La
vida cristiana no es, como algunas iglesias, denominaciones o congregaciones
ajenas a la verdad la presentan, algo apacible, tranquilo, próspero o gozoso,
sino que conlleva en muchas ocasiones desasosiego, intranquilidad, desventura o
tristeza.
Jesús
mismo advirtió a sus seguidores “un siervo no es mayor que su señor. Si me
persiguieron a mí, también os perseguirán a vosotros”, y para mayor claridad
señaló proféticamente “os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis
odiados de todas las naciones por causa de mi nombre”; de igual forma Pablo en
su segunda carta a Timoteo le refrenda que “todos los que quieren vivir
píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución”, de igual forma Pedro en su
primer carta señala que “esto halla gracia, si por causa de la conciencia ante
Dios, alguno sobrelleva penalidades sufriendo injustamente. Pues ¿qué mérito
hay, si cuando pecáis y sois tratados con severidad lo soportáis con paciencia?
Pero si cuando hacéis lo bueno sufrís por ello y lo soportáis con paciencia, esto
halla gracia con Dios”.
Con
todo y a pesar de esta realidad la Escritura señala que aún en medio de la
tribulación los elegidos tienen motivos más que suficientes para estar gozosos.
Jesús, en lo que se conoce como el Sermón del Monte señalo “dichosos los
perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les
pertenece”, y Pablo escribiendo a los de Roma les hace ver que “las aflicciones
del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros
ha de manifestarse”, ya que como escribe él mismo a los de Roma incluso las
pruebas de los elegidos obran conforme a la voluntad del Padre pues “sabemos
que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para
los que son llamados conforme a su propósito”, y que al final, cuando el plan
divino sea consumado “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no
habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron”.
Con
esto en mente el creyente bien puede estar gozoso en medio de las pruebas que
padezca pues, como escribe Jacobo, el hermano de Jesús, “tened por sumo gozo,
hermanos míos, el que os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de
vuestra fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado,
para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada”, y Pedro en su
primer carta se expresa en el mismo sentido al decir “no os sorprendáis del
fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si
alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en la medida en que
compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que también en la
revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría”.
Con
todo esto, ¿qué nos queda?, agradecer de todo lo que vivamos pues, si creemos
en Dios y su magnificencia, seguro debemos estar que todo obra conforma a Su
voluntad, para Su mayor gloria, para nuestra edificación, como proféticamente
escribió Jeremías, “a fin de darles un futuro lleno de esperanza”, así que ya
lo sabes aunque no tengas motivos, agradece cada día; inténtalo y al rato
tendrás motivos de sobra.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan
15:20; Hechos 14:22; 2 Timoteo 3:12; 2 Corintios 4:9; 1 Pedro 2:19-20; 2
Timoteo 1:12; Mateo 5:10; Isaías 66:5; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; Romanos
8:28; 2 Tesalonicenses 1:5-7; Revelación 21:4; Isaías 25:8; Jeremías 31:12; Santiago
1:2-4; Romanos 5:3; 1 Pedro 4:12-13; Daniel 11:35; Jeremías 29:11; Isaías 55:12
No hay comentarios:
Publicar un comentario