martes, 2 de junio de 2020

Lo que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti



Desde el primer momento en que alguien respondiendo al llamamiento del Padre viene a  salvación en el presente siglo, le queda muy en claro que ha dejado de ser parte del mundo al grado que incluso puede esperar de éste rechazo, con todo y todo nuestro mismo Señor Jesús, pidiendo al Padre por los suyos, ruega, no porque sean estos sacados del mundo sino guardados del mal.

Si bien lo anterior ha generado que algunas personas, ajenas a la verdad revelada, busquen apartarse del mundo, el cristiano, sabe que su trabajo está precisamente en ese mundo proclamando el Evangelio, en primer lugar y testimoniando esa fe en segundo lugar, ambas cosas entrelazadas entre sí.

La proclamación del Evangelio es requisito indispensable para que la gente, oyendo, crea y venga salvación; el testimoniar esa fe es para que los hombres, viendo nuestras buenas obras, glorifiquen de esta forma a Dios.

Ambas acciones, si se ven con detenimiento, necesaria y forzosamente inciden en el mundo cambiándolo, con todo y todo un aspecto interesante en esta interacción, aunque complicada para los creyentes, es que al mismo tiempo dichas acciones de igual forma terminan cambiando a uno.

Pablo escribiendo sobre esto a los Romanos les dice “justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;  y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;  y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

De igual forma, como parte de este proceso, Pedro escribiendo en su primer carta les dice a nuestros hermanos en la fe de aquel tiempo, y en su figura a todos los creyentes de toda la historia, “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;  al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad;  a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.  Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.

Los cristianos no estamos llamados a permanecer indolentes mientras esperamos la venida de nuestro Señor sino por el contrario estamos llamados a trabajar aquí y ahora ¡y mucho!, siendo así sal de la tierra y luz del mundo, después de todo lo que haces cambia al mundo, la intención con que lo haces te cambia a ti.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Juan 15:19; Mateo 10:22; Juan 17:15; 1 Juan 5:19; Marcos 16:15-20; Mateo 28:19; Romanos 10:17; 1 Tesalonicenses 2:13; Mateo 5:16; Juan 15:8; Romanos 5:1-5; 2 Pedro 1:5-8; Mateo 5:13-16

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