin ese conocimiento que lo único que genera es hincharnos. Pero no todo está perdido, incluso si así es, uno puede pedir a Dios trabaje en nuestro corazón para que avanzando en Su camino seamos cada vez más semejantes a Su Hijo, después de todo es más que claro, respecto del llamamiento al que hemos respondido, que opiniones sin acciones son solo buenas intenciones.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx



Referencias:

2 Pedro 3:18; Colosenses 1:10; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:14; Santiago 4:17; Lucas 12:41-48; Proverbios 25:2; Deuteronomio 29:29; Santiago 1:22; Mateo 7:21-25; 1 Pedro 4:17;  1 Corintios 8:1; Isaías 5:21; 1 Corintios 8:2,4,7,11; Salmos 51:10; 2 Corintios 5:17; Efesios 2:10 

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