La
Escritura es más que clara en el sentido de que los elegidos que sean
encontrados fieles serán copartícipes con Cristo del gobierno del reino de Dios
en la tierra, varios salmos lo señalan: “En prosperidad habitará su alma, y su
descendencia poseerá la tierra”, “porque los malhechores serán exterminados,
más los que esperan en Jehová poseerán la tierra”, “más los humildes poseerán la
tierra, y se deleitarán en abundante prosperidad”, “los justos heredarán la
tierra, y vivirán para siempre sobre ella”, de igual forma el Evangelio lo confirma al
señalar “bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por
heredad”, y Revelación cierra el testimonio en el mismo sentido al establecer “y
nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la
tierra”.
A
lo largo de la Escritura, tanto Antiguo como Nuevo Testamento, como puede verse
en las citas precedentes, señalan ineludiblemente que será la tierra el centro
donde estará asentado el reino de Dios, el hogar permanente y estable de los
santos, el lugar donde residirá el rey y desde el cual saldrá la Ley, pero
¿centro de qué o para qué? Para entender esto la respuesta que deberíamos de
buscar es ¿qué heredarán los santos?, ¿solamente la tierra? Romanos al respecto
señala “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra
nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas
las cosas?”
La
expresión todas las cosas contenida en la cita anterior se ha traducido
del griego πάντα, panta,
que literalmente significa la totalidad, el todo, es decir, todo lo creado, ¡el
universo mismo! Esto es lógico ya que, como dice Juan en su Evangelio, si todo
fue hecho por Cristo y para Cristo, como dice Pablo escribiendo a los de
Colosas, y si los santos son coherederos
con Cristo, como señala Pablo en su carta a los de Roma, la conclusión lógica
de esto es que con Él heredaremos el todo, la totalidad de la creación, el
universo mismo.
No
se puede elucubrar mucho sobre el destino final de esto, aunque sabemos que
será de gloria, pero la Escritura sí da ciertos pincelazos que permiten
vislumbrar a lo lejos el maravilloso futuro que espera para quienes de los
llamados y elegidos sean encontrados fieles. Romanos señala esos pincelazos
cuando dice “Pues tengo por cierto
que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria
venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el
anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de
Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad,
sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque
también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la
libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos
que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros
mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
Es
así como uno de los trabajos de los hijos de Dios será extender el paraíso que
habrá venido a ser la tierra a todo el universo. Esto es portentoso, casi
imposible de imaginar, pero la Escritura nos dice en Corintios que lo que
espera a los justo excede todo lo que se pueda uno imaginar, con todo y esto lo
anterior sólo será el medio, ¿el medio para qué?, para el fin de toda la
eternidad que ante los ojos de los hijos de Dios se abrirá: conocer a Dios y Su
Hijo, como dice Juan en su Evangelio: “y
esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado”.
Pero
la condición para todo lo anterior es permanecer fiel hasta el fin incluso en
medio de las tribulaciones que se padezcan, como señala Revelación “no tengas
miedo de lo que vas a sufrir, pues el diablo pondrá a prueba a algunos de
ustedes y los echará en la cárcel, y allí tendrán que sufrir durante diez días.
Tú sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.
Es
así como los santos, aquellos elegidos que sean considerados fieles, heredarán la tierra, pero no para estar
confinados en ellas sino para que desde ese centro de operaciones, desde la
sede del gobierno del reino de Dios, extiendan las gloriosas condiciones de su
lugar de residencia por todo el universo mientras se sigue aprendiendo del
Padre y de Su Hijo, después de todo el mundo te pertenece... pero debes luchar por él.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Salmos
25:13; 37:9; 37:11; 37:29; Mateo 5:5; Revelación 5:10; Romanos 8:31-32; 8:18-23;
Juan 1:39; Colosenses 1:16; Romanos 8:17; 2 Reyes 6:16; 1 Juan 4:4; 1 Corintios
2:9; Isaías 64:4; Juan 17:3; Revelación 2:10; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1
Pedro 4:13
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