martes, 10 de marzo de 2020

El mundo te pertenece... pero debes luchar por él



La Escritura es más que clara en el sentido de que los elegidos que sean encontrados fieles serán copartícipes con Cristo del gobierno del reino de Dios en la tierra, varios salmos lo señalan: “En prosperidad habitará su alma, y su descendencia poseerá la tierra”, “porque los malhechores serán exterminados, más los que esperan en Jehová poseerán la tierra”, “más los humildes poseerán la tierra, y se deleitarán en abundante prosperidad”, “los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”,  de igual forma el Evangelio lo confirma al señalar “bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad”, y Revelación cierra el testimonio en el mismo sentido al establecer “y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

A lo largo de la Escritura, tanto Antiguo como Nuevo Testamento, como puede verse en las citas precedentes, señalan ineludiblemente que será la tierra el centro donde estará asentado el reino de Dios, el hogar permanente y estable de los santos, el lugar donde residirá el rey y desde el cual saldrá la Ley, pero ¿centro de qué o para qué? Para entender esto la respuesta que deberíamos de buscar es ¿qué heredarán los santos?, ¿solamente la tierra? Romanos al respecto señala “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

La expresión todas las cosas contenida en la cita anterior se ha traducido del griego πάντα, panta, que literalmente significa la totalidad, el todo, es decir, todo lo creado, ¡el universo mismo! Esto es lógico ya que, como dice Juan en su Evangelio, si todo fue hecho por Cristo y para Cristo, como dice Pablo escribiendo a los de Colosas,  y si los santos son coherederos con Cristo, como señala Pablo en su carta a los de Roma, la conclusión lógica de esto es que con Él heredaremos el todo, la totalidad de la creación, el universo mismo.

No se puede elucubrar mucho sobre el destino final de esto, aunque sabemos que será de gloria, pero la Escritura sí da ciertos pincelazos que permiten vislumbrar a lo lejos el maravilloso futuro que espera para quienes de los llamados y elegidos sean encontrados fieles. Romanos señala esos pincelazos cuando dice “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.  Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;  porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.  Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;  y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

Es así como uno de los trabajos de los hijos de Dios será extender el paraíso que habrá venido a ser la tierra a todo el universo. Esto es portentoso, casi imposible de imaginar, pero la Escritura nos dice en Corintios que lo que espera a los justo excede todo lo que se pueda uno imaginar, con todo y esto lo anterior sólo será el medio, ¿el medio para qué?, para el fin de toda la eternidad que ante los ojos de los hijos de Dios se abrirá: conocer a Dios y Su Hijo,  como dice Juan en su Evangelio: “y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

Pero la condición para todo lo anterior es permanecer fiel hasta el fin incluso en medio de las tribulaciones que se padezcan, como señala Revelación “no tengas miedo de lo que vas a sufrir, pues el diablo pondrá a prueba a algunos de ustedes y los echará en la cárcel, y allí tendrán que sufrir durante diez días. Tú sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

Es así como los santos, aquellos elegidos que sean considerados fieles,  heredarán la tierra, pero no para estar confinados en ellas sino para que desde ese centro de operaciones, desde la sede del gobierno del reino de Dios, extiendan las gloriosas condiciones de su lugar de residencia por todo el universo mientras se sigue aprendiendo del Padre y de Su Hijo, después de todo el mundo te pertenece... pero debes luchar por él.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Salmos 25:13; 37:9; 37:11; 37:29; Mateo 5:5; Revelación 5:10; Romanos 8:31-32; 8:18-23; Juan 1:39; Colosenses 1:16; Romanos 8:17; 2 Reyes 6:16; 1 Juan 4:4; 1 Corintios 2:9; Isaías 64:4; Juan 17:3; Revelación 2:10; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13

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