martes, 26 de mayo de 2020

No puedes desandar tus pasos, pero si puedes caminar mejor



Sin duda alguna que uno de los aspectos más complicados de la vida cristiana es el entendimiento del llamado al que hemos respondido de cara con la debilidad, la rebeldía, la cobardía y la pecaminosidad de nuestra carne.

Pedro, en su primer discurso a lo que serían los primeros conversos de la iglesia naciente, los exhorta a que cada uno se arrepintiera y se bautizara para perdón de los pecados. Todos los que hemos nacido del agua hemos pasado por ese proceso, pero el primer tropiezo, la primer caída a la que posteriormente nos enfrentamos, de muchas, va minando ese buen ánimo pues podemos llegar a considerar que no somos aptos para el llamamiento al que hemos respondido.

Quiero que veas esto de otra manera y para ello veamos lo que dice Pablo al respecto: “porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, más con la carne a la ley del pecado”.

Esta cita es muy claridosa pero debe verse detenidamente. Fíjate cómo es que Pablo, ¡así es: el Apóstol Pablo!, casi treinta años después de la muerte y resurrección de nuestro Señor, décadas después incluso de su llamamiento, reconoce que él mismo no hace lo que quiere sino lo que aborrece, eso desde el punto de vista de la Ley de Dios.

Pero ni siquiera eso es lo más interesante sino la frase enigmática donde señala que si lo que no quiere eso hace, con eso él apruebo que la ley es buena, ¿cómo puede ser posible esto? La clave para entender esto es la manera en que él mismo se expresa respecto de eso que hace y que es contrario a la Ley de Dios: eso es algo que él aborrece, así es: aborrece aunque lo termina haciendo.

El hacerlo, aunque sea aborrecible, tiene la referencia de la carnalidad a la que el mismo Pablo hace referencia, carnalidad que tú, yo y todos los miembros del Cuerpo de Cristo en toda la historia de la iglesia hemos padecido, pero lo interesante es que en nuestro interior, aunque hagamos algo contrario al llamamiento motivados por la misma debilidad, torpeza, cobardía o pecaminosidad que padecemos, seguimos identificando aquello como aborrecible, ¡por eso el remordimiento que viene después!

¿Te fijas? El mundo, alejado de los caminos de Dios, no sólo hace el mal sin remordimiento alguno sino que incluso se jacta de ello y razona de manera justificadora, los hijos de Dios, al tropezar, al caer, seguimos doliéndonos de nuestro error, de nuestro pecado, buscando en el arrepentimiento la restauración por parte de Dios, así que como Pablo podemos decir “si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena”. En todo caso preocúpate cuando lo que Dios llama malo para ti ya no sea motivo de dolor, de tristeza, de pesadumbre al hacerlo.

Por último, ¿qué hacer al caer, al tropezar?, ¿qué hace cuando nuestra conciencia nos recrimine ya que entendemos la Ley de Dios pero en la carne infructuosamente la podemos poner por obra de manera perfecta y santa? Dos cosas. La primera, buscar la restauración del Padre a través de Su Hijo por medio del arrepentimiento, como Juan escribe en su primer carta “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. La segunda, adoptar la postura de Pablo quien en vez de anclarse en el pasado avanzaba hacia las promesas del Padre recibidas: “Hermanos, yo mismo no considero haber lo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Después de todo no puedes desandar tus pasos, pero si puedes caminar mejor.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Hechos 2:38; Lucas 24:47; Hechos 3:19; Romanos 7:15-16; Gálatas 5:17; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34; 1 Corintios 4:14; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; Filipenses 3:8,12

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