Si
bien el llamamiento implica una respuesta individual y un actuar personal del
cual cada quien tendrá que dar cuenta, el peregrinar de todo cristiano rumbo a
las promesas que el Padre por medio de Su Hijo Jesucristo nos ha dado no es en
solitario.
De principio a fin en la Escritura lo que vemos es la
conformación de lo que la misma Palabra designa como la familia de Dios, siendo
de esta forma que al igual que en una familia, la congregación de los santos
está conformada por muchos miembros, cada uno con un fin a la vez general como específico,
el general se refiere, como siempre, a la gloria que Dios se debe dar, de igual
forma al testimonio que ante las naciones debemos presentar, el específico se
refiere a la edificación del Cuerpo de Cristo tanto en lo individual como en lo
colectivo.
En el capítulo 12 de su primer carta a los de Corinto,
Pablo diserta sobre lo anterior en dos sentidos, el primero haciendo ver a los
miembros de la comunidad los diferentes dones que el Espíritu ha puesto en cada
uno para los fines comentados anteriormente; el segundo, utilizando el símil
del cuerpo humano, para ejemplificar ese orden y armonía que en todos los
miembros del Cuerpo de Cristo debe de haber.
En
cuanto a los dones dados y sus fines Pablo señala: “Ahora bien, hay diversidad
de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero
el Señor es el mismo. Y hay diversidad
de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación
del Espíritu para provecho. Porque a
éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia
según el mismo Espíritu; a otro, fe por
el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a
otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a
otro, interpretación de lenguas. Pero
todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en
particular como él quiere. Porque así
como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del
cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque
por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o
griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu”.
En
cuanto al orden y armonía que en
todos los miembros del Cuerpo de Cristo debe de haber Pablo indica “Además, el
cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy
del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no
soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el
oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada
uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde
estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos
los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te
necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen
más débiles, son los más necesarios; y a
aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más
dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más
decoro. Porque los que en nosotros son
más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más
abundante honor al que le faltaba, para
que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen
los unos por los otros. De manera que si
un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe
honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros
cada uno en particular”.
El
llamado del Padre al que se ha respondido en el presente siglo para venir a
salvación implica ir por todo el mundo proclamando el Evangelio, ser Sus profetas para ser Sus reyes y
sacerdotes con Cristo en el reino venidero, ser sal de la tierra y luz del
mundo, y a dar testimonio de esa fe que decimos profesar, trabajo más que
formidable por lo que el mismo no puede realizarse en soledad sino unidos al
Cuerpo de Cristo y a través de Él a la cabeza que es nuestro Señor, después de
todo cuando trabajas en equipo no sumas voluntades... ¡las multiplicas!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios
2:19; 1 Corintios 1:2; Romanos 1:7; 1 Corintios 12:4-13; 14-27; Mateo 28:19; Marcos
16:15; Lucas 24:47-48; Efesios 4:11; 1 Corintios 12:28; Mateo 5:13-16; 2
Timoteo 1:8; Hechos 1:8; Juan 15:4-7
No hay comentarios:
Publicar un comentario