martes, 16 de junio de 2020

Cuando trabajas en equipo no sumas voluntades... ¡las multiplicas!



Si bien el llamamiento implica una respuesta individual y un actuar personal del cual cada quien tendrá que dar cuenta, el peregrinar de todo cristiano rumbo a las promesas que el Padre por medio de Su Hijo Jesucristo nos ha dado no es en solitario.

De principio a fin en la Escritura lo que vemos es la conformación de lo que la misma Palabra designa como la familia de Dios, siendo de esta forma que al igual que en una familia, la congregación de los santos está conformada por muchos miembros, cada uno con un fin a la vez general como específico, el general se refiere, como siempre, a la gloria que Dios se debe dar, de igual forma al testimonio que ante las naciones debemos presentar, el específico se refiere a la edificación del Cuerpo de Cristo tanto en lo individual como en lo colectivo.

En el capítulo 12 de su primer carta a los de Corinto, Pablo diserta sobre lo anterior en dos sentidos, el primero haciendo ver a los miembros de la comunidad los diferentes dones que el Espíritu ha puesto en cada uno para los fines comentados anteriormente; el segundo, utilizando el símil del cuerpo humano, para ejemplificar ese orden y armonía que en todos los miembros del Cuerpo de Cristo debe de haber.

En cuanto a los dones dados y sus fines Pablo señala: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.  Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.  Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.  Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu;  a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.  A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.  Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.  Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.

En cuanto al orden y armonía que en todos los miembros del Cuerpo de Cristo debe de haber Pablo indica “Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.  Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?  Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?  Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?  Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.  Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?  Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo.  Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.  Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;  y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.  Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba,  para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.  De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.  Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular”.

El llamado del Padre al que se ha respondido en el presente siglo para venir a salvación implica ir por todo el mundo proclamando el Evangelio,  ser Sus profetas para ser Sus reyes y sacerdotes con Cristo en el reino venidero, ser sal de la tierra y luz del mundo, y a dar testimonio de esa fe que decimos profesar, trabajo más que formidable por lo que el mismo no puede realizarse en soledad sino unidos al Cuerpo de Cristo y a través de Él a la cabeza que es nuestro Señor, después de todo cuando trabajas en equipo no sumas voluntades... ¡las multiplicas!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Efesios 2:19; 1 Corintios 1:2; Romanos 1:7; 1 Corintios 12:4-13; 14-27; Mateo 28:19; Marcos 16:15; Lucas 24:47-48; Efesios 4:11; 1 Corintios 12:28; Mateo 5:13-16; 2 Timoteo 1:8; Hechos 1:8; Juan 15:4-7

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