martes, 31 de marzo de 2020

¿Que si cuántas veces intentarlo? Fácil: ¡hasta lograrlo!



¿Qué será lo más difícil en la vida cristiana de aquellos elegidos que han respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo?, ¿será el cumplir los mandamientos?, ¿acaso el vivir el amor?, ¿o tal vez el creer en las promesas que se han recibido?

De todas las cuestiones relacionadas con la lucha que relativa al llamamiento pudieran considerarse, tal vez la más difícil no sea alguna de aquellas que inicialmente se han señalado sino más bien la relacionada con la severidad del juicio con que nosotros mismos nos juzgamos.

“Porque siete veces cae el justo, y se vuelve a levantar; más los impíos caerán en el mal”, ¿cuántas veces hemos leído esto en la Palabra?, tal vez algunas, pero ¿la entendemos?, o mejor aún: ¿la vivimos?

Si vemos la cita anterior, el justo no es alguien que nunca tropieza, que nunca cae, vamos: que nunca peca, sino alguien que habiendo respondido al llamamiento sigue batallando con su carnalidad levantándose cada que el Mundo, el Enemigo o la Carne lo derriban, ahora yo te pregunto ¿podrá considerarse que alguien se ha levantado cuando sigue condenándose por el tropiezo, la caída, el pecado cometido?

Fíjate como Pablo se refería a su propio llamamiento: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, con esto en mente ¿pudiera decirse que Pablo prosigue a la meta dejando atrás lo pasado si siguiera condenándose por cada tropiezo, por cada caída, por cada pecado cometido?


Juan en su primer carta exhortaba a los elegidos de entonces, y en su persona a los elegidos de todos los tiempos: “Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, esto porque Pablo mencionaba en su carta a los Efesios “En El [Cristo] tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia”.

El Enemigo, el Mundo y la Carne nos conocen mucho muy bien y saben que nuestra conciencia es fácilmente influenciable con la idea, más bien con la obsesión, de los tropiezos, las caídas, los pecado cometidos, por eso el énfasis que aquellos ponen en hacernos ver los débiles, torpes y cobardes que somos, ¿y sabes qué? ¡Tienen razón!, pero nuestra confianza no está puesta en nosotros sino en Aquel que nos ha llamado, en este sentido, como dice la Escritura,  “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Pero entonces, ¿no se debe hacer caso cuando la conciencia rearguye?, al contrario: hay que hacerle caso ¡y mucho! pues nos está señalando algo que es contrario al llamamiento, pero una vez venidos en arrepentimiento al Padre dejar atrás eso y continuar hacia las promesas recibidas, como dice la Palabra, “pues [aunque] nuestro corazón nos reprend[a], mayor que nuestro corazón es Dios”, así que no lo olvides: ¿Que si cuántas veces intentarlo? Fácil: ¡hasta lograrlo!
  

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Proverbios 24:16; Job 5:19; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34; Efesios 1:7; Colosenses 1:14; 1 Juan 3:20; Hebreos 4:13; 1 Juan 4:4; Romanos 8:31; 1 Juan 1:9; Tito 2:14

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