¿Qué
será lo más difícil en la vida cristiana de aquellos elegidos que han
respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente
siglo?, ¿será el cumplir los mandamientos?, ¿acaso el vivir el amor?, ¿o tal
vez el creer en las promesas que se han recibido?
De
todas las cuestiones relacionadas con la lucha que relativa al llamamiento
pudieran considerarse, tal vez la más difícil no sea alguna de aquellas que
inicialmente se han señalado sino más bien la relacionada con la severidad del
juicio con que nosotros mismos nos juzgamos.
“Porque
siete veces cae el justo, y se vuelve a levantar; más los impíos caerán en el
mal”, ¿cuántas veces hemos leído esto en la Palabra?, tal vez algunas, pero ¿la
entendemos?, o mejor aún: ¿la vivimos?
Si
vemos la cita anterior, el justo no es alguien que nunca tropieza, que nunca
cae, vamos: que nunca peca, sino alguien que habiendo respondido al llamamiento
sigue batallando con su carnalidad levantándose cada que el Mundo, el Enemigo o
la Carne lo derriban, ahora yo te pregunto ¿podrá considerarse que alguien se
ha levantado cuando sigue condenándose por el tropiezo, la caída, el pecado
cometido?
Fíjate
como Pablo se refería a su propio llamamiento: “Hermanos, yo mismo no pretendo
haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda
atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús”, con esto en mente ¿pudiera decirse que Pablo prosigue
a la meta dejando atrás lo pasado si siguiera condenándose por cada tropiezo,
por cada caída, por cada pecado cometido?
Juan
en su primer carta exhortaba a los elegidos de entonces, y en su persona a los
elegidos de todos los tiempos: “Hijitos míos, estas cosas os escribo, para que
no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo”, esto porque Pablo mencionaba en su carta a los Efesios “En
El [Cristo] tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados
según las riquezas de su gracia”.
El
Enemigo, el Mundo y la Carne nos conocen mucho muy bien y saben que nuestra
conciencia es fácilmente influenciable con la idea, más bien con la obsesión,
de los tropiezos, las caídas, los pecado cometidos, por eso el énfasis que
aquellos ponen en hacernos ver los débiles, torpes y cobardes que somos, ¿y
sabes qué? ¡Tienen razón!, pero nuestra confianza no está puesta en nosotros
sino en Aquel que nos ha llamado, en este sentido, como dice la Escritura, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.
Pero
entonces, ¿no se debe hacer caso cuando la conciencia rearguye?, al contrario:
hay que hacerle caso ¡y mucho! pues nos está señalando algo que es contrario al
llamamiento, pero una vez venidos en arrepentimiento al Padre dejar atrás eso y
continuar hacia las promesas recibidas, como dice la Palabra, “pues [aunque]
nuestro corazón nos reprend[a], mayor que nuestro corazón es Dios”, así que no
lo olvides: ¿Que si cuántas veces intentarlo? Fácil: ¡hasta lograrlo!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios
24:16; Job 5:19; Filipenses 3:13-14; Hebreos 6:1; 1 Juan 2:1; Romanos 8:34; Efesios
1:7; Colosenses 1:14; 1 Juan 3:20; Hebreos 4:13; 1 Juan 4:4; Romanos 8:31; 1
Juan 1:9; Tito 2:14
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